Por
Redacción de Tribuna
“Juicios basados en nuestra Historia
Económica”
El
artículo fue viralizado por el propio Domingo Cavallo a través de su propio
blog de internet:
“Lo
había escrito para La Nación en abril de 2016, pero nunca fue publicado”, advirtió el ex ministro
de Economía.
Se
titula “Lo que la Historia Económica nos dice sobre las políticas económicas de
Macri” y es claramente revelador leyéndolo en retrospectiva.
Textualmente, el
artículo en cuestión dice lo siguiente:
Basándome
en el libro que hemos escrito recientemente con mi hija Sonia Cavallo-Runde,
titulado Historia Económica de Argentina, trataré de resumir qué es lo que la
historia tiene para decirnos sobre la estrategia y las políticas que el
gobierno de Macri está aplicando para sacar al país de la situación crítica en
la que había quedado luego de 12 años de gobierno de los Kirchner.
En
una apretada síntesis, el gobierno de Macri está tratando de:
Volver a
integrar la economía argentina a la economía global luego de 14 años de virtual
aislacionismo político, comercial y financiero.
Derrotar
a la inflación y conquistar la estabilidad de precios luego de 14 años en los
que la inflación promedió un 25 % anual y llegó a ser del orden del 40% anual a
pesar de haber estado en un promedio del 2% anual en los 10 años precedentes.
Recuperar
el crecimiento sostenido luego de cinco años de recesiones recurrentes,
recuperaciones tímidas y transitorias y virtual estancamiento.
Reducir
el desempleo, el empleo informal y la pobreza, luego de muchas décadas en las
que ninguno de esos objetivos fue alcanzado de una manera sostenible en el
tiempo.
Sobre
cada una de estas cuestiones la historia económica argentina tiene mucho para
decirnos.
Sobre
el primer punto, la experiencia comparada de dos períodos analizados en el
libro es particularmente instructiva.
Cuando
la economía argentina estuvo integrada al mundo tratando de aprovechar las
oportunidades ofrecidas por la primera ola de globalización (como entre 1870 y
1914), consiguió estar entre los países con mayor crecimiento mientras que
cuando se mantuvo aislada del mundo que volvía a globalizarse (como de 1945 a
1990) fue uno de los países más rezagados.
Macri,
en esta materia, ha elegido el rumbo correcto.
Sobre
el segundo punto, también es posible comparar experiencias que son muy
ilustrativas.
La
economía argentina sufrió muchas crisis inflacionarias a lo largo de su
historia.
Pero
los procesos de estabilización con las que se las intentó superar tuvieron muy
diferentes resultados dependiendo de si la economía estaba integrada o
desintegrada del sistema monetario y financiero predominante en el mundo.
Mientras
en el mundo funcionó el patrón oro, cada crisis inflacionaria, provocada por
excesos fiscales y falta de disciplina monetaria, fue resuelta con un plan de
reestructuración ordenada de la deuda pública y un regreso a la disciplina
impuesta por el patrón oro.
Mientras
el mundo funcionó, como lo sigue haciendo ahora, con el patrón dólar, ninguno
de los planes de estabilización que se aplicaron luego de crisis inflacionarias
que pretendieron bajar la inflación de manera sostenida lo consiguió, salvo
cuando se adoptó explícitamente el patrón dólar, como ocurrió durante los años
90 con el plan de convertibilidad.
La experiencia
de los 90 enseña que para sostener la convertibilidad monetaria y la
estabilidad se necesita disciplina fiscal y, cuando aparece una crisis de
deuda, seguir el camino de la reestructuración ordenada de la deuda y nunca la
de la licuación de pasivos por retorno de la inflación.
En
materia monetaria y de lucha contra la inflación la estrategia del Banco
Central en lo que va del gobierno de Macri procura manejar al peso como una
moneda convertible, pero en lugar de utilizar al dólar como patrón, se maneja
con la tasa de interés de las operaciones en pesos de una manera que crea mucha
incertidumbre sobre el precio futuro del dólar.
Al
partir de un muy alto nivel de gasto público y déficit fiscal, esta estrategia
monetaria provoca un fuerte déficit en cuenta corriente de la balanza de pagos
y un creciente endeudamiento externo que hace que la economía sea muy
vulnerable ante posibles interrupciones repentinas en el flujo de capitales.
La
mejor ilustración de los problemas que pueden sobrevenir los aporta la
experiencia de la estabilización post Rodrigazo, entre 1976 y 1980, que terminó
en una crisis bancaria interna y de deuda externa que llevó a la completa
desestabilización de la economía al cabo de cuatro años de lucha
antiinflacionaria basada en una fuerte entrada de capitales atraídos por altas
tasas de interés.
Sobre
la recuperación del crecimiento y la lucha contra el desempleo, la informalidad
y la pobreza, los puntos tercero y cuarto de nuestra enumeración inicial, la
experiencia histórica también aporta información relevante, aunque mucho menos
concluyente.
Sin
duda que alentar la inversión eficiente, buscar ganancias de competitividad por
aumento de la productividad y eliminación de regulaciones e impuestos
distorsivos, introducir competencia y transparencia en la economía, son todos
mecanismos que promueven el crecimiento, pero la historia también demuestra que
estos incentivos son imposibles de mantener a menos que se los acompañe con una
reforma del Estado que concilie la búsqueda de la equidad social con una
presión fiscal soportable por el sector privado, algo que, por la herencia
recibida, el gobierno de Macri está aún muy lejos de alcanzar.
No
somos escépticos, pero si precavidos.
Si
algo debemos concluir de este ejercicio de tratar de evaluar nuestro presente
con la experiencia del pasado, es que el mejor consejo que se le puede dar al
gobierno de Macri es acelerar lo más posible las reformas que ha anunciado para
dejar de depender cuanto antes del financiamiento externo para una situación
fiscal demasiado desequilibrada y poder bregar porque nuestra moneda sea lo más
estable posible frente al dólar, sin tener que recurrir a tasas reales de
interés exorbitantes.
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