Por
Darío Lopérfido
La decadencia
intelectual de conspicuos integrantes de organismos de derechos humanos es
imparable.
Ante
cada escándalo, parece que más bajo no pueden caer y sucede algo nuevo que
supera nuestro asombro.
Aquellas
personas que habían logrado, hace mucho tiempo, respeto, están terminando sus carreras con patéticas arremetidas autoritarias
que harán que pasen a la historia como miembros de una secta dogmática y no
como humanistas, que es lo que uno espera de gente que dice defender los
derechos humanos.
La
señora Taty Almeida, de Madres de Plaza de Mayo, fue junto a un grupo a la Casa
Rosada a reunirse con el Presidente y al término de la reunión afirmó: “Parece
mentira volver a esta casa que estuvo tomada por cuatro años”.
El
desprecio por el funcionamiento de las instituciones democráticas que
representa esa frase es monumental.
La
gestión del anterior gobierno puede gustarle más o menos a cualquier ciudadano,
pero decir que esa administración tuvo “tomada” a la Casa Rosada cuando fue un
gobierno que tuvo un nacimiento y desarrollo legítimo, otorgado por la voluntad
popular, es una expresión digna de
alguien que no tiene un mínimo de sentido democrático.
Entre
las muchas expresiones de rechazo que esto generó sobresale la de Matías Reggiardo, que expresó:
“Como
nieto restituido por Abuelas de Plaza de Mayo, quiero señalar mi profundo
rechazo y pesar por los dichos de Taty Almeida que pretende desconocer la
legitimidad de un presidente constitucional democráticamente elegido por el
voto popular”.
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