La
presión tributaria alcanzó niveles extremos.
Cualquier atraso en el cobro de
impuestos por la crisis local e internacional deberá ser compensado con ahorro
de gasto público
Por
Roberto Cachanosky
No sabemos
cuánto tiempo va a durar esta pandemia del coronavirus y si se encontrará la
solución al problema.
Lo
cierto es que de extenderse en el tiempo esta crisis, inevitablemente cambiará
la forma de trabajar.
Desaparecerán
millones de puestos de trabajo y se crearán otros.
En
lo inmediato hay sectores que recibirán el impacto negativo de la pandemia en
forma plena:
Compañías
aéreas, comercios en los aeropuertos, hoteles, restaurantes, bares, shopping
centers, teatros, cines y todo lo que tenga que ver con el espectáculo.
Incluso
los salones que se alquilan para conferencias pierden ingresos al suspenderse
congresos, seminarios, etc., lo cual afecta, por carácter transitivo, al
sonidista que contratan y vive del trabajo que le brindan esas conferencias,
los servicios de catering, el que filma la conferencia, etc.
De
manera que cabe prever mucha gente que la va a pasar muy mal, y esa gente es toda del sector privado.
Ni
hablar de sectores como inmobiliarias o las concesionarias de autos.
Si
ya venían mal, con este tema es muy probable que la gente postergue las escasas
decisiones de invertir en una propiedad o cambiar el auto.
¿Quién
suelta un dólar ahora?
El
señor del kiosco, que trabaja con lo que le vende a la gente que pasa por su
negocio, también va a tener menos ingresos por el menor flujo de gente.
Otro
que va a sufrir las consecuencias económicas.
Considerando el
sobredimensionamiento del Estado, luce razonable que los empleados públicos
ligados a la burocracia, de todos los niveles de gobierno, también hagan su
aporte y cobren un sueldo menor al que reciben.
Ellos
viven de los impuestos que genera el sector privado, el cual estará colapsado
por la falta de ventas que le impedirá pagar impuestos.
Por lo tanto, no
habrá plata para sostener un aparato burocrático sobredimensionado.
Ese
menor sueldo se lo puede compensar parcialmente con los empleados estatales
quedándose en sus casas y ahorrándose transporte y comidas fueras del hogar.
Esfuerzo
compartido
No
luce lógico que mientras el sector privado agoniza económicamente, la burocracia estatal siga cobrando como
si en el mundo no pasara nada.
Justamente,
en este momento de crisis, es fundamental que el gobierno decrete una amplia
desregulación de la economía para que se tengan que hacer menos trámites que
complican la operatoria del sector privado, al punto que en épocas normales
tienden a paralizar las operaciones de las empresas.
Eliminando
regulaciones, habrá menos trámites que realizar, menos movimientos de personas
y menos empleados públicos utilizando medios de transporte con el riesgo de
esparcir el virus.
Por
ejemplo, hoy existe la tasa de abasto, que es una tasa que cobran los
municipios a quienes entran con productos alimenticios.
Un
camión con que lleva hamburguesas a los comercios de un partido a otro tiene
que hacer el trámite para abonar ese cargo, que es una especie de aduana interna.
Esto
es muy común en la provincia de Buenos Aires, y puede eliminarse, hay en
toneladas de casos en todo el país.
Pareciera
complicado declarar un cese de actividades por 10 días o más, porque hay mucha
gente que vive de su ingreso diario, como el de un taxista que alquila el auto
con el que trabaja, y por tanto no cuenta con ingresos suficientes previos para
poder resistir ni una semana.
Pero
dentro de todas las malas noticias que se presentan para la economía por el
coronavirus, la buena noticia es que hoy se dispone de un salto tecnológico que
permite seguir realizando muchas tareas a distancia.
Por
ejemplo, las secretarias pueden trabajar perfectamente desde sus casas y
comunicarse con sus jefes por Skype, WhatsApp, mail, teléfono o celular.
Pueden
hacerse puentes para recibir y transmitir llamados telefónicos.
Las
reuniones presenciales de trabajo se pueden hacer en forma grupal en cualquier
plataforma que sea un meeting room virtual, como ya están practicando muchas
consultoras de profesionales con sus clientes de empresas que antes se hacía
presencialmente.
Experiencia
propia
Las
aulas virtuales no son algo nuevo.
Por
lo menos existen desde hace 20 años.
Mi
hermano, fallecido, fue un pionero en dar clases de postgrado por internet.
Personalmente he
dado clases en sus cursos en aulas virtuales donde había alumnos que entraban
al aula virtual en forma simultánea desde Tucumán, México, Colombia, Guatemala
y otros países de Centro América, que era donde se había enfocado el mercado de
esos postgrados.
De
manera que las clases de colegios y universidades pueden seguir dándose sin
problema.
Hay
aulas virtuales que permiten seguir normalmente con las clases.
También
el Papa Francisco optó por esa modalidad para mantener sus compromisos con la
comunidad.
Lo
mismo se pueden seguir haciendo conferencias online en meeting rooms que
aceptan hasta 200 participantes simultáneamente.
Las
compras online son otro mecanismo que permiten seguir teniendo actividad
económica sin aglomeraciones.
Si
la epidemia se extiende en el tiempo, posiblemente los supermercados tiendan a
desaparecer y aparezcan más comercios de barrio.
No
es nuevo el delivery.
50
años atrás existía el almacén de la esquina al que uno le llevaba el pedido y
lo traía “el chico del almacén” en un gran canasto de mimbre.
Ahora
se modernizó y hay aplicaciones en los celulares que permiten hacer las compras
online y llega la moto o un camión de reparto.
El
que tenga el sistema más eficiente para recibir y entregar los pedidos ganará
más mercado.
En
lo que hace a las fábricas, tienden a estar automatizadas.
Ya
no es tan común que en las industrias haya legiones de operarios en la planta.
Un
auto lo fabrica un robot, no legiones de operarios pintando el auto, poniendo
tornillos y ruedas.
En
definitiva, la mayor cantidad de puestos de trabajo hoy día está en el rubro
servicios y dicho rubro en gran medida puede hacerse vía internet.
El
tema consistirá en tener un buen servicio de Internet y logística de
distribución.
Y ahí se
advierte que muchos puestos de trabajo en el Estado no cumple ninguna función
útil
y obligan a mantener muchos trámites que sólo constituyen trabas que inventan
los mismos burócratas para justificar su puesto de “trabajo”.
Esos
también tienen que reconvertirse como cualquier ser humano del sector privado
que todos los días se levanta para ver cómo hace para sobrevivir.
En
definitiva, ante la cruda realidad del coronavirus, todos tendrán que repensar
la forma de trabajar y, tal vez, sea el
momento en que el Gobierno reformule toda esa inmensa burocracia que ya no
podrá ser solventada por el sector privado y entorpece el funcionamiento del
sector productivo.
Todos
deberían poner las barbas en remojo y no hay sector que se sienta con el
derecho a ser privilegiado como es la burocracia estatal.
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