Cuál
es el verdadero rol de los médicos cubanos
El
largo y sinuoso camino de mantener a la revolución castrista con proyectos de
“cooperación y humanitarios”
Por Juan
Bautista "Tata" Yofre
Hizo
falta que se anunciara la llegada de una delegación de médicos cubanos a la
Argentina para que se volviera a iluminar todo el largo proceso de sufrimiento
que envuelve a la sociedad cubana, sojuzgada por una familia, una casta de
militares y empresarios sin escrúpulos desde hace más de seis décadas.
Para
los que siguen de cerca el devenir de la declamada “revolución socialista”
caribeña no hay nada nuevo bajo el sol.
Una vez que
Fidel Castro ocupo el poder en 1959 la cuestión era cómo mantenerlo, porque como
bien dijo en reiteradas oportunidades, el poder no se entrega nunca.
“Jamás
me jubilaré de la política, de la revolución o de las ideas que tengo. El poder
es una esclavitud y soy su esclavo” (septiembre 1991)
En
todo caso, para conservarlo, la revolución evolucionó con los tiempos:
Cooperación
de la Unión Soviética, guerrilla, luego brigadas solidarias internacionalistas,
narcotráfico, Brigadas de Bata Blanca, etc.
Como
bien dice César Reynel Aguilera, el autor de “El soviet caribeño”
(Sudamericana, 2018) “los detalles sociales comenzaron desde la época de la
Sierra Maestra.
Una
de las primeras cosas que los comunistas le subieron a Fidel Castro a las
montañas, cuando solo tenía un puñado de hombres, fue a Julio Martínez Paz, un cirujano ortopédico que no parecía
comunista, y al sacerdote que sí lo parecía Guillermo Isaías Sardíñas”, que
sería comandante del Ejército Rebelde:
“El
padre de la sotana verde olivo”.
Como
aquí con el cura Jorge Oscar Adur, el capellán de Montoneros.
Tras
la experiencia acumulada por Castro en la sierra, bautizando y curando
guajiros, el médico (y a veces un cura) formó parte del manual del proyecto
guerrillero que se desperdigó por América Latina.
¿O
uno no recuerda las fotos del Che Guevara en la guerrilla de Bolivia?
Por
el momento no había detrás de la ayuda médica un fin económico.
Para
eso deberían pasar unos años hasta llegar a Argelia, en los sesenta, y el
beneficio que logró la brigada médica cubana.
Contando
con el apoyo económico soviético llegarían más tarde las intervenciones
castristas en Angola y Etiopía que tan bien relatara el escritor cubano -ex
castrista- Norberto Fuentes.
Para
algunos estudiosos y memoriosos del tema, la idea de hacer dinero de manera
directa con la salud comenzó con Saddam Hussein primero, y los árabes más
tarde.
A
mitad de los setenta, el cirujano médico ortopedista Rodrigo Álvarez Cambra
(discípulo de Martínez Páez) operó varias veces de la columna al líder iraquí.
Como afirmó un riguroso observador de la cuestión, “Hussein no podía caminar y Cambra lo puso a bailar como si fuera Pérez
Prado, el rey del mambo”.
Al
finalizar la primera intervención quirúrgica, Hussein llevó al equipo médico a
un gran hangar y les dijo que tomaran lo que quisiera.
Tras
una rápida reunión del Partido cada uno se hizo de un valioso reloj y a Álvarez Cambra le regalo un Mercedes
Benz.
Ya
para esa época, Cuba, para sostenerse, comenzaba a vender en el mercado
internacional parte del petróleo que le brindaba la Unión Soviética y así se
inició la formación de una red de empresas internacionales en Panamá, Curazao,
Canadá y Ginebra, entre otros motivos,
para refugiar la fortuna de Fidel
Castro.
Fueron
los años en que el sol brillaba todos los días para Abraham Maciques, un
empresario protegido por Fidel, que le administraba sus cuentas personales.
Era
más poderoso que Julio Lobo, el empresario privado de la época precastrista a
quien lo despojaron de todos sus bienes.
Estuvo
en casi todas las transacciones y hoy preside el Grupo Palco que, como bien
dijo en el diario oficial Granma el propio Maciques:
“No ha habido
suceso político, económico, social, etc. como las misiones internacionalistas,
la Batalla de las Ideas, o las conversaciones del Diálogo de Paz de Colombia,
en que el Palacio de Convenciones (que administra PALCO) no haya desempeñado un papel determinante”.
También
apareció Cuba técnica, empresa encargada de vender el servicio de trabajadores
cubanos, desde médicos hasta constructores, en el mercado internacional.
Así
comenzó a desarrollarse la “Brigada de Batas Blancas”.
Para
participar en la empresa los aspirantes primero debían pasar los filtros de la
Inteligencia, fuerza controlante que Castro, siempre, se reservó para sí.
A
grandes rasgos (luego de las esclarecedoras notas de Carolina Barros y Martín
Dinatale del jueves pasado), los
integrantes de esas misiones médicas se convierten en esclavos y la mayor parte
del personal es obligado a reportarse a la Inteligencia y Contrainteligencia
castrista en los países donde son destinados.
Por
lo pronto, les quitan los pasaportes como ocurrió con la “Operación Manuel”
(1962 en adelante), en los que los aspirantes a terroristas latinoamericanos
que se iban a entrenar en los campos PETI (Preparación de Tropas Insurgentes) debían
dejar sus documentos en Praga y a la vuelta se los devolvían y volvían a sus
países.
Si
no viajaban como médicos lo hacían como “ayudantes” como
bien se vio en el Parlamento brasileño, tras analizar los documentos firmados
en la época de la presidenta Dilma Russef.
Nada
sería gratis y mucho menos silencioso porque para Fidel “la propaganda no puede
ser abandonada ni un minuto, porque es el alma de nuestra lucha”.
Todos estos
enjuagues de ayuda humanitaria tampoco eran nuevos porque ya habían sido descubiertos,
por los servicios europeos, como incentivados por los soviéticos en Egipto,
cuando gobernaba el “Héroe de la Unión Soviética” Gamal Abdel Nasser Hussein
(1954-1970).
En
febrero de 1982, mientras el líder castrista se lamentaba en la cumbre de la
Federación Sindical Mundial por “los errores en la construcción del socialismo”
en Polonia (eran los tiempos de Lech Walesa y la Organización Solidaridad) y la
Argentina se aprestaba a recuperar las islas Malvinas, durante una cita secreta
el venezolano Adán Chávez introducía a
su hermano menor Hugo Chávez Frías en las filas de las denominadas “Fuerzas
Armadas Nacionales”.
Como
se informa en “Hugo Chávez sin uniforme” de Marcano y Barrera (Editorial
Sudamericana, 2005), el histórico jefe guerrillero castro-comunista Douglas
Bravo reconoció que “nos reunimos sobre la base de estructurar un movimiento
cívico-militar que se preparara a largo plazo para una insurgencia
revolucionaria”.
En
la clandestinidad Chávez sería conocido como “José María o Che María”.
El
alzamiento militar acaecido una década más tarde fue inspirado por Douglas
Bravo según el “chavólogo” Alberto Garrido.
Los
tiempos históricos pasan raudamente, como los huracanes que abaten a “la Perla
del Caribe” (nombre en clave de Cuba, según el líder guerrillero salvadoreño
Schafik Handal).
En
1989 se derrumba el Muro de Berlín y en la Valeta, Malta, en diciembre de ese
año, George Bush y Mijail Gorbachov se encuentran para conversar
reservadamente.
En
esta oportunidad, Cuba fue tema de conversación, lo mismo que la obcecación
revolucionaria del comandante Fidel Castro.
La
Perestroika ya no podía subsidiar al castrismo y Fidel, el 26 de julio de 1989,
previene:
“Si
mañana o cualquier día (...) nos despertáramos con la noticia de que la URSS se
desintegró, cosa que esperamos que no ocurra jamás, aun en esas circunstancias
Cuba y la Revolución Cubana seguirían luchando y seguirían resistiendo”.
Comienza
entonces el duro “período especial en tiempos de paz” que se extenderá hasta la
llegada a la presidencia de Venezuela, por la vía electoral, de Hugo Chávez
Frías en 1998.
Era para Cuba un
tiempo de crisis existencial y era necesario para su supervivencia ocupar
Venezuela.
Y
Chávez sería el “Philippe Petain” del castrismo.
Primero
comenzaron a infiltrar al Ejército venezolano, corrompiéndolo en todos los
estilos.
Entre
otros, con las misiones de visita en las
que los venezolanos observaron que las FAR cubanas, prácticamente eran dueñas
del país, administraban el Estado y así viraron hacia el castrismo.
Como
observan los analistas de la “Fundación por los Derechos Humanos en Cuba”
(Informe 2019):
“El
gradual control cubano de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana general Antonio
Rivero, ex amigo y colega de Chávez. Pero Cuba controla además el Servicio
Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN), la Dirección General de Contra
Inteligencia Militar (DGCIM), la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) y los demás
cuerpos armados (FAES) y paramilitares (Colectivos) venezolanos, además de
sectores civiles estratégicos de comunicaciones y otros. La conducción de ese
proceso está a cargo del Grupo de Cooperación y Enlace (GRUCE), integrado por
altos oficiales cubanos y supervisado desde Cuba.”
Según Rivero la
primera presencia de cubanos en Venezuela, asistiendo al chavismo, se remonta a
1997,
cuando 29 agentes encubiertos se establecieron en la Isla Margarita y ayudaron
a Hugo Chávez en su campaña electoral de 1998 en tareas de inteligencia,
seguridad e informática.
El
primer grupo permanente de militares cubanos en Venezuela no pasaba de una
decena, y llegó alrededor de 2002 para reforzar la seguridad del presidente
Chávez.
Desde el
principio formaron parte del primer anillo de seguridad presidencial y tuvieron
más autoridad que sus colegas venezolanos.
Luego,
en octubre de 2002, Chávez y Castro firmaron un Convenio Integral de
Cooperación.
Venezuela se
comprometía a entregar diariamente 53.000 metros cúbicos de petróleo y, a cambio,
recibiría apoyo técnico en educación, salud, deportes, ciencia y tecnología.
Un
tiempo más tarde, Cuba recibiría un suplemento importante de más petróleo.
El
mismo Rivero, ex compañero de armas de Chávez, afirmó que tomó conciencia del
rumbo del gobierno cuando escuchó de Chávez en 2006 que “en 1998 no hablaba de
socialismo porque nunca habría ganado”.
Lo
mismo que Fidel Castro cuando se sacó la careta y dijo:
“Si
nosotros nos parábamos en el pico Turquino cuando éramos ‘cuatro gatos’ y
decimos: somos marxistas-leninistas, desde el pico Turquino, posiblemente no
hubiéramos podido bajar al llano.
Así
que nosotros nos denominábamos de otra manera, no abordábamos ese tema...”. (Fidel
Castro Ruz, 22 de diciembre de 1961).
No
fue hasta 2008, después de que Chávez resultara reelecto en los comicios del
2006 que, según Rivero, se suscribieron acuerdos militares secretos entre Cuba
y Venezuela y empezaron a llegar de manera regular miembros de alta graduación
de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de la isla (FAR) para llevar a cabo la
cubanización colonial de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana.
Sin
embargo, Rivero olvidó relatar que en diciembre de 2005, Carlos Laje uno de los
hombres fuertes de ese entonces en el castrismo, dijo que en Cuba había “dos presidentes” y Chávez más explícito afirmó que Cuba y Venezuela eran “una sola
nación” con una “sola bandera”.
En
otras palabras, Venezuela tenía dos presidentes.
Fue
en 2005 que los dos países firmaron un contrato para modernizar el área de
identificación nacional y registros públicos.
“El
colmo es que son cubanos quienes controlan la entrega de cédulas de identidad,
de pasaportes, y de toda información privada de los venezolanos sobre las
propiedades que poseen, cuánto ganan, dónde viven y si son chavistas o no.
Aparte, hay unos
34.000 médicos y profesionales cubanos de la salud entrenados militarmente”, escribió en
Los Angeles Times, el 10 de agosto de 2017, el historiador cubano, ex redactor
de “Granma”, Roberto Álvarez Quiñones.
Los supuestos
médicos que fueron trasladados a trabajar en tareas sociales pueden, en caso de
conflicto, activarse militarmente, porque reciben un severo entrenamiento
militar como condición para obtener el diploma de graduados y se convierten en
la “reserva” venezolana en caso de necesidad, además de operar como agentes de
vigilancia e informantes del aparato de Inteligencia cubano.
Un
año antes de fallecer Chávez (2013) el número de los integrantes de las
diferentes misiones llegó a 45.000 y luego habría bajado.
En el área de
seguridad interna operan “las Avispas Negras”, un destacamento
cubano altamente entrenado y aerotransportado si es necesario.
En
otras palabras, tras dos décadas de “colaboración” entre Caracas y La Habana,
los cubanos lograron infiltrar todas las instancias del poder político, militar
y económico venezolano con el que logra obtener cientos de millones de dólares.
Venezuela es la
“provincia de ultramar” de Cuba.
En
2006, tras su participación en una cumbre latinoamericana en Córdoba,
Argentina, Fidel Castro, luego de una severa intervención quirúrgica, delegó el
mando provisoriamente en su hermano Raúl Modesto “Pulguita” Castro Ruz,
comandante de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR).
Dos
años más tarde dejaría el poder de manera definitiva y, el 24 de febrero de
2006, Raúl fue electo por la Asamblea Nacional del Poder Popular y se
convertiría en Presidente de Cuba.
Fidel
Castro, entre ese momento y el día de su fallecimiento, el 25 de noviembre de
2016, observo sin hesitarse como imperceptiblemente el poder de los negocios se
fue deslizando hacia otros miembros de la familia Castro.
En
otros términos, de “Punto Cero” -residencia de Fidel- a “La Rinconada”, donde
habita Raúl.
Para calificados
analistas, las caras visibles del programa de “las brigadas de batas blancas”, médicos
cubanos, son funcionarios grises y
desconocidos del Ministerio de Salud, como también el propio Ministro
de Salud.
Los
programas se llevan a cabo con la complicidad de la Organización Panamericana
de la Salud y el visto bueno de la Organización Mundial de la Salud.
Sin
embargo, el jefe máximo de la organización, del turismo militar y de otras
tantas actividades carentes de transparencia, es el general de brigada Luis Alberto Rodríguez-López Calleja,
Presidente Ejecutivo del Grupo de Administración Empresarial GAESA SA, el yerno
de Raúl Castro, porque se casó con Deborah Castro Espin.
Es
considerado “Zar de la Economía” cubana y controla gran parte del Comercio
Exterior, Puerto Mariel (costoso puerto construido por la brasileña Odebrecht a
un precio exorbitante) y empresas militares.
Entre
otros viajes, acompañó al actual
Presidente Mario Miguel Díaz Canel a la asunción presidencial de Alberto
Fernández en Buenos Aires.
Para
algunos Rodríguez López-Calleja ya no tiene todo el poder de antes luego de
separarse de Deborah, tras varias infidelidades y violencia de género.
A
pesar de los comentarios a media voz, el general Rodríguez López-Calleja es el
padre de Guillermo Rodríguez Castro, alias “El Cangrejo”, uno de los nietos
favoritos de Raúl Castro, tanto es así que en su momento lo nombro jefe de la
poderosa Dirección General de Seguridad Personal.
Y
como muchas veces la importancia o el éxito se reconoce a través del poder
recaudador, hay que decir que “El Cangrejo” está casado con Daliene Gómez Tomás
y que su suegra Azucena Fátima Tomás
Peláez controla desde Tegucigalpa, Honduras, el negocio de “la paquetería”,
en otras palabras, el negocio de los envíos a Cuba de los residentes en el
exterior.
Un
negocio que para muchos ayuda a estabilizar la decadente economía castrista.
Mariela
Castro Espín, la otra hija de Raúl, es la sexóloga y política de la familia y
dirige el Instituto Superior de Ciencias Pedagógicas “Enrique José Varona” de
La Habana.
También
como a Deborah le fue mal en el amor.
Se
casó con el chileno Juan Gutiérrez Fischmann, más conocido como “El Chele”,
fundador del grupo terrorista “Frente Patriótico Manuel Rodríguez” que asesino
al senador chileno Jaime Guzmán en plena democracia.
“El
Chele” es hijo de un boliviano que peleó junto con Ernesto “Che” Guevara en la
selva boliviana.
Mariela,
partidaria del “partido único” en Cuba, es una conocida activista de los
homosexuales y los derechos LGTB en Cuba.
En manos de este
tipo de gente se administran los réditos que les extraen a sus ciudadanos
mandándolos a trabajar como súbditos lejos de sus familias, mientras se les
roba la mayor parte de sus haberes.
Por
un tiempo llegaron a entrar en el Caribe, Ecuador, Brasil y Bolivia.
Hoy
sus líderes de ayer prefieren no hablar.
En
medio de algunas voces disonantes un viejo general argentino exclama:
“A
esta altura de los acontecimientos --luego de la expulsión de tres mil
“médicos” cubanos de Brasil y quinientos de Bolivia-- nadie ignora que se trata
de “agentes encubiertos” que La Habana emplea para obtener fondos y activar a
la revolución.
Sin
embargo, hay un atronador silencio de gran parte de nuestro frente político
opositor.
El
respeto que les inspira La Habana es inagotable.
Si
rechazan hablar de revolución, por lo menos que apelen ¡al ejercicio ilegal de
la medicina!”.
Aparte
de esto, no hay más nada que lo explique...
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