Martín Lousteau
Estamos llegando a los 70 mil muertos en Argentina y hay más de 3,2 millones de contagiados.
La economía cayó casi diez puntos del
PBI, el desempleo es 11% pero si uno ajusta por los que dejaron de buscar es
15%; la inflación de abril es 4,1% y se cerraron 23 mil empresas.
Argentina
es el segundo país en días perdidos de clase de Latinoamérica.
La respuesta del oficialismo frente a
esta preocupación es enojarse, en vez de buscar el camino del diálogo para
resolverlo.
Cuando escuchamos a los dirigentes del
oficialismo da la sensación que nada de lo que le pasa a la sociedad tiene que
ver con las decisiones que toman.
Hubo malas proyecciones de cómo iba a
afectar la pandemia, hubo una cuarentena que, después del desconocimiento
inicial, estuvo mal calibrada.
Hubo exitismo, un bajo nivel de testeos y un programa de vacunación fallido.
Fallido en cantidad, en tiempos, en
promesas que genera angustias, en los parámetros de distribución y en el
vacunatorio VIP.
Producto
de los vacunatorios VIP hay miles de argentinos que no están.
Entre ellos Miguel Lifschitz que no aceptó saltarse ninguna fila a pesar de tener 65 años y Marita Colombo, que sí era cirujana.
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