Había una vez una cucarachita muy bonita que vivía en el campo. Sus ojos eran negros y su piel morena. Todo el mundo la llamaba la Cucarachita Martina.
La cucarachita era muy buena ama de casa, y la suya brillaba como una tacita de oro. Un día mientras barría el patio de su casa se encontró un objeto redondo.
—"¿Qué será esta cosa redonda? ¡Ah es una moneda! ¿Qué voy hacer con esta moneda? ¡Ah, ya sé lo que voy hacer! Me compraré un traje nuevo. No, no, un traje vale más que esta moneda. ¿Qué voy a comprar con esta moneda? Compraré un par de zapatos. ¡Ah, no, no! Un par de zapatos vale más que esta moneda. Ya sé, compraré una caja de polvo. Eso si que me hace falta." (La cucarachita va al pueblo a comprar el polvo)
Esa tarde cuando la Cucarachita regresó a su casa, se bañó, se empolvó toda, y se puso su mejor vestido. Martina se veía lindísima. Tenía una amapola en el pelo y la cara bien empolvada. Entonces se sentó a tomar el fresco en el portal de su casa.
Al rato atravesó la calle muy elegante un Gato, todo vestido de negro porque iba camino de unas bodas. Cuando la vio tan bonita, el Gato se acercó al portal, y recostándose en los balaustres, se atusó los bigotes con un gesto muy aristocrático: |
Y el Gato salió corriendo lo más rápido que pudo. Al rato cruzó la calle un Perro, con su pelambre acabadita de cepillar porque iba camino de una boda. Viéndola tan bonita, se arrimó al balcón y se rascó el lomo contra los balaustres varias veces. Irguió entonces las orejas como si fuese un perro de casta: |
Y el Perro se fue muy triste. Al rato pasó el Gallo, con su plumaje muy limpio y vestido muy elegante, se arrimó al balcón:
Y dijo el gallo: Cucarachita Martina. ¡Qué linda estás! ¿Te quieres casar conmigo? |
El Gallo tristemente se alejó . Y en un santiamén apareció el grillo, de detuvo al lado del balcón de la casa y dejó de entonar su violín.
Y dijo el grillo: Cucarachita Martina. ¡Qué linda estás! ¿Te quieres casar conmigo? |
Al Grillo se le bajaron las antenas de la pena. Poco después apareció el Chivo con sus cuernos muy brillosos, su barba muy bien peinada.
Y dijo el chivo: Cucarachita Martina. ¡Qué linda estás! ¿Te quieres casar conmigo? |
—Quizás….. —dijo la cucarachita—. Pero dime ¿cómo haces por las noches?
—"ROAC, ROAC"
—"¡Ay no, no, que me asustarás. ¡Váyase lejos de aquí!"
El sapo salió de allí refunfuñado. En eso apareció en el balcón de la casa muy elegante y vistoso un cerdito.
Y dijo el cerdito: Cucarachita Martina. ¡Qué linda estás! ¿Te quieres casar conmigo?
—No sé —dijo la cucarachita—. Pero dime antes, ¿cómo haces por las noches?
— "OINC, OINC, OINC"
— "¡Ay no, no, que me asustarás. ¡Váyase lejos de aquí!"
El cerdito salió con su rabito entorchado. En eso se vio una lucecita verde. Era el cocuyo que impresionado con la belleza de la cucarachita se acercó a ella.
Y dijo el cocuyo: Cucarachita Martina. ¡Qué linda estás! ¿Te quieres casar conmigo?
Bueno, Bueno —dijo la cucarachita—. Pero dime antes, ¿cómo haces por las noches?
— No te diré nada, solo te alumbraré con mis luceros.
— "¡Ay no, no, que me asustarás. ¡Váyase lejos de aquí!"
Al cocuyo se le apagaron sus lucecitas. Inesperadamente apareció el Ratoncito Pérez y se acercó a ella.
La Cucarachita lo vio acercarse, se arregló sus antenitas y se sentó derechita. El Ratoncito Pérez estaba vestido con una camisa verde de cuello blanco y pantalones recién planchados, y en la cabeza llevaba puesto un sombrero amarillo muy vistoso. |
Y sucedió que un día, mientras la Cucarachita Martina cocinaba una gran olla de sopa, se acordó que no tenía sal para poner a la sopa, por eso fue a casa de la vecina para pedirle un poco.
Mientras tanto, atraído por el delicioso olor de la sopa y la curiosidad, el Ratoncito Pérez acercó una silla a la cocina, se subió a ella y se asomó al borde de la olla con la sopa hirviente, y en un descuido, !zás!, cayó dentro de ella.
Cuando volvió de casa de la vecina, la Cucarachita Martina encontró al Ratoncito Pérez todo pelado flotando entre los fideos de la sopa.
Desde entonces se canta la canción que dice:
El Ratoncito Pérez se cayó en la olla por la golosina de la cebolla.
Poco tiempo después la cucarachita Martina se volvería a casar; por eso un poeta escribió los versos siguientes:
Cucarachita Martina viuda de Pérez, se casará mañana con un alférez.
Cucarachita Martina esta vez tapó la olla y aseguró la tapa con una argolla.
Y cuando vaya a casa de su vecina, cerrará bien la puerta de la cocina.
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