El
5 de mayo de 1975, Ladislav Svedja (entre el 30 de diciembre de 1974 y 30 de
septiembre de 1977, “Smolik” fue la titular de la Inteligencia checoslovaca en
Buenos Aires y figuraba como Secretario de Tercera en la Embajada y firmaba
como Smolik) envió un análisis de la reunión con el mandatario chileno por
valija diplomática a la Central de Praga, sosteniendo que la Presidente Perón
“durante el encuentro con el presidente Pinochet en la base aérea de Morón, con
su comportamiento exagerado y de mal gusto, apoyó las fuerzas extremistas de
derecha en el país.
Se
puede decir que de este modo mostró la dirección de su gobierno […] su postura
significa un viraje absoluto a la derecha de toda la política gubernamental,
siguiendo las ideas políticas pro norteamericanas y de López Rega.
De
este modo ayudaría a sacar al gobierno de Pinochet de su aislamiento
internacional y esto cuenta con la ayuda de medios militares.”
Una
semana más tarde, desde Santiago de Chile, el embajador argentino Carlos Amaya
envió la Nota “Reservada” Nº 169, del 25 de abril de 1975, en la que informó
sobre la repercusión en los medios políticos y periodísticos de la cumbre
Perón-Pinochet.
“...la
consigna (de la Junta Militar que gobernaba Chile) parece haber sido la de
cubrir la información con amistosa sobriedad. En general se consideró al evento
como importante y significativo dentro del esquema de la relación bilateral.”
Amaya
centró su atención en la importancia que la prensa trasandina dio al encuentro,
sosteniendo que “implicaba para Chile un cierto aval, una suerte de respaldo
frente a la comunidad internacional donde su situación sigue siendo
comprometida”.
También
afirmó que los medios periodísticos destacaron que se trató de una conversación
“entre los mandatarios preocupados por similares problemas: la subversión, el
sistema interamericano, el precio de los hidrocarburos...”.
También
trazó la preocupación por ciertas interpretaciones que los medios chilenos
dieron a la agenda no pública de ambos mandatarios, como el “avance de Venezuela
como centro de poder en Latinoamérica y la situación de Brasil.”
El
embajador argentino no dejó de señalar al canciller Juan Alberto Vignes que la
Democracia Cristiana opinó “por vía de sus dirigentes que el Presidente
Pinochet ha obtenido un respaldo sino a su gestión por lo menos a su condición
de Presidente de Chile.”
“El
ex Presidente Eduardo Frei Montalva manifestó en privado que Pinochet debió
haber hecho una visita de Estado y no celebrado un encuentro.
Debió
haber ido a visitar la Corte Suprema, realizar una gran recepción, etc.”.
A
continuación Amaya explicó:
“Claro
que Frei opina imbuido por la nostalgia de su presidencia, época en la que las
circunstancias permitían otro tipo de ceremonial....”
Como
deseando congraciarse con el pensamiento de su gobierno, Amaya escribió:
“Todos los
chilenos más que saben, sienten, que en este dificilísimo trance que atraviesan
por imperio no sólo de una orquestada campaña exterior, sino por un cúmulo de
graves problemas, la Argentina, en la persona de su Presidente ha estado de su
lado.
Es un hecho, una
verdad histórica que nadie podrá negar y cuyas proyecciones habrá de definir el
tiempo.”
También
desde Brasil se siguió con atención el encuentro presidencial en Morón.
A
través del Parte Informativo Nº 505, del 23 de Abril de 1975, el Encargado de
Negocios de la embajada argentina en Brasilia, Rubén Vela, elevó al Palacio San
Martín los comentarios de los medios sobre la cumbre presidencial:
“El
comentarista político Newton Carlos, ha opinado que el principal motivo del
encuentro de los presidentes habría sido el de concertar una acción común
contra la subversión organizada desde el exterior.”
En
otras palabras, estaba por nacer el “Plan Cóndor” en pleno gobierno
constitucional en la Argentina.
Entre
el 25 de noviembre y el 1º de diciembre de 1975 se realizó el primer encuentro
“de trabajo de Inteligencia Nacional”, en Santiago de Chile.
Intervinieron
representantes de Argentina, Chile, Bolivia, Paraguay y Uruguay.
Enterado
el gobierno norteamericano, el embajador Harry W. Shlaudeman le elevó a Henry
Kissinger un trabajo de catorce folios titulado:
“La Tercera
Guerra Mundial y América del Sur”.
Así
opinó el “Jornal do Brasil” del 18 de Abril de 1975:
“Durante el
encuentro entre la presidenta María Estela Martínez de Perón y el General
Augusto Pinochet podría surgir un acuerdo sobre el combate al terrorismo.
Los
dos gobiernos no ocultan su preocupación por la estrecha colaboración que
existe entre militantes del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y el
Movimiento de izquierda Revolucionaria (MIR).
Después
de haber colaborado con el Uruguay en materia policial y de seguridad, la
Argentina parece estar interesada en llegar a un acuerdo semejante con Chile,
con el cual tiene una frontera de 5 mil kilómetros.
Las
actividades de los grupos terroristas que actúan en la Argentina se concentran
en las provincias del Noroeste.”
“La
impresión general -apuntó el consejero Rubén Vela- es la de que se consideraría
favorable un entendimiento argentino-chileno para la cooperación en materia de
lucha contra la subversión, pero que existiría una velada expectativa ante la
posibilidad de que un mayor entendimiento entre la Argentina y Chile pudiera,
rompiendo el aislamiento de éste, alejarlo de la fuerte influencia brasileña.”
Previamente,
en 1974, durante una conferencia de prensa que se realizó en Lisboa, Portugal,
al amparo de la “revolución de los claveles” de los militares portugueses, el ERP
anunció la constitución de un “Comando Conjunto Operacional” integrado por el
ERP (Argentina), MIR (Chile), Tupamaros Uruguay) y ELN (Bolivia).
En
realidad, el anuncio constituyó el lanzamiento al plano internacional de una
verdadera supranacional terrorista, fundada en Chile en noviembre de 1972 con
el nombre de Junta Coordinadora Revolucionaria.
Mientras
se sucedían las especulaciones en torno del encuentro presidencial de Morón, en
esas horas, con la zona del aeropuerto fuertemente controlada por la policía
bonaerense, el 17 jueves de abril de 1975 son
detenidos en una parrilla, en Morón, Dardo Cabo, Juan Carlos Dante Gullo,
Emiliano Costa y cinco compañeros más, acusados de estar esperando parte del
dinero pactado por el rescate de los hermanos Jorge y Juan Born, secuestrados
por Montoneros, en septiembre de 1974.
Hablaban
de cobrar cinco millones de dólares que debía entregar un ejecutivo del
holding, de apellido Ganz, cerca del camino de Cintura.
Un
simple dato revela el apoyo de la sociedad en la guerra contra el terrorismo:
El
aviso de la presencia de gente “rara” la dio el dueño del local a quien más
tarde, los Montoneros, le dieron una represalia con explosivos.
Dardo
Cabo, señalado como uno de los asesinos del dirigente Augusto Timoteo Vandor
(1969) y ex director de la revista montonera El Descamisado, murió años más
tarde cuando se le aplicó la “ley de fuga” el 5 de enero de 1977.
Gullo,
ex jefe de la Juventud Peronista, estaba como el resto de los detenidos en la
clandestinidad.
El
18 de abril de 1975, el niño Rodolfo Lagos Mármol, de un año de edad, fue
arrancado de los brazos de su madre en pleno Palermo Chico por un grupo
terrorista.
Su tío, el
empresario Juan Lagos Mármol, negocio el rescate.
El
niño fue abandonado en buen estado de salud, el sábado 26, en Lomas de Zamora.
Nunca
se confirmó, ni desmintió, si se pagaron 200 millones de pesos viejos.
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