"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

domingo, 14 de diciembre de 2008

La ridiculez como remedio mágico

Por Lic. Gustavo A. Bunse

Víctima del desorden internacional, abandonada por los dioses del Olimpo y arrinconada en el peor escenario de inequidad mundial, la República Argentina rueda hacia el abismo como si fuera la piedra de Sísifo.

Sin ninguna culpa propia, según el anuncio de la presidente, tendremos que sufrir algunos meses.
Dicho esto sin que se le mueva una sola fibra de los repulgues de su rostro,… nos añade que "nada será grave".

Y así luce, sin dudas, a juzgar por la tibieza de los correctivos que se le han ocurrido en su último acto de ingenio estratégico.

Las cosas son así.
Acaso una tercera parte de la gente les cree, otra tercera parte vive en estado de ignorancia o perplejidad.

Y a la última tercera parte, le importa verdaderamente un bledo todo.

El paisaje se completa con un nutrido grupo de empresarios rastreros y dirigentes expertos en genuflexión, que asisten a cada anuncio que hace, aplaudiéndole su farsa e impulsándola a que prosiga con la nueva fábula panglossiana sacada del mejor de los cuentos de Voltaire.

Son ellos, como una piara, la caterva de arrodillados que le besa los anillos, le refrenda y le ovaciona la teoría de que con autitos a 800 pesos por mes, blanqueo y moratoria... vamos todos al mejor de los mundos posibles.

Como decía Arturo Pérez Reverte, "Pero llegará el día en que, aún en sillas de ruedas… irán a buscarlos con una recortada para volarles los huevos"

Termina el 2008 y el ciudadano argentino que tendrá que votar en diez meses, vive entre esas nubes de confusión y angustia, aun sabiendo que las cosas van a seguir así por bastante tiempo.

Sin embargo, entregado ya a cualquier humillación, abnegado y urgido por la vida, intuye que este gobierno conserva ventajas para sostenerse, más por la inexistencia de la oposición y sus errores, que por los méritos propios.

Junto con la economía, los dos problemas más graves que tienen ya en las narices, vinculados entre sí, son la terrible inseguridad pública que campea y la protesta social que se avecina.

Las carambolas del destino han favorecido mucho su doctrina, pero esta vez acaso pueden llevarlos, por ese mismo rumbo, a una calamidad inesperada.

La absoluta permisividad y el garantismo que fue base de la construcción de su poder demagógico, siguen siendo las raíces ideológicas fundamentales de la esposa "residente". Ha llegado incluso, en su delirio retórico, a querer lavarse las manos ensayando un párrafo admonitorio hacia los fallos de los jueces que ella misma nombró junto con su marido. Jueces que juraron apoyando la mano sobre una olla de estofado con papas, aceptando cumplir todos esos axiomas políticos permanentes para la posteridad nacional de la República.

En efecto, por vía del absurdo y de la contradicción, en muy poco tiempo más quedarán fulminadas por completo las facultades coercitivas del estado

Y el monopolio del uso de la fuerza pasará así directamente a manos de los grupos civiles que, a su antojo, deseen ejercerla.
Será el epílogo trágico para refrendar la teoría presidencial del "Estado ausente" en el control del orden público, que ha dejado abiertas de par en par las puertas para que, el uso de la fuerza y la violencia, quede sin remedio en manos de minorías que decidan caprichosamente el momento y el modo para desarrollar acciones con cualquier pretexto de reivindicación social.

Y montado en ese mismo tipo de hechos, el propio gobierno, aunque se vea apremiado por una necesidad inversa, no tendrá entonces más opciones que profundizar su flexibilidad y extenderla todavía mucho más, parejamente, hacia los territorios de la delincuencia y de la marginalidad.

Pues la permisividad, instalada e impulsada por él mismo, como una especie de delirio ideológico que no existe en ningún país democrático del mundo, tendrá ahora (justamente ahora) una especie de shock de rejuvenecimiento forzado.

La hipertrofia del abolicionismo no se erradica fácil.

No pocos gobernadores han a preferido hasta ahora atarle las manos y los pies a la policía y dejar que cualquier grupo haga lo que se le antoje, aún vulnerando seriamente los derechos de los demás, desde su libre circulación hasta su propiedad privada.

Y acaso lo sigan prefiriendo, sin titubear, para poner a salvo su pellejo político, lo cual es, en esencia, la verdadera raíz del garantismo oficialista. Y así ha de ser, aunque los vándalos nos vayan matando de a uno e incluso decidan, algún día, despanzurrar una ciudad entera.

Las policías decorativas, han sido hasta hoy, la norma.

Y acaso justamente ha de ser ese mismo, el germen de la peor desgracia del gobierno, que, impedido por completo de reaccionar con la herramienta natural del Estado, se las tenga que ver súbitamente con un clima de asedio violento hacia los propios territorios de su administración.

Si así fuera, se verán obligados allí a reprimir con el triple de violencia, con el agravante de que los jefes policiales les han de pedir las órdenes por escrito y las salvaguardas por cualquiera de las muertes eventuales.

La parábola de la coerción del Estado funciona de un modo muy sensible y raras veces perdona.
Con sus bolsillos llenos, ahora los dirigentes piqueteros que crecieron a su sombra, se toman las de Villadiego.

Haber instalado la cultura del apriete piquetero y la protesta delictiva, no admite ya la cabriola demagógica de dejar luego al Estado inerme, para quedar bien con las ideologías del populismo irracional.

Esa cabriola, se estrella más temprano que tarde contra la realidad que regresa fatalmente a cobrar su parte de razón.
Y no negocia.

Cualquier versión o comunicación oficial que aparezca a partir de ahora, se va a derrumbar en pocos minutos, contaminada por los vapores malsanos y absolutamente truchos que respira la esposa residente por cualquier lugar que transite.

La ridiculez, cuando se mezcla con la tragedia, empieza por fulminar la objetividad y termina por convertir en una farsa a cualquier enfoque moral que se quiera ensayar sobre ella.

No tienen como resolver el problema de la inseguridad pública.
Aún con la más remota noción, ya no tienen tiempo de hacerlo.

La única herramienta que han hallado para quitarse la culpa, es la ridiculez.

En ese marco se celebra hoy el primer año de la entronización conyugal.

Un hecho trágico puede acaso estar perfectamente contenido en una fábula y puede incluso no necesitar demasiados apoyos en la realidad o en la verdad para esquivar el ridículo.

La fábula puede sobrevivir inclusive más allá de lo mitológico o de alguna esencia simbólica que quiera justificar su vigencia.

Pero el germen de lo ridículo, extingue los mitos y las realidades.
Impacta sobre todos los hechos, desbarata todas las fábulas y resquebraja así la base de cualquier lógica seria.

Argumentos, causas, explicaciones, razonabilidad, contexto y validez, se desparraman en mil pedazos muy pequeños que ya nadie puede ni quiere rearmar, por cuanto cualquiera que se acerque al escenario, queda fatalmente atrapado entre los pedazos y pasa a formar parte del paisaje, aunque no se lo proponga.

"La vida es muy peligrosa, no por las personas que hacen el mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa" Albert Einstein.

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