"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

miércoles, 4 de noviembre de 2009

La comarca de los impertérritos...

Por el Lic. Gustavo Adolfo Bunse


Ella… lo admira.

Tomada de su mano cartilaginosa… ella logró escalar todas las posiciones que puede llegar a desear alguna vez, la torva ceguera de un metabolismo femenino enfermo, cuando es excitado por la voluptuosidad del poder.

En lugar de ponerle una boutique… en lugar de inundarla, con las cosas que la mujer pide “para sentirse realizada”, lo que hizo fue darle un bastón de mando… repujado por el platero Pallarols.

Se lo había prometido.
Pero no como una meta demasiado costosa, sino inversamente, como una sencilla y cabal demostración, bajo un secreto sentimiento de desprecio y resquemor por la gente… inspirada en que “en el país de los ciegos” era casi un juego de niños para él, ser el Rey.
Y que ella… fuese la Reina.

La “boutique” que al fin le puso, somos todos nosotros… nuestras vidas, nuestros proyectos y nuestros hijos.
El país pues, se maneja, del mismo modo, … y con el mismo desdén con que se le puede cambiar el aspecto a la vidriera de un negocio de ropa mujer.

Frente a tal marco de burla conmovedora, hay un dato que parece clínico:
Es probable que los argentinos nos hallemos, ahora mismo, gravemente enfermos de perplejidad.
Enfermos con un virus resistente.

Con un silencioso virus… que suele atacar a las repúblicas derrotadas.

Ese virus, por algún extraño mecanismo, se mete en el torrente sanguíneo de la ciudadanía… y en muy poco tiempo la deja convertida en un rígido conjunto de seres absortos.
Algo así como una multitud de esfinges, mudas y silenciosas, que ni siquiera atinan a pestañear por algo atroz que se presente ante sus ojos.
Una comarca de impertérritos.

De otro modo, no es posible explicar, de forma razonable, como puede ser que veamos lo que vemos y que oigamos lo que oímos, sin que a nadie se le mueva un pelo.

El hartazgo no parece ser, casualmente, la contaminación que debamos temer en esta comarca.
Al contrario :

El argentino medio puede reaccionar como un asesino al volante.
Puede incluso crisparse hasta límites delirantes de violencia en medio minuto, sólo por alguien que se atreva a cruzarle otro auto… en alguna maniobra imprudente.
Menos que eso… sólo porque alguien lo mire mal.

Pero, raramente, el virus lo mantiene con su semblante impávido… aún si lo toman por idiota todos los días, aún acaso si lo humillan reiteradamente, mintiéndole, falseándole todos los parámetros de la vida y obligándolo a vivir en una especie de jungla de inseguridad pese al enorme salvajismo impositivo al que lo someten.

Frente a lo que resulta noble y verdadero, frente a la agonía de las metas ideales, frente al peligro de las carencias de proyecto… en cien argentinos se pueden hallar seguramente unos 90 impertérritos y acaso los otros diez que prefieren abandonarse a la pulsión más fuerte… a la conveniencia, o al temor… y a lo que, a la larga… los hace abdicar de su misión.

Pero, es curioso :
Nadie ignora ni desconoce los escenarios que irritan los ojos de indignación.
El problema grave es la tendencia a carecer de arrojo para enfrentar el grave peligro de la mediocridad.
El problema es la miopía para distinguir los paradigmas.
Los modelos que escoge nuestra sociedad, y que mira con bastante envidia, son a menudo, monstruos de vulgaridad.
El colapso del coraje.
El individualismo, sin la menor inquietud.
Hay una superpoblación que no distingue nada entre aquello que merece la pena por sí mismo… , y lo que tiene carácter de fin,… lo que una vez alcanzado, da algo bastante parecido a la felicidad y a la perfección.
De lo íntegro, de lo bien hecho, a lo que no le sobra ni le falta nada… lo que está completo y casi perfecto dentro de sus límites y fines, físicos o morales.
De las claves de la victoria… sobre de la vulgaridad.

En toda la historia universal han existido gobernantes que hicieron lo que se les antojó, incluyendo por supuesto atrocidades de todo estilo.

No interesa mucho aquí si fueron dictadores o si acaso fueron demócratas convertidos en déspotas.
De hecho, todos conocemos mil ejemplos.

Pero siempre se llegaba un límite naturalmente traumático.
Ellos mismos, como montoneros, decidieron ponerle un límite al gobierno democrático de su propio líder.

Nuestro caso, en este país de fantasía, es verdaderamente singular.
Aquí, con la mayor naturalidad, se desarrollan en forma continua y a cielo abierto, por parte del gobierno, la mayor cantidad de irresponsabilidades y extravagancias por minuto de todo el mundo occidental.

Entre los dos, todavía hoy tomados de la mano, hay casi una competencia mutua por despedazar la lógica simple de la vida en común, la naturaleza y la verdad noble de las cosas elementales del ser.
Depredadores ingénitos, arrasan cada mañana hasta con la racionalidad de quienes, de buena fe, se esfuerzan por interpretarlos.

Y frente a esa enorme cadena de conductas, tributarias del capricho más inentendible, dinamitando lo que les aparezca en el camino, es imposible encontrar el motivo que los ha inspirado o el objeto que se han propuesto.

Todo luce aquí absurdo, sin rumbo, extemporáneo, triste y teñido de una especie de esoterismo básicamente irresponsable.

Cuentan de a uno los 37 días que les quedan hasta el 10 de diciembre para proveerles un perfecto enmascaramiento al gran operativo de ficción que han preparado para perpetuarse.

Frente a ello, los argentinos, enfermos de impavidez y abandonados por completo al oleaje de los déspotas, aceptamos navegar al garete entre las contorsiones de esta caterva de punguistas.

Estamos todos, con infinita abnegación, atravesados de lado a lado por una eterna y lastimosa vocación impertérrita.

Lic Gustavo Adolfo Bunse
gabunse@yahoo.com.ar

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