Hace
falta crear una espacio alternativo que se comprometa a respetar la
Constitución
Por
María Zaldívar
El peronismo
unido es, en sí misma, una mala noticia.
Si
a eso se le agrega una oposición timorata y complaciente, el panorama empeora.
Y
si una nutrida porción del electorado se demuestra disconforme por la tibia o
nula representación de sus preocupaciones, ese escenario puede considerarse la
tormenta perfecta.
Es
la circunstancia que transita por estas horas la sociedad argentina.
El gobierno de
Alberto Fernández no logra destrabar el deslucido trabalenguas de los tres
tristes tigres con el que arrancó.
A
ocho meses de su asunción el público sigue preguntándose quién conduce, si
es que alguien lo hace.
Las
marchas y contramarchas dan idea de un poder bifronte que no encuentra
resolución.
En la Argentina
la noticia no es que los políticos mienten, los sindicalistas roban y los
jueces especulan.
Esa
es la norma.
La
noticia es que la sociedad los soporta hace décadas.
Los
permisos que la casta dirigente se otorga son infinitos:
Desde
“no
nos bajamos el sueldo y no se hable más” a “yo los cubro mientras ustedes
venden falopa en la ambulancia”, pueden decir cualquier dislate…
Son
declaraciones cotidianas que acompañan, justo es reconocerlo, a las del propio
presidente de la nación.
En
20 días fuimos de “tenemos plan pero es secreto” a “no creo en los planes”;
entre una y otra declaración pasó el mismo tiempo que entre “Cristina es
cómplice y va a tener que explicar muchas cosas en la justicia” a “yo estaba
equivocado y Cristina es una perseguida política”.
La impunidad de
la casta del poder tampoco es novedad y se acrecienta con el paso del tiempo.
Pero
el hecho de que los procesos sociales sean lentos no significa que no ocurran.
Que no hay un
plan es otra mentira del poder.
El
plan es no comunicar el plan que, sintéticamente, consiste en imprimir a
destajo y cuando la maquinita no dé abasto, importar papel pintado
engañosamente llamado moneda de curso legal…
Es
gestionar sin presupuesto, Congreso ni controles; es hacer legislación a medida
de las necesidades políticas coyunturales;
es
manipular magistrados para sacar de la cárcel a los amigos y amenazar con ella
a enemigos;
es
disciplinar con el ejemplo;
es
mandar a informarnos de la dirección en la que se encamina el gobierno a través
de la publicación dominical de Horacio Verbitsky, House organ del cristinismo.
El
plan es reformar la Justicia para que quede a expensas de la conducción
política; es entrenar a los presos a través del Instituto de Madres de Plaza de
Mayo hasta convertirlos en cuadros políticos preparados para “las luchas
populares” que tienen en mente encarar; es sumir en la indigencia a más y más
individuos de modo tal que la limosna del estado sea su única opción;
y
es, como desde que Eduardo Duhalde lo introdujo como herramienta, dirimir la interna peronista en las
elecciones nacionales.
En
2021 nuevamente se enfrentarán los dos bandos:
De
un lado estará el peronismo encolumnado y disciplinado por Cristina Kirchner;
del
otro, el peronismo no K que desde hace años está refugiado en Juntos por el
Cambio.
Esto
no es un juicio de valor; es una
descripción de la realidad.
Los
sobrevivientes de la debacle electoral de 2019 que hoy ocupan los principales
espacios de poder y decisión son todos PJ: Rodríguez Larreta, Santilli,
Ritondo, Patricia Bullrich, Vidal y Monzó.
Y
ese espectro se amplía a medida que esa dirigencia va tejiendo alianzas. Los
peronistas se siguen sumando a ese polo.
No
hay nada de doctrinario en la reflexión, es pragmatismo puro:
PRO,
Cambiemos, Juntos por el Cambio o como se llamen en lo sucesivo serán, frente
al poder abusivo del kirchnerismo, lo que han sido desde su nacimiento: complacientes y colaboracionistas.
Van
a seguir acompañando leyes que afectan la vida, los intereses y la propiedad
del ciudadano como las espantosas leyes de alquileres y de teletrabajo de
reciente sanción.
PRO, Cambiemos,
Juntos por el Cambio o como se llamen en lo sucesivo seguirán ignorando la
Constitución y aun contradiciéndola, como con la sanción del protocolo de
interrupción del embarazo (ILE) en la ciudad de Buenos Aires, sacada a los
apurones, sin tratamiento en comisiones por lo que su debate no estaba
anunciado para el recinto.
Se
trató, una vez más, de una oscura negociación que vaya a saber qué concesiones
implicó y de las que los ciudadanos de capital quedamos excluidos.
Otra
vez.
Por
esas inconductas ciudadanas, porque nunca fue un freno sino un compañero de
ruta del kirchnerismo y porque gracias a su falta de convicciones, de moral y
de firmeza hoy el país está frente el
abismo, es que necesitamos con desesperación una opción republicana;
gente que asuma un solo compromiso:
Respetar
la Constitución porque con eso garantizamos la convivencia y el ejercicio del
poder delegado a favor del votante y no a costa de él.
Puede
haber quien no entienda la encrucijada en la que se encuentra la Argentina y
que se conforme con elegir entre dos populismos.
Hay
muchos miopes y negadores.
Lo
que resulta reprochable es negarle legitimidad al intento y al esfuerzo de
evitar la dictadura electiva.
Eso
es inaceptable, casi una inmoralidad…
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