El “gran éxito” de Putín (el amigo de Cristina y Alberto) es acumular miles de muertos civiles, violar a mujeres y enterrar cadáveres en fosas comunes
Por:
Rubén Lasagno
El 24 de febrero de 2022 empezó la invasión armada a Ucrania por parte de Rusia.
Treinta
y seis días después los combates siguen en las calles de las distintas
ciudades.
La
gran potencia armada que parecía Rusia, no lo es tanto, no ha podido doblegar
el ánimo, la resistencia y las escaramuzas de Ucrania.
En
el medio las tropas rusas debieron replegarse, rearmarse y volver a atacar con
armas altamente letales.
Lo
que empezó como una “operación quirúrgica”, según los medios oficiales rusos,
terminó siendo una orgía de sangre y fuego.
La invasión rusa a Ucrania, ya se inscribe entre los más tenebrosos crímenes de guerra, con el dato que agrava considerablemente el objeto y sus consecuencias:
No
es una guerra por cuestiones religiosas, ni económica, ni racial, es un
fraticidio, pues rusos, ucranianos, polacos y otros países del orbe, comparten
lazos de sangre, comunidades, trabajos e intereses comerciales y sociales
afines.
La guerra actual es producto de la invasión criminal y asesina de Vladimir Putin a un país vecino, que optó por defenderse.
Para el Papa
Francisco, que ha borrado de su léxico la palabra “invasión”, al igual que para
Alberto y Cristina Fernández, el nivel de incondicionalidad con el genocida
ruso, los hace quedar como defensores de la peor lacra contemporánea de la
política internacional, al punto de cuestionar (prácticamente) “la guerra”,
pero no por el acto aberrante de la invasión rusa a Ucrania, sino por la
oposición que hace el pueblo ucraniano a ser invadido.
En términos
relativos, lo que están diciendo el Papa, Alberto y Cristina es que la guerra
se produce porque Ucrania decidió defenderse.
Una
aberración política sustancial y definitivamente atroz de parte de Jefes de
Estados.
El genocida Vladimir Putin ha dejado a su paso las peores muestras de lo que es capaz un ser humano.
El odio, el
resentimiento, la destrucción y los más aberrantes crímenes de lesa humanidad.
Sin embargo, todo esto que aún los historiadores, la prensa y los organismos de DDHH y cuanta organización similar esté dando vuelta en el mundo, persisten en recordar como el genocidio armenio, el holocausto judío, el genocidio bosnio (masacre de Srebrenica en 1995), entre otras bestialidades de la humanidad en la corta vida de los últimos 100 años del mundo, hoy tiene otro capítulo, escrito por el presidente ruso.
Los destinos del ex gran visir Talaat Pasha, Otomano ejecutor del genocidio Armenio (Slobodan), Adolfo Hitler (holocausto judío), Milošević y Milenko Trifunovic (bosnia), entre otros, fue la muerte.
Y
lo mismo le espera a Vladimir Putin, el genocida contemporáneo que algunos
tratan de disimular tras una pátina de estadista en un país donde sus propios
amigos, le están dando la espalda, porque su locura criminal les está haciendo
perder plata (no por otra cosa).
En una de nuestras notas el día 9 marzo 2022 y hablando precisamente de la interna que tiene Putin, a partir de lo que nos dijera un colega español, escribimos “Este castigo global llamó a la reflexión a la burguesía rusa y le ponen presión al presidente Putin, sobre quien un médico ruso reveló allí por noviembre, que padece de Párkinson y un tipo de cáncer. No son pocos quienes piensan que Vladimir Putin esté jugando su última carta y en este marco se interpreta la amenaza de su canciller de un posible conflicto nuclear “devastador” para la humanidad”.
Y
de eso se está hablando ahora.
Un
mes después de haberlo dicho, se sabe públicamente que Putin está enfermo,
tiene un Parkinson avanzado y debe ser operado de un tumor maligno.
Tal vez sea el castigo que le tiene reservado la vida dispendiosa de un miserable ser humano que en el fin de su existencia mandó a sus ejércitos a destruir un pueblo, violar a sus mujeres, ejecutar hombres, mujeres y niños, enterrarlos en fosas comunes y bombardear indiscriminadamente a civiles en las calles como un loco desesperado de sangre.
Vladimir Putin se merece morir en las peores condiciones y ya es vox pópuli que sus “amigos” van a encargarse de matarlo.
En
la Rusia que él creó, las conspiraciones de muerte son cosa de todos los días.
Putin
las aplica con sus colaboradores, sus enemigos, el periodismo, sus detractores
y quien se le cruce.
El presidente ruso vive en una burbuja de seguridad, sin la seguridad de saber si algunos de esos mismos que lo rodean, lo matará mañana.
El destino de
este genocida es inexorable.
Como
en los casos anteriormente mencionados, los déspotas criminales de la historia
murieron ejecutados o por su propias manos, pero ninguno sobrevivió a la
persecución que sobrevino luego de sus acciones criminales.
¿Habrá pensado Putin que luego de su escalada invasora, la vida de él iba a seguir como todos los días?.
Un
verdadero energúmeno populista, egocéntrico y corrupto, de cuya onda expansiva
no escapa su entorno.
Amigos
enriquecidos de esa corrupción y hasta sus hijas que nadan en oro por los
delitos de su padre, sufren las consecuencias.
¿Cuánto le queda a Vladimir Putin?.
Lo
que reste de la oposición ucraniana.
Su
vida es inversamente proporcional al éxito de la resistencia militar de
Volodímir Zelenski, quien ya es mucho más que el presidente ruso.
La empatía mundial hizo de este ex cómico, el gran beneficiario de esta locura genocida de Putin.
Excepto en
países con gobiernos marginales como la Argentina y de las poca bondadosa
posición del Papa, todos, sin excepción, están al lado de Ucrania y en contra
del genocida ruso.
(Agencia
OPI Santa Cruz)
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