Ella
agoniza…
Laureles
mustios coronan su sien.
El
peso de las cadenas agobian su brazo,
tantas
veces levantado con orgullo.
Cadenas
que no han sido rotas,
cadenas
de impunidad,
cadenas
manchadas de sangre.
Cóndor
de vuelo rasante lastima su orgullo.
Laureles
mustios que supimos conseguir.
¡Madre,
no te rindas!
Si
te inclinas al peso del dolor;
¿Qué
nos queda?
Tus
hijos clamamos por ti.
Madre
, no te rindas…
María T. Nannini
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