La
conmemoración del Día Internacional del Holocausto se hará en Jerusalén el 23
de enero, aunque las invitaciones cursadas a los líderes mundiales instaban a
llegar el 22 para participar de una cena de Estado organizada por Reuven
Rivlin, presidente de Israel.
Habían
confirmado Vladimir Putin y Emmanuel Macron, entre otros, y la embajadora Ronen
ya dudaba de la posibilidad de recibir a Alberto Fernández en el aeropuerto Ben
Gurion.
Hacia
mediados de enero, cuando aún era noticia internacional que Estados Unidos
había terminado con el general iraní Qassem Soleimani, la embajadora israelí
insistía en la Casa Rosada para saber si había novedades acerca de la
invitación cursada por su país a la Argentina.
Julio
Vitobello, secretario General de la Presidencia, trataba con extrema amabilidad
a Ronen, pero Alberto Fernández tenía
otras urgencias y no se decidía.
El
miércoles pasado, Cristina Fernández de Kirchner invitó a cenar a Alberto
Fernández.
Había
regresado de Cuba y tenían muchos asuntos que tratar:
Desde
la negociación de la deuda externa al encuentro con Francisco en el Vaticano.
CFK
tiene opinión formada sobre todo, y los años fuera del poder real le
permitieron tomar distancia de los hechos mundiales y ahora observar el tablero
mundial desde otra perspectiva personal.
La
vicepresidente asume que su decisión de firmar el Memo con Irán, su crítica
despiadada a la Casa Blanca y su alianza tácita con Venezuela, China y Rusia
terminaron por aislar su gobierno y transformar su gestión en una hecho
político lapidado en las principales capitales del mundo, incluidas Washington,
Paris, Madrid, Berlín y Tel Aviv.
Esa
cruda realidad geopolítica, que implicaba las miradas con cierto sarcasmo en
las cumbres del G20 o en las Asambleas Generales de la ONU, fue un aprendizaje
de Cristina Fernández que hizo valer en la cena que compartió con Alberto
Fernández.
El
presidente comentó que había sido invitado a la conmemoración del Día del
Holocausto en Jerusalén, y adelantó que no pensaba ir por su completísima
agenda de política doméstica.
Frente
al anuncio presidencial, Cristina Fernández de Kirchner recomendó que fuera a
Jerusalén.
La
ex presidente -exhibiendo su capacidad para leer la agenda global- argumentó
que la ausencia de Argentina podía ser interpretada como una toma de distancia
de Israel y Estados Unidos en plena crisis de Medio Oriente, y a su vez,
profundizaba los enfrentamientos en la sociedad causados por la muerte de
Alberto Nisman.
Desde esta
perspectiva, el viaje relámpago de Alberto Fernández a Jerusalén servía a dos
fines específicos y complementarios:
Un
acercamiento diplomático a Benjamin Netanyahu y a Donald Trump cuando se inicia
la negociación de la deuda externa y un mensaje directo a los sectores de la
sociedad argentina que cuestionan al gobierno por su posición frente al
asesinato del fiscal federal y la pericia de la Gendarmería Nacional que avala
esta conclusión en la causa Nisman.
Al
otro día, jueves 16 a la mañana, Alberto Fernández anunció al jefe de Gabinete,
Santiago Cafiero, y al canciller Felipe Solá, que viajaba a Israel para
participar de la Conmemoración Internacional del Holocausto.
El
presidente decidió que partiría con una delegación mínima:
La
primera dama, Fabiola Yañez, Solá, el secretario de Asuntos Estratégicos,
Gustavo Beliz, el gobernador Axel Kicillof, el diputado Eduardo Valdés y el
vocero Juan Pablo Biondi.
El
próximo martes 21, Alberto Fernández y su comitiva partirán desde Ezeiza rumbo
a Jerusalén, con una escala de dos horas en Roma.
Se
alojaran en el legendario hotel King David y horas después de su llegada (22 a
la tarde), el presidente argentino participará de una cena de Estado que
convocó su colega israelí Reuven Rivlin.
Será
la primera vez que, cara a cara, Alberto Fernández se encuentre con Macron,
Putin, el vicepresidente americano Mike Pence y la reina Máxima de Holanda,
entre otros líderes mundiales.
Una
excelente oportunidad para contestar tres preguntas que se hace la diplomacia
internacional:
Cuál
es su mirada sobre el mundo, cómo hará para resolver la crisis de la deuda
externa
y cuánto influye Cristina
Fernández en sus decisiones políticas.
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