Tenemos una vida propia pero nos pasamos la mayor parte del tiempo quejándonos y deseando tener lo que tiene el vecino, en lugar de disfrutar lo que poseemos.
Podríamos afrontar este tema desde distintos puntos de vista según la percepción de la realidad que tengamos, ya que es nuestra realidad interior la que nos hace ver de una manera determinada el mundo.
Todavía recuerdo cuando Peio era un joven escolar y aquella mañana estaba sentado en su mesa de trabajo del colegio, haciendo unos bonitos dibujos, y de pronto… apareció un pequeño charquito bajos sus pies, al mismo tiempo que la parte delantera de sus pantalones estaba mojada.
En aquel momento su mundo se paró, no supo cómo pasó, él ya era un chico mayor y hasta ahora eso nunca había sucedido. Si los muchachos se dieran cuenta de su estado se burlarían y se reirían de él, y las niñas del aula se apartarían como si tuviera la peste…
¡¡¡Quedaría marcado de por vida!!!!
En ese momento tan angustioso tan sólo le queda un recurso, y pidió ayuda internamente a quien nunca le había fallado.
- Dios… necesito tu ayuda y debe ser ahora, dentro de un instante todo acabará y será mi final.
Peio sabe que es difícil salir de esa situación, pero inesperadamente. Carmen. que pasaba por ahí con un vaso lleno de agua para las pinturas de acuarela, se tropieza con quien sabe qué y derrama todo el agua sobre Peio, al mismo tiempo que le guiña un ojo.
Como por arte de magia o como un milagro, nuestro amigo, en lugar de ser objeto de burla o quedar arrinconado es rodeado por sus compañer@s del aula y por la profesora para poder ayudarlo a salir de ese supuesto gran problema que su compañera Carmen le provoco “sin querer”.
Así es la vida: nos pone tropiezos en nuestro rumbo, pero muchas veces, de manera inesperada, alguien a nuestro lado nos tiende esa anónima mano y nos ayuda a cambiar por rosas nuestras espinas.
Vemos la supuesta suerte que tiene fulanito en el trabajo, en la familia, en el reconocimiento social…y le envidiamos mientras seguimos con la rutina de nuestras vidas, sin plantearnos el cambiar las costumbres durmiendo menos, estudiando más, dedicando parte de nuestro tiempo a prepararnos para nuestro futuro, esforzándonos en las relaciones sociales, trabajando con anhelo y ahínco y dedicando nuestras energías y acciones a conseguir lo que deseamos y ayudando a quien vemos en apuros.
Incluso nuestro estado de ánimo varía según la intensidad de envidia que sentimos por la suerte del prójimo, en lugar de aprovechar lo que vemos que fulanito consiguió para hacernos cambiar de actitud desatándonos de nuestros viejos patrones.
No siempre nuestra fuerza es algo físico (como los brazos o las manos) o exterior (como las posesiones materiales o habilidades): la verdadera fuerza que nos ayuda a triunfar en esta experiencia que es vivir la vida nace de lo más profundo de nuestro interior.
Soñamos sin dormir, con los ojos bien abiertos, pero… ¿qué hacemos para que esos sueños lleguen a ser realidad?
Seguro que fulanito trabajó y se esforzó mucho para conseguir lo que ahora tiene, el precio fue o es alto, pero el esfuerzo merece la pena. Pero para ello debemos plantearnos desde ya el cambio de acción y actitud ante la vida.
Nadie nos va a regalar nada, por lo tanto. si te duele el clavo que tienes pinchado en tu cuerpo, ¡¡¡sácatelo!!!
No te quedes impasible mirándolo y llorando de dolor, ¡¡¡actúa, muévete!!!
No es cierto eso que dicen que es mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer: busca y cambia lo malo por bueno, tu acción traerá buenas consecuencias.
"El temor de Jehová es el principio del conocimiento; los insensatos desprecian la sabiduría y la disciplina". (Proverbios 1:7)
¡¡¡¡Zorionak Peito!!!
(*) Terapeuta natural y transpersonal.
Responsable de secciones en diversos medios de comunicación.
Gipúzkoa-Euskadi. http://www.donosti.net/1caminante
Podríamos afrontar este tema desde distintos puntos de vista según la percepción de la realidad que tengamos, ya que es nuestra realidad interior la que nos hace ver de una manera determinada el mundo.
Todavía recuerdo cuando Peio era un joven escolar y aquella mañana estaba sentado en su mesa de trabajo del colegio, haciendo unos bonitos dibujos, y de pronto… apareció un pequeño charquito bajos sus pies, al mismo tiempo que la parte delantera de sus pantalones estaba mojada.
En aquel momento su mundo se paró, no supo cómo pasó, él ya era un chico mayor y hasta ahora eso nunca había sucedido. Si los muchachos se dieran cuenta de su estado se burlarían y se reirían de él, y las niñas del aula se apartarían como si tuviera la peste…
¡¡¡Quedaría marcado de por vida!!!!
En ese momento tan angustioso tan sólo le queda un recurso, y pidió ayuda internamente a quien nunca le había fallado.
- Dios… necesito tu ayuda y debe ser ahora, dentro de un instante todo acabará y será mi final.
Peio sabe que es difícil salir de esa situación, pero inesperadamente. Carmen. que pasaba por ahí con un vaso lleno de agua para las pinturas de acuarela, se tropieza con quien sabe qué y derrama todo el agua sobre Peio, al mismo tiempo que le guiña un ojo.
Como por arte de magia o como un milagro, nuestro amigo, en lugar de ser objeto de burla o quedar arrinconado es rodeado por sus compañer@s del aula y por la profesora para poder ayudarlo a salir de ese supuesto gran problema que su compañera Carmen le provoco “sin querer”.
Así es la vida: nos pone tropiezos en nuestro rumbo, pero muchas veces, de manera inesperada, alguien a nuestro lado nos tiende esa anónima mano y nos ayuda a cambiar por rosas nuestras espinas.
Vemos la supuesta suerte que tiene fulanito en el trabajo, en la familia, en el reconocimiento social…y le envidiamos mientras seguimos con la rutina de nuestras vidas, sin plantearnos el cambiar las costumbres durmiendo menos, estudiando más, dedicando parte de nuestro tiempo a prepararnos para nuestro futuro, esforzándonos en las relaciones sociales, trabajando con anhelo y ahínco y dedicando nuestras energías y acciones a conseguir lo que deseamos y ayudando a quien vemos en apuros.
Incluso nuestro estado de ánimo varía según la intensidad de envidia que sentimos por la suerte del prójimo, en lugar de aprovechar lo que vemos que fulanito consiguió para hacernos cambiar de actitud desatándonos de nuestros viejos patrones.
No siempre nuestra fuerza es algo físico (como los brazos o las manos) o exterior (como las posesiones materiales o habilidades): la verdadera fuerza que nos ayuda a triunfar en esta experiencia que es vivir la vida nace de lo más profundo de nuestro interior.
Soñamos sin dormir, con los ojos bien abiertos, pero… ¿qué hacemos para que esos sueños lleguen a ser realidad?
Seguro que fulanito trabajó y se esforzó mucho para conseguir lo que ahora tiene, el precio fue o es alto, pero el esfuerzo merece la pena. Pero para ello debemos plantearnos desde ya el cambio de acción y actitud ante la vida.
Nadie nos va a regalar nada, por lo tanto. si te duele el clavo que tienes pinchado en tu cuerpo, ¡¡¡sácatelo!!!
No te quedes impasible mirándolo y llorando de dolor, ¡¡¡actúa, muévete!!!
No es cierto eso que dicen que es mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer: busca y cambia lo malo por bueno, tu acción traerá buenas consecuencias.
"El temor de Jehová es el principio del conocimiento; los insensatos desprecian la sabiduría y la disciplina". (Proverbios 1:7)
¡¡¡¡Zorionak Peito!!!
(*) Terapeuta natural y transpersonal.
Responsable de secciones en diversos medios de comunicación.
Gipúzkoa-Euskadi. http://www.donosti.net/1caminante
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