Por
Carlos Berro Madero
Luego
de pasar por el disgusto que significó ganar las recientes elecciones por mucho
menos margen del que imaginaba, Alberto F., trata de disimular sus
perplejidades paseándose por cuanto cenáculo encuentre propicio para hablar de
lo que se le cuadre, tratando de calmar las aguas encrespadas que lo rodean.
Parece
convencido que sermonear al mundo y sus circunstancias es una forma de extender
la validez de sus argumentos gaseosos –siguiendo la mala costumbre de CFK-, y no dice nada de lo que le convendría
estar explicando de su próximo gobierno, dada la cercanía de su asunción
como Presidente.
Aquellos
que siguen esperando novedades políticas, deberán
abandonar su vigilia, porque convendría que recordasen que el peronismo
siempre improvisa.
Y
en eso, el auto proclamado alumno de Néstor K., no es una excepción.
William
James, inspirador del pragmatismo clásico, solía ser crítico con quienes
intentan hacernos creer que profesan sus principios, recordando que para quien
asegura que se acomodará a las circunstancias, “una regla de pensamiento que
impidiera radicalmente reconocer cierto orden de verdades, si esas verdades se
encontrasen realmente presentes, SERÍA UNA REGLA IRRACIONAL”.
Pues
bien, lo que puede asegurarse del Presidente electo es precisamente que parece
ignorar las verdades que tiene a la vista.
La más
importante es que no dispondrá de dinero en caja para cumplir con las promesas
que lanza a diestra y siniestra, a ser cumplidas
vaya a saber cómo.
Esperamos
que esto no provoque en él una desmoralización repentina que lo precipite al
vacío al toparse con los límites que suele imponer la realidad a aquellos que
desean dar un salto en largo de cincuenta metros valiéndose únicamente de sus
piernas.
Porque
el dilema a resolver por él no es cuestión de nombres, ni de magia, sino de
realismo.
Y
podríamos agregar que sus proclamaciones públicas se están convirtiendo poco a
poco en segura garantía de lo impracticable, se las mire por donde sea.
¿Será
acaso porque cree que su hiperkinesis dialéctica puede defenderlo de sus
demandantes variopintos y trata de moverse constantemente para no convertirse
en blanco fijo de los mismos?
¿Quién
puede saberlo a ciencia cierta?
Mientras
esto ocurre, la futura Vicepresidente se cobija de los enfrentamientos internos
permaneciendo en Cuba con la supuesta intención de estar cerca de su hija
Florencia, cuya “enfermedad” probablemente
consista en saber que si las cosas no cambian y a la justicia no le tiembla el
pulso, pasará muy malos ratos y, por qué no, deberá “salpicar” aún más
a su propia madre en defensa propia en algún momento.
¿Estarán
hablando de eso entre ellas?
En
este escenario nos preguntamos con curiosidad: ¿en qué creen los que creen en
los Fernández?
Porque
es bien sabido que una creencia consiste en aportar razones valederas para
apoyarse en ella.
Por
lo que se tiene a la vista, todo se ve muy parecido a otros periodos de nuestra
historia, donde hubo otros peronistas queriendo convencernos de que sus
legendarias “verdades” golpearían en la raíz misma de una ilusión,
desvaneciendo instantáneamente una realidad inhóspita para ellos.
La
salida del estancamiento en el que vivimos desde hace décadas debería consistir
en alejarnos de este modo de pensar de aquellos que creen que algunas ideas
atrabiliarias, una vez que son concebidas, pasan a formar parte de aquella.
A
buen entendedor, pocas palabras…
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