El presidente electo ya empezó con la manía argentina de pensar más en los billetes que en la riqueza genuina.
Por
Silvio Santamarina
Todavía
no asumió y ya está pensando en la guita:
No
en la riqueza, sino en el cash, el “físico”.
Este
fin de semana, Alberto Fernández confesó al diario Página/12 que, aunque tenía
que atender primero otras urgencias, le gustaría volver a ilustrar con próceres
los billetes, para revertir la cultura PRO de ponerle animalitos a la moneda
nacional.
El
presidente electo trató de mostrarse ecuménico en su promesa, y citó a próceres
de ambos lados de la grieta, como a Sarmiento y Evita, aunque también abrió la
puerta a incorporar personalidades de la cultura, como Borges y Cortázar.
Su
intención es volver a la tradición, que el kirchnerismo mantuvo con entusiasmo,
de apuntalar la legitimidad simbólica del peso con un relato histórico basado
en figuras célebres de la Nación.
Con
la nueva emisión de billetes en la era Fernández, quedarían atrás los animales
autóctonos que eligió Mauricio Macri para quitar de la moneda la discusión
bipolar sobre la historia de los argentinos.
A
decir verdad, el gesto modernizador que ensayó el macrismo no fue tal.
Durante
buena parte del siglo XIX, los billetes nacionales no tuvieron próceres como
ilustración, sino que abundaban los animales.
Con
una excepción temprana: en 1827, por un encargo de apuro a una imprenta
norteamericana, circularon por Buenos Aires pesos de papel con el rostro de
George Washington.
Toda
una premonición del trauma monetario argentino.
Recién
bien entrada la segunda mitad del siglo XIX, comenzaron a abundar los
personajes de la reciente historia patria, justo cuando los consensos
territoriales e ideológicos empezaban a converger en un Estado nacional más o
menos unificado.
Entonces,
el gesto disruptivo PRO de los animalitos en los billetes puede leerse más bien
como una vuelta a cero, a la era fundacional de los argentinos.
Pero lo que no
logró el macrismo fue avanzar en el gran tema monetario del siglo XXI, que es
el de la desmaterialización del dinero, el fin del cash, un proceso que ya está
muy avanzado en países más avanzados.
Aunque
algunos empresarios y funcionarios macristas dieron algunos pasos en ese
sentido, la mala praxis económica del Gobierno desembocó en otro ciclo más de
desprestigio del peso, con su correspondiente fascinación enfermiza con el
dólar, preferentemente en efectivo.
En
esa senda del dinero virtual podría avanzar la futura gestión albertista, si no
estuviera tomada por la nostalgia K con la maquinita de imprimir pesos.
Así fue como
Amado Boudou se enredó en el caso de la imprenta Ciccone, siguiendo la
obsesión de su jefa, Cristina Kirchner, con la ilusoria ventaja que goza la
Casa Blanca por su monopolio en la impresión de dólares:
Suena
absurdo, pero así lo “denunció” Cristina en una de sus cadenas nacionales
cuando era Presidenta.
De
ahí a la ruta del dinero K –más en dólares que en pesos-, medió apenas un par
de videos pornográficos de figuras kirchneristas contando billetes en cuevas y
depositando bolsos con efectivo en conventos, viejos reservorios de capital
saqueado que ya se utilizaban en tiempos de la colonia.
En una economía
argentina con un componente informal que atraviesa toda la pirámide social,
decepciona que
el presidente electo ya esté hablando de imprimir su propio diseño de billetes
de papel, en lugar de
lanzar un audaz plan de dinero digital que nos ponga en la ruta del futuro y no
en la del pasado.
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