La
vicepresidenta de la nación nos mete en un berenjenal diplomático con los
italianos por su tirria con el ex presidente y se pelea con el Fondo Monetario
Internacional con el que se supone que estamos negociando.
Nada
de esto provoca el mínimo gesto en los seguidores y fanáticos del gobierno.
Simplemente ya
decidieron que éste es el paraíso en el que quieren vivir.
Esa
parte que no llega a la mitad de los habitantes del país quiere vivir así y que
los demás también vivan así.
En
las crisis anteriores los mayores intentaban por todos los medios convencer a
sus hijos o a sus nietos de que se quedaran, que la pelea valía la pena y era
acá donde se daba.
Evocaban
sus propios tiempos duros, lo difícil de la vida en el extranjero, la
incomodidad de las nuevas costumbres, el dolor de la distancia.
Hoy
eso también se ha quebrado.
El
mazazo histórico que recibieron el viernes los jubilados no se disimula ni con
el enorme poder de fuego mediático puesto en marcha para hacer creer que un ajuste
brutal en haberes de $16.500 en adelante fue en realidad un “aumento”.
Por ley, a
todos los jubilados les correspondía un 11,56% de aumento.
Por
decreto quienes cobran $16.500 recibieron 11,39% y de ahí en más las escalas
bajan hasta un 3,6%.
Cómo
volverán de esta traición a sus seguidores tantos medios complacientes que
festejan el “aumento” es un intríngulis que por ahora no parecería importarles.
Supondrán que la quemazón no les tocará.
Miles
de pesos por mes que el Estado debía por ley devolver a los jubilados, quedaron ahora en manos del gobierno.
¿Qué
tiene de justicia “achatar” la pirámide?
En
un sistema justo quienes más cobran son quienes más aportaron.
“Aportaron”
quiere decir que es dinero que ellos
pusieron en el sistema, dinero que ganaron trabajando y que hoy un decreto presidencial les ha robado.
El viernes el
Estado dio una señal más de a quién castiga y a quién beneficia.
Castiga
a los que trabajaron, fueron productivos y contribuyeron al sistema con su
sacrificio.
Por supuesto, el
relato, totalmente refractario a cualquier dato de la realidad, habla de
favorecer a los desprotegidos.
Ese
esfuerzo que hoy se pide a quienes cobran desde 16.500 pesos en adelante es
para seguir sosteniendo un aparato burocrático que está llegando a niveles
nunca vistos, no para bajar el déficit que sería algo que largo plazo nos
beneficiaría.
Por eso hoy ya
los mayores no les insisten a sus descendientes que no se vayan.
Viven
la impotencia del que trabajó toda su vida, fue honesto, se privó de vacaciones
o mínimos gastos y hoy siente que un
grupo privilegiado de políticos, en nombre de la “solidaridad”, usan su
dinero para despilfarro propio o, otra vez, fidelización partidaria.
No suena casual
el castigo.
Las
personas mayores fueron de los más críticos al nuevo gobierno y ven
en lo del viernes en una venganza perversa.
Ahora
vendrán los juicios pero la lógica
del poder contará con la lucha entre los tiempos biológicos y los tiempos de la
justicia.
Sí,
esperará ganar por abandono como ya lo hiciera Sergio Massa en tiempos en que
dirigía el ANSES.
Que
hagan juicio y traten de no morirse antes.
Y
si sobreviven, que sea un próximo gobierno el que se haga cargo.
Con
lo terrible que es que a quien aportó toda su vida le saquen miles de pesos, no
es lo peor que ha ocurrido el viernes.
Lo
peor fue que lo que estaba institucionalizado se convirtió en concesión
graciosa del rey.
Se perdió un
derecho y se ganó una dádiva.
Esa
parte del país que no eligió a esta administración no quiere vivir de dádivas.
Hoy
los mayores ven que sus hijos, sus nietos se van y no tienen fuerzas para
retenerlos.
Sólo
se preguntan ¿quiénes quedan para dar vuelta esto?
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