Desafiante y
casi a los gritos, Cristina Kirchner exhibió su poder ante los jueces
Por:
Ruben Lasagno
Quien
esto escribe no perdería ni un solo minuto en escuchar los monólogos cargados
de narcisismo, mentiras, falsedades y auto referencias de la ex presidenta
Cristina Fernández, como no lo hice mientras ostentó el cargo en la década
perdida, cuando las cadenas nacionales de los émulos chavistas de aquel entonces,
pretendían
llegar “a todos y a todas” para
que escucháramos las imbecilidades de quien no dice lo que debe decir y
pretende que la escuchen decir lo que a nadie le importa.
De
hecho, nuestro portal reproduce en vivo los juicios orales de la CIJ por
corrupción y el lunes fue decisión de OPI no hacer lugar a la reproducción en
éste caso, un evento que ya pintaba
carecer de interés con beneficio para nadie, solo para hedonizar a la
protagonista de un accting bochornoso, vergonzoso, patético y típico de un país
bananero como el nuestro, con jueces que, como dijo Hebe de Bonaffini, “no
tienen huevos”.
Dicho
esto, sería redundante remarcar que no escuché un solo minuto de las 3 horas y
media que habló la multi procesada
vicepresidenta electa en su lugar de imputada por delitos en la función
pública.
Pero
sí pude apreciar las ediciones de los medios nacionales que rescataron las
imágenes de esta mujer a quien se le fue transformando la cara y con el correr
de los minutos pasó de una simil
templanza a la rabia, la desobediencia y la injuria al Tribunal, la falta
de respeto a la justicia en general y
arrastró en su loca carrera desbocada y enfurecida, a su “elegido”,
el presidente electo Alberto Fernández, a quien puso como responsable general
del manejo de los fondos para la obra pública en épocas del kirchnerismo de los
primeros años, allá cuando Néstor y ella diagramaron el plan sistemático para
quedarse con los fondos públicos a través de la obra pública nacional,
tirándole por elevación a los jueces la idea de que sea llamado a declarar.
“Si
yo caigo, éste se va conmigo”, pareció decir.
No
hay calificativos para describir con palabras lo que me pareció el compilado de
estupideces que dijo la ex presidenta, quien en vez de defenderse con el Código
Penal, trató de defenderse con un discurso falaz, luciendo una soberbia típica
de ella, una verborragia desbordada de bronca y un ataque permanente, no solo a
los jueces presentes que permanecieron impávidos como espectadores de Hamlet, sino a la institución a la cual amenazó con
destruir si no se ajusta a sus términos y condiciones y obviamente a su
debilidad puntual: el periodismo crítico.
El
análisis no puede estar fundado en los dichos de quien no dijo nada, si en la vuelta de esa forma de usar a la
política como reducto y aguantadero de figuras de segundo orden, desprolijos,
fuera de tiempo, ordinarios y marginales.
Es
el regalo que nos hizo Mauricio Macri, tras cuatro años de mirarse en un espejo
prestado y creer que arreglar la
Argentina era parecido a sanear las finanzas de Boca Junior.
Y
nos devolvió lo peorcito de la historia, que el día lunes, ante un
Tribunal sin respuesta ni respeto por la balanza que simboliza el equilibrio de
que “todos somos iguales y tenemos los mismos derechos y obligaciones”,
volcaron uno de sus platos demostrando tener miedo a las palabras, a las
posturas de la acusada, sin hacer
valer sus investiduras ni machacar el mallete, como sí lo hizo en
Brasil la jueza que a Lula Da Silva lo conminó a callarse o retirarse del
Tribunal…
Acá
los jueces silenciaron sus palabras como buenos y obedientes falderos quienes
ya piensan en los 4 años venideros con Carlos Zannini a la cabeza del poder
político-judicial.
Si
a alguno de nuestros colegas capitalinos que amasaron las teorías alentadoras
de “Cristina moderada”, “Cristina cambiada”, la “Cristina que se había
corrido”, la que “había cedido para construir un nuevo gobierno”, no les basta
lo visto el lunes y que ya les habíamos adelantado con excesiva anticipación en
oportunidad de hablar con ellos, tienen un problema de percepción importante.
Además
de lo grotesco de su accting, que obviamente ninguno de nosotros “compramos”,
la cara de CFK, sus rictus, sus espasmódicos gestos, la torpeza que se adueñó
de su cuerpo en el final del monólogo, la voz temblorosa y la falta de
coherencia en sus movimientos, sumado a la amenaza explícita a los jueces
cuando volvió sobre sus pasos para decirles que eran ellos quienes debían
responder preguntas, evidenció que
esa es la verdadera Cristina.
Es
su libro, su concepción del poder, es la preparación de lo que viene:
La
revancha.
Todo
coronado, claro está, con las focas aplaudidoras que festejan cualquier gansada
que diga, haga o proponga la viuda.
Es
lo que viene y no nos sorprende; era
previsible.
Es
el único país del mundo que tiene a quien fue dos veces presidenta, como
vicepresidenta después de 4 años en la que fue procesada 13 veces, le pidieron
prisión en 4 oportunidades, la encubrieron desde el Senado, las causas rebalsan
de pruebas, acusaciones, testigos y documental con la que se puede empapelar
una autopista, le cambió el nombre al partido que fundó con su marido, eligió
un candidato a presidente de cartón para que ponga la cara por ella quien en
campaña no podía salir ni a la esquina, excepto con la excusa de “presentar su
libro” y gracias a la buena voluntad de Sergio Massa, su núcleo duro y
gobernadores peronistas, ganó.
El
lunes demostró lo que fue y lo que es.
No
representa, para nosotros, una duda lo que será CFK en el tiempo que dure en el
poder, a partir del 10 de diciembre…
(Agencia
OPI Santa Cruz)
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