Incentivar
el odio a los ricos ha creado una elite chupasangre
Por Elena Valero Narváez
Es
curioso es que la mayoría de quienes protestan en las calles despotrican contra
el sistema que puede mejorarles el nivel de vida.
"La
propiedad no es sólo un reclamo, sino un conflicto de reclamos, sobre algo que
escasea, y los derechos de propiedad son la acción concertada que regula este
conflicto" John
R, Commons
Todo
ser humano quiere lo mejor, pero no todos lo alcanzan, porque los bienes son
escasos, de allí que aparecen los conflictos sociales a veces pacíficos y otras
impregnados de violencia.
Lo
curioso es que la mayoría de quienes protestan en las calles despotrican contra
el sistema que puede mejorarles el nivel de vida.
Odian
a los empresarios y la riqueza que generan donde no la hay.
Aprueban lo que
llaman justicia social, consiste en que el Estado les quite a los sectores
productivos para que lo reparta entre los pobres.
"No saben
lo que hacen",
se cavan su propia tumba.
Justamente
le dan vuelta la cara al sistema que se basa en la producción masiva, lo que
explica que infinidad de bienes a los que los pobres no podían acceder, hoy
puedan gozarlos.
Desde
las universidades y los medios de comunicación también se rechaza olímpicamente
al capitalismo, aunque vivan holgadamente del sistema y a pesar de los datos
inequívocos que les da la historia sobre el socialismo real.
Es así que los
que se dedican a la política llegan a las más altas esferas del poder con ideas
que destruyen la economía, pretendiendo dirigirla desde el Estado,
convirtiéndola en subdesarrollada, despilfarrando y haciendo avanzar la
corrupción, fenómeno que se origina en el poder y que se hace mucho más
presente en los regímenes autoritarios donde a los funcionarios se les hace
fácil actuar discrecionalmente.
Para que mejore
la sociedad es imprescindible que haya acumulación y concentración de
capital.
En
Cuba como en Venezuela la acumulación es poca, por ello lo consumen los
magnates, que son los que gobiernan y sus amigos, mientras la gente vive
miserablemente.
En cambio, en la
Argentina de 1862 a 1942, fue la expansión de los mercados lo que permitió emerger
un estado moderno producto de las políticas liberales, llegando a
tener sus habitantes mejor nivel de vida que los países de Europa occidental.
Mirándonos
hoy, parece mentira.
Los políticos de
hoy buscan solamente votos, por eso no crean, como la generación
del 80, condiciones que permitan a las personas ir detrás de sus propios
proyectos, y elegir qué quieren hacer de sus vidas.
La democracia,
cuando funciona de acuerdo a gobernantes populistas, se basa más en la igualdad
que en la libertad.
De
este modo, se degenera consintiendo a los burócratas de turno, apropiarse de la
riqueza que forja el sector privado, mediante un discurso de campaña mentiroso,
por el cual se les hace creer a los de menores recursos, que pueden y deben
igualarse con los ricos.
De ahí que
crecen, exageradamente, sus expectativas: pretenden tener muchos más derechos
que deberes.
Odian la
desigualdad sin entender que la igualdad a la que todos podemos aspirar es
la igualdad ante la ley, que las oportunidades dependen de ello y de la
capacidad, el azar, y otros factores, no de la generosidad del Estado.
Algunos
fracasan en el intento y otros son exitosos, generando riqueza y progreso si es
que no encuentran los obstáculos que, arbitrariamente, por lo general, les
presentan gobiernos enamorados de la planificación central.
ESTADO DE
DERECHO
La
sociedad civil, tan vapuleada en la actualidad, no es solo la herramienta más
eficaz para limitar al Gobierno y para promover la democracia y el pluralismo,
tiene, además, un papel fundamental en el afianzamiento del sistema
capitalista, también en el de una justicia independiente.
La
razón es, que este sistema se basa en la propiedad privada y el mercado, ambos necesitan del Estado de Derecho para
controlar las acciones invasoras del Gobierno sobre los derechos de la sociedad
civil y la propiedad privada.
El
desarrollo del capitalismo desde la mitad del siglo XVIII, permitió los avances
de la sociedad moderna, de la riqueza material y cultural más grande de la
historia, fue reconocido por Marx y Engels aunque predijeran su expiración.
En
Argentina cuando se llega al poder no se lo recuerda.
Se prefiere el
ataque al sector privado para quitar el control que pueden tener sobre los
actos de gobierno.
Cuando
la sociedad civil saca pecho mediante la actividad privada aparece uno de los
controles más firmes sobre el Gobierno, el cual ya no puede hacer lo que
quiere.
Se
hace más visible a la sociedad, más transparente.
Debe
dar cuentas de sus actos.
Es
por ello que el Estado tiende a fagocitarla.
Debilitarla
es poder ejercer el poder a piacere, conseguir votos llenando las empresas
estatales de puestos políticos, enriquecer a funcionarios, parientes y amigos,
crear empresas fantasmas y otras prácticas corruptas.
A
más Estado menos democracia, menos libertad, menos transparencia de los que
gobiernan.
No habrá
progreso sin respeto por la propiedad privada que comienza en el respeto a la
persona, y es factor necesario para que se preserven las libertades
individuales.
Hay
que exigir la eliminación de todos los obstáculos que no permiten el desarrollo
natural de la actividad económica.
El
Estado en vez de impedir debería asegurar el funcionamiento del marco normativo
que asegure el funcionamiento de la libre competencia y estar solamente donde
no llegue el mercado para paliar situaciones de urgencia o necesidad.
AYUDA ESTATAL
La
ayuda estatal debe dejar de ser general.
Solo
se debe dar al que realmente lo necesite y que esa ayuda se acompañe con
incentivos para conseguir trabajo.
No
debe ser una carga demasiado pesada para los contribuyentes.
La
mejor ayuda no es por coacción, es voluntaria.
En Argentina, la
política de incentivar el odio a los ricos creó una elite chupasangre:
Funcionarios
del gobierno, sindicalistas, acomodados, protegidos con sueldos enormes y
jubilaciones espectaculares, además de los privilegios que les da el poder.
Es
así que estos nuevos ricos no lo son por el trabajo, la creatividad, el riesgo
de un proyecto, sino por las facilidades que les da un gobierno acaparador, que
con la mentira de los aumentos, licuados por la inflación, mantiene asegurados
los votos de quienes prefieren ser esclavos de las dadivas del Gobierno, en vez
de buscar el sustento por su cuenta.
La
prosperidad de sectores cada vez más amplios de la sociedad dependerá de si se
abraza el sistema democrático, republicano y capitalista.
Los
ejemplos que nos da la historia económica no nos permite dudarlo.
La
desigualdad es inevitable, no es producto de privilegios políticos concedidos a
personas o grupos por amistad o conveniencia, sino consecuencia de la acción
electiva de la gente, abierta a la competencia que se da en el mercado y, por
lo tanto, puede modificarse porque deviene, espontáneamente, de las acciones de
todas los individuos que participan en él.
La Justicia
contribuye a la paz social, impidiendo
cualquier violencia arbitraria sobre los bienes de las personas, incluso la del
poder político.
Este
último debe ser limitado para que el derecho de propiedad sea estable y
perdurable.
Se
debería rechazar la demagogia populista mejorando la democracia.
La
competencia de poderes tiende a no ser aceptada por quienes asumen el Gobierno,
sobre todo por funcionarios dirigistas e intervencionistas opuestos a la
libertad económica.
El cambio
político que necesita nuestro país tendría que comenzar por cambiar las ideas
de la gente y sobretodo del liderazgo, enseñar que la libertad, el bien más
preciado sobre la tierra, aunque algunos no se den cuenta hasta que la pierden,
se halla ligada a la idea de propiedad y a la de igualdad ante la ley.
Que
subsista depende de la forma y contenido que adopte el Gobierno.
De
él depende también la operatividad de la Justicia.
Todo
el que, sin prejuicios, intente ver la realidad tal cual es se dará cuenta que
cualquier política que vaya contra el sistema capitalista creará, como lo
muestra la historia del Mundo, un monstruo devorador de poder y riqueza.
Se
cumplirá lo que bien definió Mussolini:
""Todo
dentro del Estado, nada fuera de él""
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