A
Mijail Gorbachov le tocó el ingrato momento de presidir la URSS al producirse
la implosión del sistema político, económico y social.
El
imperio soviético se desintegraba, horadado tras el evidente fracaso del
“sistema” planificado.
El jueves 9 de
noviembre de 1989 se produce la caída del Muro de Berlín y tras el derrumbe
comienza a desgranarse la conjunción de países nucleados en el Pacto de
Varsovia.
El
único país que parecía no enterarse lo que sucedía era Cuba:
El
11 de noviembre de 1989, con la ayuda castrista de armas y asesores, el Frente
Farabundo Martí inicia su nueva ofensiva final contra el gobierno de Alfredo
Cristiani.
La
guerra en El Salvador –y la fracasada ofensiva, rechazada por tropas entrenadas
por estadounidenses- vuelve al primer plano de las noticias.
Para
el premier ruso el mundo cambiaba hora a hora y ya no tenía tiempo ni recursos
para ocuparse de “el último mohicano” Fidel Castro.
Con
la angustia de ver como Moscú perdía Polonia, Checoslovaquia, Alemania Oriental,
Rumania, Hungría y Bulgaria, viajó a la isla de Malta para mantener
conversaciones con el presidente George Bush.
La
cumbre se llevó a cabo los días 2 y 3 de diciembre de 1989.
En
algunos momentos hablaron acompañados por sus asistentes y en otros a solas.
Como
en los viejos tiempos, la “cuestión cubana” volvió a estar en la agenda del
encuentro.
Bush
lo insta a abandonar, aunque sea militarmente, a Cuba (y Nicaragua).
Algo
que ya habían tratado siete años atrás Fidel y Raúl –como hemos visto- con sus
pares soviéticos.
Gorbachov:
Ahora me gustaría hacer algunas observaciones de carácter filosófico general.
Me
parece muy importante hablar de las conclusiones que podemos sacar de nuestra
experiencia pasada, de la “Guerra Fría”, lo que sucedió, lo que quedará en la
historia.
Probablemente
podamos afirmar que todos hemos vivido un momento histórico.
Problemas
enteramente nuevos, de los que la gente en el pasado ni siquiera podía
concebir, han surgido ante la humanidad
¿Podemos
resolverlos usando viejos enfoques?
Absolutamente
nada surgiría de eso.
Durante
45 años hemos logrado evitar una guerra importante.
Este
hecho por sí solo demuestra que en el pasado todo no era malo.
Pero,
al mismo tiempo, la conclusión es obvia:
El
énfasis en la fuerza, en la superioridad militar y, junto con ella, en la
carrera de armamentos, no se ha justificado.
Ambos
países, al parecer, lo comprenden mejor que cualquiera de los otros.
El
énfasis en la confrontación ideológica tampoco se justificó y sólo resultó en
nuestra continua crítica del uno al otro.
Llegamos
a una línea peligrosa.
Y es bueno que
supiéramos lo suficiente para detenernos.
Es bueno que
haya surgido un entendimiento mutuo entre nuestros países.
En
la primera sesión privada el líder ruso volvió a sacar a la luz la cuestión
cubana:
Gorbachov: En nuestra
conversación confidencial, quisiera plantear tres cuestiones.
Primero,
la cuestión de Centroamérica, principalmente de Cuba.
Señor
Presidente, tal vez recuerde que después de mi visita a Cuba (en abril) le
escribí una carta.
Mis
conversaciones allí no eran simples.
Debo
admitir que Castro expresó cierta preocupación por nuestro rumbo.
Le
aclaramos una serie de asuntos para él, y en general todo terminó bien.
Entre
otras cosas, le dijimos: “Lo que estamos haciendo en nuestro país
está dictado por nuestras necesidades. Lo que está haciendo en su país es su
negocio. No estamos interfiriendo con él”.
En
una conversación cara a cara, Castro nos pidió esencialmente nuestra ayuda para
normalizar las relaciones con los Estados Unidos.
Recientemente,
el jefe de Estado Mayor de la Fuerza Aérea Cubana visitó la Unión Soviética.
Habló
con [funcionarios] en el Ministerio de Defensa de la URSS, así como con el
mariscal Akhromeyev.
Y
repitió confidencialmente esta petición.
Te
lo confío en una conversación individual y espero que esto quede entre
nosotros.
De
lo contrario, la reacción de Castro puede ser bastante fuerte.
Bush: Ciertamente. No
voy a ponerle en una situación embarazosa. No puede haber fugas de mi lado.
Entiendo lo delicado que es este asunto para ti.
Gorbachov: Quizás
deberíamos pensar en algún tipo de mecanismo para iniciar los contactos sobre
este tema.
Estamos
listos para participar, pero tal vez será innecesario.
Depende
de usted decidir.
Estamos
dispuestos a ayudarle a iniciar el diálogo, pero ciertamente es su negocio,
y sólo podría pedirle que lo piense.
Bush: Me gustaría,
por así decirlo, mostrarle todas mis cartas sobre Centroamérica y sobre Cuba.
Si
tomamos a nuestros aliados de la OTAN, incluyendo Thatcher, Kohl, Mitterrand,
en general no les importa la América Central.
Por
supuesto, dicen buenas palabras sobre la democratización y las elecciones
libres, pero no tienen intereses vitales en lo que está sucediendo allí.
Lo
mismo se refiere al “flanco izquierdo” del cuerpo político estadounidense.
Sin
embargo, las jóvenes democracias del Sur del Río Grande, así como la abrumadora
mayoría de los estadounidenses, observan esta cuestión muy de cerca. Vemos
también que, en comparación con su movimiento hacia adelante, Castro se parece a un ancla que hace este
movimiento más difícil.
Este
hombre está claramente desfasado de los cambios y procesos que han envuelto a
la Unión Soviética, Europa del Este y nuestro hemisferio.
Los cambios
democráticos le son ajenos.
Gorbachov: Lo entiendo.
Nosotros defendemos un cambio pacífico.
No
queremos interferir, y no estamos interfiriendo en los procesos que están
teniendo lugar.
Deja
que el pueblo mismo decida su futuro, sin interferencias externas. […]
La Unión
Soviética no tiene planes con respecto a las esferas de influencia en América
Latina.
Este
continente está ahora en movimiento.
En
cuanto a Cuba, tenemos ciertas relaciones establecidas con ella.
Se
remontan a un cierto período de la historia caracterizado por bloqueos
económicos, etc.
Ahora nos
gustaría transferir gradualmente nuestras relaciones económicas a una vía
normal.
No
hay que olvidar que Cuba es un país soberano con su propio gobierno, sus
propias ambiciones y percepciones.
No
nos toca a nosotros enseñar a Cuba.
Que
hagan lo que quieran.
El
25 de diciembre de 1991 la Unión Soviética, formalmente, dejó de existir.
Y Gorbachov, un
tiempo más tarde, fue obligado a renunciar.
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