Es
el argumento el razonamiento que se emplea para demostrar una proposición, o
para convencer a otro de aquello que se afirma o se niega.
Proviene
del latín “argumentum” y esta a su vez está
compuesta por “argüere” que significa “dejar en claro” y “mentum” cuyo significado
corresponde a “instrumento, medio o resultado”
Podemos
decir que argumento es dejar en claro un asunto a través de un instrumento.
Un
argumento es una especie de prueba o demostración acerca de un tema específico,
que debe ser basada en el razonamiento lógico para que pueda ser aseverado.
Su
objetivo es tratar de convencer o
persuadir a la persona a la cual se expone sobre la veracidad de lo que se
dice, acerca de un tema particular que
se discute en un lugar y tiempo dado.
El argumento
debe ser convincente, consistente, sin contradicciones y sólidamente expuesto,
de modo que tenga credibilidad y no
pueda rechazarse.
Un
argumento se expone por razones fundamentadas en el hecho de que se desea
sustentar una hipótesis o idea y así
justificar lo que se considera verdadero.
Desde
el punto de vista filosófico, hay que diferenciarlo de la prueba ya que el
argumento, pretende una adhesión personal mientras
que la prueba tiene una demostración lógica y de validez universal.
El
que lo emplea, lo hace por creer haber adquirido un conocimiento, y en base a
ello argumenta.
Asimismo
incluye en sí una valoración, ya que se argumenta a favor o en contra, y por lo
tanto valorando la decisión argumentada.
También
lleva acompañado un acto de voluntad, ya que el mismo incide, dada la
coherencia, en el comportamiento que haremos en nuestra existencia de acuerdo a
lo aceptado.
Platón
ha señalado diversos tipos de conocimiento:
La
opinión, propia del alma que nos permite tener una cierta comprensión del mundo
sensible, de la experiencia, y la ciencia que nos permite alcanzar el verdadero
conocimiento el de las ideas o esencias.
Y
dentro de la opinión señala la conjetura cuando vemos la sombra de aquello que
predicamos y la creencia cuando lo percibimos directamente.
Hay
pues una diferencia de conocimiento referida al mundo sensible y al mundo
inteligible, y de acuerdo a como sea nuestro argumento, reflejaremos que clase de conocimiento empleamos.
En
la vida de relación permanentemente usamos el argumento, para señalar nuestras
ideas, nuestras proyecciones y para justificar nuestro comportamiento.
Muchas
veces usamos estrategias para convencer al otro sobe valores e ideas.
En
la política y en la publicidad, se emplea el argumento para conseguir que la
idea, el valor o la propuesta que se plantea, sea aceptada por la gente, y que
posibilidades tiene de expandirse.
El
argumento a veces puede parecer lógico y hasta verdadero, aunque en sí sea
falso, y su convencimiento dependerá más
del discurso y la postura de quien lo dice, que de la verdad del mismo.
La
veracidad del argumento depende en última instancia si la conclusión que de
ellos surge es válida.
Hay
un contexto en el cual se emplea que depende de las creencias, las costumbre y
las ideas del grupo social al que se dirige, como así de las convenciones que
imperan en la mismo.
Nuestros
argumentos dan la pauta de nuestra alma y nuestro corazón.
Que
queremos señalar con ellos:
Que
es lo que defendemos y que es lo que criticamos.
Cuál
es la idea y el camino que queremos promover, inculcar o enseñar a los demás.
Son
acaso buenos para todos, impulsan un criterio de unidad, de paz, de equilibrio,
de libertad, de justicia, de solidaridad y de bondad.
O
sólo promueven nuestros deseos, nuestro egoísmo y nuestros privilegios.
Todos
tenemos algo que decir, y aquellos que decimos significa quienes somos.
Ojala
aquello que argumentemos esté señalando que somos seres de luz, que buscamos un
mundo mejor y la felicidad del hombre.
Elias
D. Galati
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