Si
continúa la carrera por el poder, entre Cristina y Alberto, con ella soplándole
al oído, no habrá motivos para ser optimista.
El
sistema capitalista para funcionar requiere de más pluralismo, libertad, y
creatividad de las personas.
Aniquilar
la espontaneidad civil es el mandato de la ex presidente, por ello necesitan
aumentar el poder.
Un
gobierno basado en órdenes se basa en planificar a la sociedad:
La
economía, la cultura, la educación.
Su modelo no es
Estados Unidos sino Cuba.
Allí
no solo han acabado con la institucionalidad liberal, también con la calidad
ética de la ley y de su aplicación.
Desapareció
la posibilidad que tienen las sociedades abiertas de intercambiar bienes y
servicios aumentando la pobreza general, salvo la de los burócratas gobernantes
que monopolizan el poder.
Aunque
Alberto Fernández no es ni la sombra de Juan Domingo Perón, en nuestro país,
sobrevive el modelo, un sistema que permite al Estado manejar la redistribución
de la renta nacional y buena parte de la privada, haciéndole creer a la gente que
el Gobierno es el clon de Robin Hood.
Así
es, como se van reduciendo los mercados.
Pero
no termina allí la cosa, como se comenzó desde el primer gobierno kirchnerista,
pretenden convertir a la educación en un sistema de control político, como así
también, dominar la información de los medios de comunicación.
El
miedo ha hecho estragos en la televisión y la radio.
Periodistas
valientes quedan pocos.
No
se arriesgan a un despido.
Los
héroes siempre han sido escasos.
Casi
todos protegen al gobierno aunque sean desatinadas sus opiniones y medidas.
Los funcionarios
y La Cámpora ya se han acomodado, son un sector privilegiado.
Mientras,
el Presidente, no logra diferenciarse más que en el modo:
Navega
en el mar kirchnerista en un bote con muchos agujeros.
Se agrega
enemigos por el tema del aborto y el aumento exorbitante de las retenciones al
campo sin inspirar confianza a los inversores.
La
emisión monetaria es el único recurso seguro del gobierno, no hay hasta el
momento una real preocupación por combatir la inflación.
La
política económica nos llevará a abandonar los forzados índices actuales, debería
ser un mago el ministro de economía, si no procura reformas que bajen el gasto
que lleva a un excesivo déficit fiscal.
Se
están debilitando los apoyos institucionales que impulsan la creación y
acumulación de riqueza, o sea, se
está evitando el progreso económico que necesita Argentina para despegar.
En
pos de lograr el monopolio del proceso redistributivo obligan al sector más
productivo -que había desarrollado fenomenalmente, cuando el Estado no
intervino, en calidad y cantidad la producción agrícola- a darles el 50 % por
ciento de su renta.
Como
bien me decía un productor amigo hace unos días:
"Compramos
nuestros insumos con dólar de 84 y vendemos los cereales con dólar de 62.
Restamos
el 33 % y nos queda el 41 Se llevan
el 50 %".
El
Estado se queda con el 70 % de lo que produce una hectárea de soja.
¿Cómo
apostar a un país que persigue, impositivamente, de este modo?.
El
sistema capitalista para funcionar requiere de más pluralismo, libertad, y
creatividad de las personas.
Si
se rechaza, como ocurre en nuestro país, por la mayoría de los intelectuales y
políticos, disminuirán los niveles de producción y productividad y de este
modo, la posibilidad de satisfacer las necesidades mínimas de muchas personas,
quienes, ingenuamente, responden con su voto a devotos de la utopía socialista,
aprendida y defendida en las universidades, incluso en las más acreditadas.
Desde
el primer peronismo, en la mayoría de los intelectuales, periodistas,
profesores universitarios, de centros de educación privados y estatales, persisten las ideas socialistas y
nacionalistas, que rechazan al sistema capitalista.
Usan
las ideas de igualdad, justicia social, distribución equitativa de la riqueza,
para combatirlo.
Les
ha dado resultado.
Las
utopías son atractivas, como la que generalizaron los marxistas, de tener cada
uno de acuerdo a sus necesidades.
Parece
mentira que acompañen a un sistema que más tarde o más temprano termina con la
libertad de expresión, sin la cual no vale nada la profesión.
CAMINO A LA
DICTADURA
El
sistema que ha enamorado a Chávez, Maduro, Perón, los Kirchner, entre otros
gobernantes del estilo, nos lleva a la dictadura, donde se destruye el
sindicalismo independiente, se restringe la libertad de prensa, el gobierno
maneja los fondos públicos, y buena parte de la producción privada.
Allí
se es alcahuete del régimen o no se trabaja, si es que no le inventan una causa
para pudrirse en la cárcel.
Hay que comulgar
con las ideas y acciones de quienes ejercen el poder aunque muestren un mal
desempeño y enorme despilfarro.
A
la Unión Soviética -implosionó a la vista de todo el mundo, con solo una
industria de guerra desarrollada- Estados Unidos, con economía capitalista, le
pasó por arriba en progreso político, ético, y económico. Solamente con
comparar, en las dos experiencias, la calidad de la Justicia en la defensa de
los derechos individuales y como garante de la propiedad privada, basta para
comprender el por qué.
Pero
hay muchos, aún, que no quieren aprender, deben primero pasar por desgraciadas
experiencias para hacerlo y, aún así, no son pocos a los que les cuesta cambiar
de opinión por la incertidumbre que ello provoca.
Es más fácil
mantenerse en el error cuando hay ventajas rendidoras dentro del mundillo
político o intelectual.
Si
continúa la carrera por el poder, entre Cristina y Alberto, con ella soplándole
al oído, no habrá motivos para ser optimista.
Para
salir del pozo se necesita una escalera y ésta depende de la calidad de la
justicia, del gobierno limitado, de una sociedad civil fuerte donde sean
respetados los derechos individuales, donde no haya una militancia
anticapitalista como desde hace tanto tiempo existe en nuestro país.
Si
no se comprende que es imposible combatir la recesión sin cambios estructurales
en el sistema tributario y previsional, llevando al Estado a un tamaño
razonable, evitando la intromisión en el sector privado, seguiremos como el
gobierno anterior sin atraer inversiones por falta del combustible, la energía
y creación, que solo se generan con la apertura de la economía.
El coronavirus
nos muestra que nunca estaremos libres de calamidades y desgracias, pero, es
inconcebible, que pudiendo aumentar la producción y la productividad que hacen
posible el ahorro y la inversión, se
lastime la propiedad privada, se achiquen los mercados y se disminuya
la calidad de vida, por ideas erróneas fracasadas en buena parte del mundo.
Nos
hemos olvidado cuales fueron las consecuencias de eliminar la libertad de los
mercados, la propiedad privada y la iniciativa individual por las órdenes de la
burocracia estatal: el comunismo, el nacionalsocialismo, el fascismo, "el
camino de servidumbre".
Estos
sistemas olvidan que las sociedades son el resultado de las necesidades de los
hombres, por lo tanto, deben ser libres los intercambios humanos si es que
nuestra meta es mejorar la humanidad.
La
manera es preservar la sociedad del conocimiento, avanzando en los logros que,
desde el fin de la Segunda Guerra, el sistema capitalista permitió concretar en
mejoras materiales, culturales, científicas, tecnológicas y éticas.
La
socialdemocracia, sistema híbrido, tampoco da los resultados esperados.
Varios
países de Europa lo vienen mostrando.
No
asimilaron lo suficiente la fallida experiencia económica laborista de Clement
Atlee, en 1945, similar a la peronista.
A
la sociedad argentina le faltan numerosos grados de apertura que aparecerán
solo con la vigencia de la opinión pública institucionalizada, una economía
capitalista y las garantías constitucionales de los derechos civiles.
La
peor pandemia es la que trae el socialismo y su primo hermano, el nacionalismo
popular, que tiene profundas raíces en nuestro país.
Necesitamos
liderazgos que las corten.
¿Podemos
imaginar acabar con la pandemia del coronavirus y enfermedades terribles, sin
productividad, competencia, acumulación y concentración de riqueza, ciencia y
técnica, que nos han permitido vivir inmensamente mejor y por muchos años más?
La
pobreza ya no es mal de todos como era en el pasado, hoy es de una minoría.
El
sistema capitalista real ha sido muchísimo mejor que el socialismo real.
La
historia nos lo muestra.
No
hay más que decidirse a seguir el rumbo que lo fortalece si es que se quiere
tener éxito...
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