Cuando
era chico tuve ocasión de ver allá en el campo el ejemplar espectáculo de una persecución
singular.
Una chancha
enfurecida corriendo a un hombre.
Pocas
cosas hay en la naturaleza más filosas que los dientes del porcino, verdadero
arado de sangre caliente, acostumbrado a desbrozar el terreno en busca de
raíces, o al menos, como diría el poeta, a buscar en el fango huesos, cáscaras...
Por eso sería
una torpeza confundir con cobardía la precipitada prudencia del paisano en
fuga.
Hecha
esta aclaración, podemos pasar al dicho en sí.
El
feliz enunciado “Ya te va a tocar la chancha que no es de andar” no puede ser
comprendido cabalmente sin citar un segundo dicho campero que está de algún
modo implícito en aquel, y es el siguiente:
“Lo
lleva como lechón pal’ pueblo” que se explica así:
Un sujeto A
conduce a un sujeto B hacia un destino decidido por A y de una manera poco
elegante y en cierto modo lesiva de la dignidad de B.
Si
es necesario explicar la metáfora, diremos que a un lechón se lo conduce al
pueblo a pie, trotando delante de su propietario, quien de vez en cuando
corrige sus desvíos y distracciones con el golpe de una vara en los cuartos
traseros de la bestezuela.
Bien,
que a un sujeto le toque la chancha que no es de andar quiere decir que le tocó
enfrentarse con alguien que no acepta de ninguna manera el lenguaje de la vara
en las nalgas ni mucho menos que decidan su destino por él.
Naturalmente, el
dicho se aplica a personas abusivas acostumbradas a conducir lechoncitos.
Y
ya sabemos qué miserable es lo que está sobrando sobre esta piedra indiferente
y giratoria.
Sépanlo,
miserables, mezquinos, mediocres y autoritarios del mundo:
¡YA
LES VA A TOCAR LA CHANCHA QUE NO ES DE ANDAR!
Y
si me agarran cruzado, les diré, glosando a Flaubert, que la chancha que no es de andar
soy yo.
Y
mis dientes tienen un filo del demonio.
Vayan por la
sombra,
bastardos.
Albarito
Margarito
No hay comentarios:
Publicar un comentario