"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

jueves, 13 de mayo de 2010

Es tiempo de reaccionar...

En el país mas viable, con una cotidianidad invivible

Abel Posse
Para LA NACION

El balance desde el 28 de junio hasta hoy nos muestra una discreta recuperación kirchnerista y una curiosa desorientación de los objetivos de la llamada oposición. Esta no pareció interpretar que la sorpresiva mayoría de junio no iba a favor de individualidades definidas, contrarias al Gobierno, sino en claro rechazo del llamado estilo (o falta de estilo) kirchnerista.

En esos meses dominaba un deseo de unidad que se fue perdiendo a lo largo de este año. El kirchnerismo se comportó como una legión imperturbable. Se aguantó el chubasco e inició una estrategia de permanencia en el poder con miras a 2011.

Los opositores fueron desilusionando a los electores, aunque lograron consolidar una buena tarea en la esfera parlamentaria, que significó importantes impactos para la estructura autocrática del oficialismo.

Salvo Eduardo Duhalde, los diversos sectores no interpretaron el resultado del 28 de junio (que sorprendió tanto al Gobierno como a los mismos opositores) con la debida sindéresis. Había un reclamo de unidad que no fue oído.
Los radicales se creyeron renacidos después de años de estrepitosa caída, la "troika" que se había unido y había vencido con De Narváez en la provincia de Buenos Aires se desmadejó. Todos los cisnes se creyeron elegidos por una multitud sin rostro, que en realidad expresaba un desacuerdo profundo ante el autoritarismo gubernamental, sin particularidades mayores acerca de los opositores en lisa.

Lo cierto es que, al redactar este artículo, hay una docena de candidatos (sin incluir a Kirchner y a la Presidenta): Macri, De Narváez, Solá, Reutemann, Cobos, Carrió, Alfonsín, Sanz, Solanas, Binner, Rodríguez Saá, Das Neves. Y el mismo Duhalde, como cansado de reclamar un pacto preelectoral de todos los sectores y una táctica unitiva en torno a básicas políticas de Estado.

En esta Argentina enferma no hay lucha de ideologías ni heterodoxias insalvables. Hay algunas palabras clave: hambre, energía, Poder Judicial, criminalidad, fe. Algunos gritaron con decisión su voluntad presidencial; otros la susurran. Pero esta inusitada proliferación parecería un esfuerzo para garantizarle a K un triunfo en primera vuelta, lo que hasta enero parecía imposible.

Lo concreto es que estos políticos se demoran en recoger el mensaje angustiado de la sociedad y carecen del fervor que exige un pueblo que ya no duda de la política, sino de la propia Argentina. Se presentan como administradores tibios cuando este maravilloso país traicionado necesita un renacimiento. Pasado el año, varias figuras que parecían muy sólidas en sus posibilidades se quedaron desteñidas ante la opinión. Las luchas sectoriales o la demasiada -o la escasa- decisión los desgastaron en algún grado apreciable.

Ganan batallas en el Congreso, pero están perdiendo el espacio del Poder Ejecutivo. Es como si, con inocente premura, hubiesen dado por muertos a los Kirchner antes de controlarles la presión. El Congreso parecería más bien un kindergarten inventado por los Kirchner para entretener y distraer a sus oponentes.

En la Argentina, y más aún en esta crisis, las batallas son las del Ejecutivo. Por ahora, el presidencialismo determina la realidad. Dos o tres leyes esenciales para la estrategia de los K, como la de medios, podrán ser frenadas con el sistema antidemocrático del veto. Nada antidemocrático les quita el sueño a los K. Este país demuestra que sólo comenta hasta tres días el más clamoroso escándalo. Para el Gobierno, todo sigue más o menos igual: ni la Presidenta tuvo que hacerse cargo de su investidura exclusiva y excluyente, ni su cónyuge perdió el control de "la administración general del país".

Hemos llegado a una curiosa confrontación entre el vencido que no cree serlo y el vencedor sin estrategia para hacerse valer. La gente, la mayoría fantasma, no logra corporizarse en un dirigente que concentre poder y atracción electoral relativamente unificada para enfrentar a K, que apuesta en un tablero aparte, únicamente atento a su voluntad de poder. Procede como si tuviese la convicción de una absoluta venalidad intrínseca de la condición humana. Y en la Argentina?

Perdido casi un año en acciones centrífugas, se inicia una justa con las siguientes fuerzas y deméritos entre el oficialismo y las oposiciones: el oficialismo tiene la fuerza de haber creado una vasta clientela, desde piqueteros hasta industriales, intendentes, gobernadores e intelectuales de izquierda oficialista. Es un pueblo extenso, con sectores fuertes en los trabajadores en blanco, sindicalizados, jubilados que el Gobierno sostiene contra la inflación con movilidades y reajustes periódicos. La asignación universal a la niñez fue un serio y extensible aporte en su favor. Del mismo modo, las perspectivas de una cosecha muy fuerte (también pronosticada para 2011) puede sostener la economía tambaleante pese al enorme incremento del gasto público. (El objetivo es mantener el poder y no la economía de la Nación.) Pero la inflación, si se desboca más allá de las cifras que se manejan, sería el abismo final (para los que la causaron y los que la heredarán).

¿Podrán los K superar esos fantasmas que agobian las noches de Olivos? La fuerte derrota del 28 de junio, el levantamiento del campo ofendido, la clase media ninguneada, la derrota cosechada en las ocho grandes ciudades y en los cinco distritos electorales mayores, la fatiga ante el autoritarismo y la firme voluntad republicana de la mayoría silenciosa. Y, sobre todo, la señalada inflación, la plaga más temida por nuestro sufrido pueblo.

Estamos en un curioso enfrentamiento que, desde hoy, durará hasta octubre del 2011.

El Gobierno puede todavía planificar golpes de escena hacia una apertura, aunque sería salir de su mal talante. Por el lado de lo bueno, le queda casi todo el espacio libre. Podría, por ejemplo, iniciar la batalla que nunca dio contra la criminalidad, ejerciendo el poder legal coactivo del Estado y rehabilitando la función policial, hoy inhibida.

Tendría la posibilidad de retrovertir el desprestigio (nacional e internacional) del Indec, propiciar un programa nacional contra el tigre de la inflación, y hasta hacer suyo algunos temas de corrupción. Todo esto acompañado por un cambio del fatigado y fatigante gabinete.

Pero esto parece inimaginable, porque los K son provincianamente conservadores. El autocratismo se paga con lealtades que impiden abandonar a los amigos. Los amigos del comienzo son los intratables cómplices del final.

La oposición tiene en su haber una mayoría nacional expresada hace casi un año con el silencio y el sigilo del pueblo cuando construye o decide protegerse en tiempos de dificultad. Pero, como se apuntó al comienzo, esa mayoría parece abstracta, no logra encarnarse. Por el sector oficial, una empedernida autoridad autoritaria. Por el lado de enfrente, una vereda vacía.

El peronismo, los radicales, las izquierdas y los sectores que cobraron fuerza en los últimos años están a tiempo para comprender y reaccionar ante la pesadilla implícita en la perduración política de los Kirchner. No basta la fructuosa actividad coincidente en el plano legislativo. Urge concertar una respuesta sólida para la primera vuelta y un programa esencial sobre los cuatro o cinco puntos de urgencia nacional que son indiscutibles y sobre los que hay avanzado consenso en el Congreso.

No debe ser una elección más. Debe haber conciencia de inaugurar una nueva etapa pensando en la Nación y en este pueblo que ya casi no cree. Que padeció la ineptitud activa y hasta entusiasta de políticos de todos los colores. Ese pueblo espera la vida, el placer de la vida en la nación de los mayores dones (el país más viable, con una cotidianidad invivible). Espera una gran convocatoria y el coraje perdido de pretender grandeza.

© LA NACION

El autor es diplomático y novelista

No hay comentarios: