Christian Sanz
Tener que tragarse el sapo de Gildo Insfrán, un tipo de los más oscuros que ha regalado la democracia argenta.
Al gobernador de
Formosa no le falta nada: denuncias por corrupción, violación a los derechos
humanos, narcotráfico, votos “truchos” y mucho más.
Al frente de una
provincia que ostenta los peores índices de pobreza, desnutrición y
analfabetismo.
Y
en ese contexto, a los pero-kirchneristas no les queda más que defenderlo... o
hacer silencio.
Es
casi como tener que tragar aceite.
Uno
lo hace, sí, pero con un gesto de desagrado inevitable.
Lo de Formosa es brutal, porque obliga a tolerar —y defender, se insiste— lo mismo que el PJ asegura condenar por propia ideología.
Entonces
ocurre lo inevitable: la mayoría
calla.
Porque
nadie quiere quedar “pegado” a un tipo como Insfran.
Porque,
hay que decirlo: ¿Alguien tiene alguna duda de lo que pasa en Formosa, siendo que
existen tantos y tantos videos —y testimonios en primera persona— contando los
abusos que allí se suceden, sin solución de continuidad?
El
caso Insfrán dejó a los peronistas expuestos por completo.
Tenían
la oportunidad perfecta de separar “la paja del trigo” y mostrarse
autocríticos.
Pero no.
Prefirieron
bancar a un mafioso, un delincuente de alta gravitación.
Luego
de esto, nada de lo que digan podrá ser tomado en serio.
Porque, cuando
intenten levantar su dedo acusatorio contra alguien en particular, ¿alguien
dudará en recordarles que defendieron al peor de todos?
El
peronismo acaba de estrellarse.
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