Pedro
Fernández Barbadillo
Fuente:
El Manifiesto.com
A
la vejez, viruelas.
Es
de agradecer que Sol Gallego-Díaz, la directora con la que más han caído las
ventas de El País, y su alegre muchachada hayan perdido la prudencia, el
disimulo y hasta el estilo literario de los años en que el periódico lo hacían
Juan Luis Cebrián y, sobre todo, Javier Pradera.
Ahora
no hay ningún tipo de control ni de matiz, de modo que los moderados y los
centraditos no tienen excusa para justificar la compra del periódico que se
inventó la repugnante ‘trama de los niños robados’.
En
este año, el boletín del Imperio Progre ha arremetido contra todo lo que huela
a España y a Cristo con la saña y los modales de La Traca.
Hago
una breve recopilación.
El
periódico pre publicó el capítulo del libro de un memo (catedrático de Física
él) que asegura que la Iglesia se opuso a las vacunas.
He
leído investigaciones sobre la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna, que
zarpó de La Coruña en 1803 para difundir la vacuna de la viruela en el Imperio
español, y en ellas queda bien claro que los obispos hispano-americanos
conocían perfectamente el nuevo método sanitario, promovieron la vacunación de
las gentes con exhortaciones y cartas apostólicas, mantuvieron a los
expedicionarios con dinero cuando hizo falta y hasta premiaron a los sacerdotes
que más fieles consiguieran vacunar.
También
convocó a tres historiadores adictos para refutar el concepto de Reconquista,
porque está asociado con Vox, y defendió la españolidad del califa Abderramán
III.
Uno
de los historiadores consultados, José Luis Corral, nos dejó con la boca
abierta al revelar la existencia de la "sangre musulmana".
No
se llamó ni a un solo historiador que tuviese una opinión contraria, siquiera
para darle más verosimilitud al reportaje.
En
otra pieza, se denunció que los partidos europeos llamados de extrema derecha tienen
una estrategia para reivindicar la Edad Media como una época de predominio del
catolicismo en la política y las costumbres y así no reconocer las
numerosísimas aportaciones del islam a Europa.
Después,
El País difundió a bombo y platillos el panfleto del profesor José Luis Villa
cañas contra María Elvira Roca Barea, por su libro Imperiofobia, al que acusa
de "destruir la inteligencia", ser antisemita y "un producto de
la factoría de Steve Bannon" y, por supuesto, de pretender la resurrección
de la versión franquista de la historia de España.
Al
menos, se aceptó un artículo de réplica de Roca Barea.
En
diciembre, la velocidad se ha acelerado.
El
20, casi cuatro años después de la primera edición de Imperiofobia, El País le
dedicó un reportaje para criticar su rigor mostrando catorce citas que
encuentra erróneas o exageradas.
El
22, Arturo Pérez Reverte, novelista que publica sus best-sellers en Alfaguara,
editorial de PRISA, pretendió ajustarle las cuentas a Roca Barea, que había
criticado el carácter de sus novelas, tenidas por la derecha boba por una
reivindicación del Imperio cuando en realidad apuntalan el tópico de una nación
gobernada por frailes fanáticos y nobles imbéciles.
El
23, un biógrafo del Cid Campeador asoció a éste con Franco. ¡Qué original!
Y
el día de Navidad, El País recuperó una columna de 2018 del cura secularizado
Juan Arias, en la que explicaba que Jesucristo no era Dios, que estaba casado
"sin duda" con María Magdalena y que todo lo que cuentan los
Evangelios es una "tierna leyenda", o sea una mentira.
¿Por
qué tenía que estar casado quien llamaba a sus seguidores a abandonar a sus
familias para unirse a él?
¿Cómo
lo sabe Arias?
Si
los evangelistas carecen de autoridad, ¿por qué la tiene que tener Arias?
¿Por
qué hemos de celebrar una mentira?
¿Porque
entonces Arias y sus amigos progres pierden su chiringuito?
Si
bien la obsesión de El País con el catolicismo no es nueva, en cambio asombra
la cantidad de páginas dedicadas este año a María Elvira Roca Barea.
¡Cuánto empeño
en destrozar un libro que ha vendido ya más de 100.000 ejemplares!
Estoy
convencido de que una de las culpas de la autora es no haber editado el libro
con las editoriales de PRISA, que la empresa está muy necesitada de ingresos.
Y
otra, la de tratar de bajar de los hombros de los españoles el fardo de la
‘leyenda negra’, tan pesado que no nos permite andar al mismo paso que los
franceses, esos benefactores de la humanidad (además, de millones de muertos,
la mayor destrucción de patrimonio artístico en Europa la causaron las tropas
de la Revolución y de Bonaparte), o los británicos.
La
historia de España la han escrito sus enemigos y sus envidiosos.
Pero
no los de fuera, sino los de dentro, aquellos a los que les habría encantado
ser mariscales de Napoleón para robarse la Inmaculada de Murillo y colgarla en
su palacio.
Como
Roca Barea pone en peligro su negocio, están que muerden.
Y
es que el negocio de la hispanofobia es muy rentable.
Tiene
abiertas sucursales en París, Londres, Madrid, Bruselas, Hollywood, Barcelona,
Bilbao, Ámsterdam, Rabat…
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