NO TODO ESTA PERDIDO
Sin
embargo no todo está perdido.
En
la Argentina ha surgido una novedosa utopía.
Una
arcadia o Ciudad de los Césares criolla:
La Utopía de la
Mediocridad, del chiquitaje, de lo menguado y de lo insignificante.
Su
fuerza irradiadora de potencia es la solidaridad regimentada desde el centro
del Estado.
Obligatoria.
Inapelable.
Pensada
por un grupo de profesionales de la política que de tanto en tanto se reunían
en un bar de la calle Callao, herederos putativos del Grupo Calafate,
antecedente de Carta Abierta, por aquel misterio que aún no tiene respuesta
¿se puede ser un poquito progre?
Dejando
de lado la trascendente decisión del Presidente de la Nación de viajar a
Israel, al parecer por sugerencia de Cristina, el resto luce ramplón, enano y
fundamentalmente contradictorio.
El actual
Presidente de la Nación formó parte de un gobierno que le cargó al Estado,
entre empleados y jubilados sin aportes la friolera de 4 millones de personas.
Como ahora los
números no cierran, los jubilados que aportaron deben sostener a los
incorrectamente incorporados.
No hay
insolidaridad en la queja el inconveniente es que lo hace un gobierno que ha
tenido responsabilidad política en la corrupción más escandalosa de toda la
historia nacional y que encima presiona moralmente para frenar los juicios en
marcha.
Carecen de
autoridad moral por más que tengan los votos.
Pagaron
parte de la campaña electoral pasada con aportes provenientes de la droga.
¡No
hay grandeza!
Que
los jubilados banquen a otros jubilados es una política tan menor que apena la
implemente un gobierno argentino.
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