Carlos Mira
El ministro de salud de la provincia de Buenos Aires, el comunista Daniel Gollán, afirmó que iban a lanzar un nuevo plan “Qunita”.
Como sabemos dicho atraco, ocurrido durante la última presidencia de la comandante de El Calafate, fue denunciado por la actual legisladora de Buenos Aires Graciela Ocaña cuando la entonces diputada constato con informes del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) que las cunas, hechas básicamente de un material parecido al cartón, se caían cuando los bebés pesaban más de 6 kilos.
Además
de una simple comprobación de mercado, la diputada logró probar que un producto
similar comprado en la zona del Once en la Capital Federal, costaba menos de
$3000 cuando el gobierno de Kirchner había pagado más de $7000 por unidad, aun
considerando el volumen adquirido que siempre debió haber impactado
favorablemente en el precio global.
Recordemos también que el ganador de la licitación que aprobaron Aníbal Fernández, Juan Manzur y el propio Gollán, fue una inmobiliaria que no tenía ningún antecedente en el rubro de la provisión de cunas o en la fabricación de estos productos para bebés.
Pese
a todas estas evidencias, el Tribunal Federal 1 (TOF 1) ordenó desestimar la
denuncia, basado en una pericia que indicaba que el kit ofrecido como prueba
por la diputada Ocaña no guardaba relación con las especificaciones de la
licitación.
Pero estas son cuestiones del pasado que en los términos en que la justicia está operando en la Argentina son, dentro de todo, esperables, dada la extrema politización que Justicia Legítima ha introducido en los Tribunales, que se supone deben ser, antes que nada, no-partidarios.
Lo peor de esta cuestión es que no solamente un hecho más de rampante corrupción y robo de los fondos públicos bajo la pantalla de desarrollar un “plan de ayuda social” (siempre el kirchnerismo convierte la idea de una “ayuda” en un rentable negocio para sus propios bolsillos) se ha perfeccionado en la Argentina, sino que quien es hoy un ministro provincial y era el viceministro a nivel nacional en el momento del atraco, se vanagloria de que “vamos a poner en marcha otro plan Qunita”. Es como si la corrupción y los corruptos se dieran el lujo de mojarle la oreja a los honrados y se mofaran de ellos.
A mi hizo acordar -e hice un inmediato paralelo entre los dos casos- a la reacción de otro comunista, el Procurador del Tesoro, Carlos Zannini, cuando preguntado que fue sobre su vacunación VIP por intermedio de la falsificación de una declaración jurada en la que se hacía pasar por “personal de salud”, dijo que de lo único que se arrepentía era de no haberse sacado una foto en el momento en que le daban la vacuna para luego subirla a las redes, como habían hecho otros miles de militantes infiltrados en los vacunatorios de la elite, cargando al pueblo que paga las vacunas y que espera en una cola por un turno que nunca llega.
Esa soberbia insoportable de refregarte por la cara los delitos y la impunidad con que los cometen es francamente repugnante.
Que funcionarios que ni siquiera cuentan con la legitimación directa del voto, sino que son burócratas designados a dedo y que integran una casta de jerarcas a los que la sociedad sostiene con su pesada carga tributaria, encima sobren al pueblo de esa manera, impunemente, con una altanería atroz, no puede tolerarse.
Zannini incluso reconvino, recuerdan ustedes, a su camarada Verbitzky -el otro comunista que la va de periodista y de activista de los derechos humanos- cuando éste amagó mostrar algún arrepentimiento por haberse vacunado en las oficinas del Ministerio de Salud, al lado del despacho de la actual ministra Carla Vizzotti, que dijo que no se enteró del episodio. El actual jefe de los abogados del Estado le dijo “vos, Horacio, no tenés que disculparte por nada… vos sos una persona muy importante, estratégica, y la sociedad debe sostenerte y cuidarte”.
Esa es la concepción que ellos tienen sobre sí mismos: que son una elite iluminada a quienes el pueblo raso debe mantener con su esfuerzo, aunque el pueblo raso no tenga ni vacunas en tiempo y forma ni comida.
Ahora es Gollán el que se sube al caballo de la petulancia y amenaza que no solo no están arrepentidos de haber diseñado en su momento un plan para camuflar un robo con una acción de ayuda social a madres que daban a luz, sino que ahora lo van a hacer de nuevo.
La
sociedad debe barrer con esta lacra, con esta mugre izquierdista que con el
verso del “pueblo” ha sumergido a este país en la miseria mientras ellos se han
transformado en potentes millonarios y privilegiados.
La oportunidad es la próxima ronda electoral. El país no puede seguir endosando una turba de ladrones, solo porque han tenido la astucia de construir un discurso odioso que llena las ansias de resentimiento de una parte de la sociedad.
Esa parte de la sociedad debe recapacitar y entender que su resentimiento solo es funcional a su propia pobreza, a su propia escasez, a su falta de salud y educación, a su falta de futuro, mientras que solo favorece el encumbramiento de lo que no son otra cosa más que una manga de delincuentes.
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