Malú
Kikuchi
De
acuerdo al escrutinio definitivo de las pasadas elecciones presidenciales, la
fórmula del Frente de Todos obtuvo el 48,24% de los votos, mientras Juntos por
el Cambio alcanzó el 40,28%.
Haciendo
cuentas exactas, los FF ganaron por el 7,96%, casi el 8%.
No era esa la
diferencia que esperaban en el peronismo.
La
remontada de Macri en el último mes fue inesperada y muy bienvenida por la
próxima oposición en el congreso nacional y los congresos provinciales.
Pero
en el Frente de Todos esperaban una distancia del 20%.
Alberto la
necesitaba.
Con
una diferencia grande su margen de maniobra política hubiera sido igualmente
grande e incuestionable.
Pero
con un 8% escaso, Alberto depende de los votos de Cristina.
¿Está
de acuerdo con esta situación, estuvo acordada con CFK?
Sólo
ellos lo saben, pero el resultado es malo.
La
Argentina está pasando por una situación económicamente complicada y de muy
difícil solución.
La
incertidumbre en cuanto a respuestas imprescindibles para saber hacia dónde se
dirige el país, no llegan.
La
promesa de poner de pie al país,
sigue sin que se conozca el cómo.
Se
sabe que a las promesas electorales se las lleva el viento de la realidad.
Faltando
32 días para asumir la presidencia, sólo se conoce el nombre del futuro
ministro de trabajo, Claudio Moroni.
¿Y
en economía, en educación, en seguridad, salud, desarrollo social y los demás
ministerios?
Silencio.
A
veces, el silencio puede ser bueno en política, en este momento no lo es.
Demasiadas
preguntas, demasiada incertidumbre.
Mientras
un sindicalista digamos que mareado por el triunfo propone “darle a la maquinita y después
vemos”, Alberto advierte que “el 10/12 no es mágico”.
Se
dice que Felipe Solá suena como canciller.
Es
un ingeniero agrónomo, ¿qué sabe de diplomacia?
Ni
siquiera habla otro idioma que no sea el español.
Cancillería
tiene muchos hombres del PJ aptos y preparados para el cargo.
Habría
que recordar que Néstor K decía “el que suena, suena”.
Volviendo
a la pregunta inicial, Alberto F tiene en claro qué quiere, qué pretende para
la Argentina ¿y no lo dice porque optó por esa estrategia?
En
este momento la estrategia es mala, confunde, no aclara el panorama.
Y
si espera que Cristina le nombre los ministros, la estrategia es peor.
Supongamos
que CFK le echa en cara que ella, la viuda de negro, inconsolable, sacó el 54%
de los votos.
Habría
que recordarle que en el 2007 sacó el 45, 28%, muy sobre el filo.
Pero
ahora puede reclamar un piso del 30%.
Otorgarle,
de mala gana, un 10% a Massa y un casi 8% a Alberto.
¿Alberto
estará obligado a negociar todos y cada uno de los nombramientos?
¿O
sólo peguntará por las áreas que le interesen a Cristina?
¿Hasta
dónde llega el poder de Alberto votado por el 48, 24% de los argentinos?
Esa
pregunta la hacemos acá y la hacen en el exterior.
La
incertidumbre no ayuda.
La errática y en
constante descenso histórico de la Argentina, tampoco contribuye a generar
confianza.
Las
declaraciones de Alberto F, en consonancia con la política exterior de
Cristina, eso de recrear un polo
progresista en la región, no son
buenas.
Soñar
con lo que fue la unión de Kirchner, Chávez, Lula, Correa y Evo, es un
imposible.
Néstor
y Chávez han muerto.
Correa
exiliado. Lula preso.
Evo
disputando una curiosa elección con Mesa.
Lo que fue, pasó.
López
Obrador queda muy lejos y Maduro está a años luz de Chávez.
La reunión del
Grupo de Puebla en Buenos Aires es un mal presagio.
C
Cambiar
a Piñera por Enriquez Ominami, también marca una dirección que no ayuda con los
países centrales.
¿Cómo
se va a renegociar la deuda?
El
inevitable salvataje económico, ¿vendrá de China?
¿A
cambio de qué?
Los
argentinos odian el imperialismo yanqui.
Los
norteamericanos hacen negocios, invaden territorialmente pero no se quedan.
El gran imperio
chino, con 1.350 millones de habitantes, a pesar de tener un enorme territorio
necesita más espacio y riquezas naturales que Argentina tiene.
Los
chinos piden territorio, lo ocupan y
se quedan.
Es
una buena inmigración, son estudiosos y trabajadores.
Pero
con los americanos compartimos raíces comunes, judío cristianas y occidentales;
con China las diferencias son infinitas.
Quizás
llegó el momento de pensarlo en serio.
Y
de pedirle al presidente electo que nos diga con quiénes y cómo piensa poner al
país de pie.
Ya
es hora…
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