Lo
más importante es el juicio de la Historia, y a él los personajes no asisten.
Cuando
la gran maestra de los hombres emite su sentencia, el veredicto recae sobre los
muertos.
Fernando Henrique Cardoso
El
lunes, tal como estaba previsto, Cristina Elisabet Fernández, llamada a prestar
declaración indagatoria en una de las múltiples causas por corrupción que la
afectan, se subió a la pista principal del circo de Comodoro Py para desplegar
su habitual histrionismo y, por supuesto, negarse a contestar a las preguntas
que la hubieran obligado a explicar hechos.
Pudimos
confirmar entonces que volvieron, pero peores.
A
pesar de la marcada insolencia –rayana en el desacato- con que se comportó, los
jueces que debieron aguantar sus rencorosas diatribas no reaccionaron, cuando una conducta similar de cualquier
procesado hubiera derivado en su inmediato encarcelamiento.
Si
hubieran actuado así en este caso, no hubiera podido invocar la protección de
los fueros de su nuevo cargo, ya que se trataba de un flagrante delito pero,
seguramente, se hubieran producido enormes conflictos en la calle.
La
Vicepresidente electa, en la frase más rimbombante y soberbia, se dijo absuelta
en vida por el juicio de la Historia y auguró a los magistrados la condena
definitiva de ese tribunal universal.
Se
inspiró en su numen revolucionario, nada menos que Fidel Castro, quien recurrió
a una mucho menos pretenciosa afirmación –“la Historia me absolverá”- al
ser llevado ante los Tribunales por los fracasados asaltos a los cuarteles de
Moncada y Céspedes en 1953.
El
tirano cubano, a su vez, había parafraseado a Adolf Hitler cuando, en el juicio
que celebró en 1923 por la fallida tentativa de tomar el Ministerio de Defensa
alemán, dijo:
“Aun
cuando los jueces de este Estado puedan condenar nuestra acción, la Historia,
diosa de la verdad y de la ley, habrá de sonreír cuando anule el veredicto de
este juicio y me declare libre de culpas”.
¡Menudos
antecedentes tuvo la actitud de la Vicepresidente electa!
Pero
lo realmente grave no ha sido ese stand-up, ya que era por completo esperable
ya que fue inveterada su decisión de ejercer una defensa política ante la
imposibilidad de ejercer una técnica, es decir, aquélla en la cual hubiera
debido confrontar con los hechos, probados hasta la náusea.
En
cambio, la composición del gabinete de ministros que acompañará a Alberto
Fernández a partir del martes próximo ha provocado una profunda inquietud,
tanto en la sociedad cuanto en los mercados locales e internacionales, ya que
demuestra que el “albertismo”, imaginado
por tantas almas buenas como contrapeso al desaforado “cristinismo” en la
administración del Estado, no llegó siquiera a existir y sus principales
cabezas se han rendido ante la viuda de Kirchner y su engendro político, La
Cámpora.
La
aparición en el nuevo equipo de nombres como Carlos Zannini (Procurador del
Tesoro), Eduardo Wado de Pedro (Interior),
Agustín
Rossi (Defensa), Elizabeth Gómez Alcorta (Mujer),
Luis
Basterra (Agricultura) y Sabrina Fréderic (Seguridad) muestran claramente quién
tiene el sabot en la mesa de juego y, sobre todo, cuáles son sus prioridades.
Pero, más que
nada, que el kirchnerismo que volvió es mucho peor que el último que debimos
soportar,
pues su jefa viene por la impunidad, la venganza y lo poco que quedó después
que viniera por todo.
El
inspirador de las peores medidas de la década robada se transformará, desde el
martes, en el jefe de todos los abogados del Estado.
La
relación con las provincias será conducida por un dilecto discípulo de quien
tanto las apretara en su gestión anterior.
En
el comando de las fuerzas armadas se repondrá a quien perdió misiles y
municiones.
La
abogada de Milagro Sala ocupará la cartera destinada a equilibrar la
participación de los sexos.
El
más fervoroso defensor de la Resolución 125, irá a una de las carteras con
mayor gravitación, la del campo.
Y
una garantista de la escuela de Zaffaroni y negadora del rol de Hezbollah en
los atentados de la Embajada de Israel y la AMIA tendrá en sus manos la
seguridad.
Mauricio
Macri presentó el jueves un balance final de su gestión, intentando vanamente
reparar así el monumental error que cometió al evitar decir la verdad sobre la
herencia que recibiera en 2015, cuando hubiera debido explicar que sólo podían
esperarse sangre, sudor y lágrimas.
De
cualquier modo, ese gesto tardío no impedirá que el peronismo pegoteado, mucho
más ducho en estas argucias políticas, cargue sobre sus espaldas la
responsabilidad de todas las medidas amargas que, con certeza, deberá adoptar
en los primeros meses de su gobierno.
Pero,
sin perjuicio de la opinión personal que cada uno tenga sobre el Presidente
actual, es imprescindible que hoy, sábado 7, a las 17:00 hs., hagamos acto de
presencia en la Plaza de Mayo para ratificar ante el mundo que aún existe en la
Argentina una multitud (al menos 41%) de personas que privilegian la República,
la independencia de poderes, la lucha contra la corrupción, el narcotráfico y
la impunidad, y tantas otras cosas del mismo tenor que estos cuatro durísimos
años nos permitieron descubrir que son posibles y a las cuales no estamos
dispuestos a renunciar.
Bs.As.,
7 Dic 19
Enrique
Guillermo Avogadro
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