EDITORIAL
El Mercurio.cl
Marzo 7, 2010
El próximo jueves asume el mando un nuevo Presidente de la República, que en su campaña convenció a la mayoría de los chilenos de que, con él, el país va a recuperar el vigor que exhibía hasta 1998 en materia de crecimiento y de creación de empleos.
¿En qué medida cambia esa expectativa con el terremoto que ha asolado al país?
Las ambiciosas metas que se proponía el Presidente electo se iban a lograr con un equipo de gobierno afiatado y coherente, como el que él efectivamente ha nombrado. Se iban a lograr con la conocida capacidad de gestión que tienen tanto él como los nuevos ministros.
Pero también se necesitaban cambios profundos: por lo menos, una amplia modernización del Estado, una contundente reforma educacional, y una significativa flexibilización del mercado laboral.
. Algunos pensaban que estos cambios no eran estrictamente necesarios, que era mejor evitar los enfrentamientos y conflictos que podrían ocasionar, y que bastaría con el golpe de timón que da una buena gestión.
. Algunos escépticos dudaban de que el nuevo gobierno tuviera el temple para hacer reformas prácticamente refundacionales.
Pero estas dudas eran desmentidas por el sentido de urgencia con que, en su campaña, el Presidente electo se lamentaba de la peligrosa inercia que se había apoderado de la cosa pública, a causa de haberse postergado por tantos años las reformas microeconómicas que tanto se necesitaban.
Tal vez algunos de estos dudosos o escépticos puedan ahora creer que con el terremoto queda sepultada toda posibilidad de hacer reformas profundas.
¿En qué momento se harían si la prioridad va a ser la reconstrucción del país, que algunos creen puede tardar casi todo el cuatrienio de gobierno?
No cabe duda de que esta reconstrucción va a tomar mucho tiempo, ni de que ocupará mucha atención de parte del Presidente y sus ministros, subsecretarios y demás altas jefaturas.
Pero éstos tienen con creces la capacidad para dedicarse también a las reformas profundas.
Es más, sería incomprensible que no lo hicieran, porque habrá un ambiente muy propicio para ellas.
La reconstrucción supondrá un esfuerzo de dimensiones épicas, que tenderá a unir al país en torno a su Presidente.
Éste, por su parte, podrá impartirle a su gobierno una mística, un "relato", un sentido de epopeya comparables a los que motivaban a la Concertación en sus comienzos.
En ese contexto, es difícil imaginar quién se opondría a reformas que el país tanto necesita, incluso para que prospere la misma reconstrucción.
¿Quién, en un ambiente en que se busca reconstruir el país con urgencia, se opondría a una reforma educacional tan necesaria para mejorar nuestro deficiente capital humano, o a una reforma laboral que aumente una fuerza de trabajo que en Chile es pequeña, por la poca participación en ella de las mujeres?
En teoría se opondrían los grupos de interés cuyos privilegios podrían las reformas vulnerar.
Pero son grupos muy pequeños frente a una inmensa mayoría de chilenos que quieren más empleo, mejor educación y un Estado que les responda y les sirva.
Son grupos que en algunos casos tienen derechos adquiridos que merecen ser compensados.
Pero no se advierte por qué pudiere el nuevo gobierno carecer de la capacidad para negociar con ellos y de comunicar al país los objetivos que está persiguiendo al hacerlo.
Desde ya, cabe esperar que entre las metas del nuevo gobierno esté la de usar a sus comunicadores especializados, no para medir las vicisitudes de la opinión pública con el misérrimo fin de adecuarse a ellas, "sino para educarla", con el objeto de que la gente entienda y acepte las reformas que el país necesita.
Las consecuencias del mismo terremoto han mostrado -y seguirán mostrando- cuán necesaria es, sobre todo, una reforma del Estado chileno, porque a todas luces se evidencia que él no está adecuadamente capacitado para enfrentar hechos inesperados que requieren pensar fuera de libreto.
¿Quién, a la luz de lo observado, se va a oponer a que nuestro Estado se encarne no en operadores cuyo principal mérito es su afiliación política, sino en profesionales bien pagados, en funcionarios de excelencia?
No hay duda alguna de que el Estado actual mejorará su desempeño con los excelentes nuevos ministros, intendentes y jefes de servicios, que por lo demás se inician con la energía y el vigor del recién llegado.
Pero sería lamentable que nos quedáramos en eso, y que, por tanto, se perdiera la oportunidad de ir a las raíces del problema.
Tenemos un aparato estatal en el que muchos ministerios no cuentan con la estructura ni el personal que necesitan para cumplir sus funciones.
Al presentar a sus nuevos intendentes, el Presidente electo dijo que "el temple de un buen capitán de barco no se mide cuando las aguas están calmas: se mide cuando el mar está tormentoso".
El mar trágicamente tormentoso del que habla le da una oportunidad única para mostrar él su temple y, con el prestigio que iría acumulando al mostrarlo, desplegar el coraje que se necesita no sólo para despejar los escombros y levantar las casas caídas, sino también para eliminar los obstáculos, los frenos que se le han ido creando al desarrollo con leyes inadecuadas, sistemas anticuados y organizaciones que el tiempo ha tornado ineptas.
Boletín Info-RIES nº 1102
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*Ya pueden disponer del último boletín de la **Red Iberoamericana de
Estudio de las Sectas (RIES), Info-RIES**. En este caso les ofrecemos un
monográfico ...
Hace 4 semanas
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