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viernes, 29 de enero de 2021

La inmoralidad de un modelo de gobierno chanta, contra la eficacia de un vecino menos populista y más ejecutivo

Por: Rubén Lasagno

Ayer 28 de enero 2020, a las 09:30 hs en el Aeropuerto Arturo Merino Benítez de Santiago de Chile aterrizó el B789 Dreamliner matrícula CC-BGN, vuelo LA9579 de LATAM procedente de Beijim (China) previo paso por Sydney (Australia) tras un vuelo de 11 horas, trayendo en su vientre 2 millones de vacunas “Coronavac” de la empresa china Sinovac que precisa ser conservada entre los 2 y 8 grados hasta el momento de su aplicación.

De esta manera el gobierno de Chile prepara una vacunación masiva a partir de los primeros días de febrero y ya tiene prevista otra remesa de 2 millones de dosis para el 31 de enero.

De acuerdo al cronograma de vacunación dividida en 3 etapas, en la primera están considerados prioritarios trabajadores de la salud, adultos mayores, y funcionarios de la administración del estado que realicen funciones críticas.

En la segunda etapa, enfermos crónicos y en la tercera etapa bomberos, personal de emergencia, personas que trabajan en servicios básicos, empresas de transporte, entre otros.

Ya fue aprobada la vacunación para mayores de 59 años, pero en prevención el gobierno lo instauró previo examen médico de cada persona de esa franja etaria a vacunarse contra el coronavirus.

Mientras los trasandinos reducen todo el tema de la vacunación a un programa, a un plan y a un proyecto práctico, rápido y eficaz, en Argentina las cosas van por otro carril y el gobierno nacional sigue jugando a las escondidas con la eficacia, la seriedad y la urgencia que requiere la situación de crisis sanitaria.

En octubre de 2020 (por poner una fecha estimada) el presidente Alberto Fernández comenzó a hablar de millones de vacunas rusas en nuestro país.

Después se habló de 20 millones en diciembre, luego de 51 millones, en enero se vivió la épica de Aerolíneas, que solo fue a buscar 300 mil dosis que iban a servir para vacunar a 150 mil personas (se conforma de dosis 1 y 2).

Los costos de un avión para traer solo 300 mil dosis en nuestro país, son astronómicos.

Aerolíneas mueve una máquina con un costo operativo de 12.500 dólares la hora de vuelo.

Cada vuelo a Rusia le cuesta al país 400 mil dólares más eventuales de aeropuerto y viáticos del personal…

Significa que cada viaje le cuesta al pueblo argentino medio millón de dólares o más o unos 7,5 millones de pesos, que salen del bolsillo flacos de los argentinos.

Es decir que en las tres remesas (con la última de 220 mil vacunas) el país tuvo un costo de 1,5 millones de dólares o unos 22.500 millones de pesos, por un total de 900 mil vacunas.

Lejos, muy lejos de los 51 millones de vacunas prometidas y siquiera de los 2 millones de vacunas que trajeron desde China los chilenos ayer.

Y si faltaba algo más en esta suerte de caricatura gubernamental de la necesidad, a través de un candidato presidencial en Ecuador, afín al delincuente ex presidente Correa, asilado porque lo buscan para meterlo preso, nos enteramos que Alberto Fernández le había prometido a ese país el envío de 4 millones de dosis de la vacuna rusa.

El Gobierno asegura que van a llegar 4,7 millones de dosis de la vacuna rusa antes de fin de mes

Claramente la inmoralidad del gobierno argentino se hace muy evidente ante los ejemplos contrastantes que aportan los chilenos a pocos kilómetros nuestro.

No es una cuestión de capacidad económica, es de moral, actitudinal y de organización.

Acá se hace demasiado relato, como la estupidez de relatar la partida del avión con la voz temblorosa de Víctor Hugo que le faltó aludir al “barrilete cósmico”, pretendiendo vender una épica ridícula e inexistente, cuando solo van a cargar  el 1,5% de lo prometido/anunciado y en el país vecino los aviones van efectivamente a traer la mayor cantidad de vacunas posibles y genera seguridad y tranquilidad en la población.

Acá genera risa, bronca y desazón.

Pero como lo dijimos hace un tiempo, cuando el tema de la vacuna rusa comenzó a ser la única discusión que se impuso alrededor de un producto indeterminado, secreto y sin aprobación internacional, el punto hay que buscarlo en el negocio que están haciendo en Argentina, el gobierno, políticos alternativos, empresarios amigos y una cadena de favorecedores K, donde (ahora se sabe) la vacuna internacionalmente vale 10 dólares y Argentina la compra a 17 dólares.

(Agencia OPI Santa Cruz)

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