Desde sus orígenes la filosofía ha señalado dos posiciones en su camino por determinar el conocimiento.
El hombre es y el hombre está.
Esencia y Existencia.
El ser que existe.
El estar del ser constituye la forma en que vive.
Hay diversas formas en que el hombre está en relación a su yo íntimo, a su interior, que va a determinar su comportamiento y su actitud en la vida.
Una de esas formas del ser es estar enamorado.
La existencia del hombre se nutre del amor y determina que su enamoramiento potencie su existencia y la irradie a los demás.
El ser del hombre es fruto del amor y ese amor se proyecta en su existencia convirtiéndose en un amando, que posibilita la devolución de ese amor sobre sí y sobre los demás.
Enamorarse es asumir una actitud activa.
En lugar de ver pasar las situaciones, entrar en ellas, actuarlas y concretar un episodio de comunicación y de intercambio de sensaciones y emociones.
Es tomar la palabra en la vida y convertirla en acción.
Es superar las estructuras y desde el lugar del sujeto dar valor y sentido a las relaciones.
Se construye así una identidad, el ser enamorado, en una dimensión histórica concreta.
Ese ser tiene como primer valor el amor, y como modelo de conducta brindar ese amor, impostado en la figura de la amada o el amado.
El amor es una fuerza irresistible.
Se apodera de ti y te potencia al infinito.
El amor es absoluto.
Los gestos, las actitudes, las acciones del enamorado, se distinguen por esa policromía que el amor derrama sobre el ser.
La naturaleza toda, se vuelca en una relación, que alguien ha imaginado en su interior, y la ha puesto en acción, asumiendo la actitud de enamorado y transmitiéndola.
Cómo un pétalo que se abre, como un ser que viene a la vida, como un amanecer que pinta el cielo y nos asombra, deslumbrándonos, así al estar enamorado,
la realidad se tiñe de otra forma, la vida se nos plantea distinta, y la existencia cambia, permitiendo que se goce, se disfrute con alegría y placer la condición esencial de todos nosotros, que es vivir del amor y para el amor.
Porque el amor es la primera condición.
Su aceptación lo hizo diferente; vibra, goza y siente en otra dimensión.
Está adornado con la ternura, la dulzura, la gracia, el fulgor que irradia el amor, que lo posee desde su interior.
Estar enamorado es percibir la vida en su realidad y en su totalidad
Es de tal magnitud que desborda.
Porque no puede vivir sino amando, y no concibe otra manera de vivir, sintiendo que debe transmitirla a los demás.
El amor es un acto de generosidad, no puede quedarse en uno: no sería amor.
Debe transmitirse como condición necesaria.
De esa transmisión surge el comportamiento del enamorado.
El que ama, entrega, sirve, gratifica, da alegría y placer.
El que ama no acepta violencia, discriminación, odio ni rencor.
Entrega su corazón desinteresadamente, sin esperar nada, sólo por amor.
Su gozo es compartido, su alegría es hacer feliz al otro, su placer es que exista un mundo mejor.
Vive para amar y ama para vivir.
El otro forma parte de si; es él mismo reflejado en la alteridad
Más allá de la ternura física, exterior, las caricias, los besos, hay una dulzura y una ternura interior, la de sentir y compartir en su alma y en su corazón al otro, tal cual es, con sus condiciones y sus diferencias, y colocarlo dentro de ese amor que brota de sí y que ilumina la relación.
El amado o la amada está en su corazón, forma parte de sí mismo, eso es estar enamorado.
Vivir de ese modo significa creer en el hombre, en un mundo mejor y en una existencia dichosa y feliz.
Elias D. Galati
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