Por Alejandro Rozitchner *
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Aclaración: Este artículo no debe ser tomado demasiado en serio, es una provocación premeditada que tiene la intención de ventilar aspectos no examinados de la vida actual.
Fútbol no es cultura. Es deporte. Y lo es cuando lo practica uno, no cuando lo ve por tele.
Sí, es un hermoso deporte, atractivo, apasionante. Pero ha dado lugar a una enfermedad aguda de nuestro tiempo, a la que podríamos llamar futbolismo.
El futbolismo es una enfermedad internacional, peligrosa precisamente porque no parece una enfermedad sino una pasión. Se la presenta como si no fuera la enfermedad que es, haciéndola aun más contagiosa.
El futbolismo aliena, como toda religión. Quien lo padece considera al fútbol una realidad paralela, que anula la percepción de la realidad real.
El futbolismo hace que sus infectados se alejen de las cosas y de sí mismos, para entrar en un mundo de fantasmas "deportivos".
El futbolismo tiene, entre otros, los siguientes síntomas:
» ocupa una gran parte del cerebro con material de baja calidad (porque además de los partidos hay innumerables programas de tele y de radio, y páginas de diarios y revistas, escritas sobre la farándula de jugadores, sus costumbres, pases, etc, que consumen la mente de quienes lo padecen)
» hace prestar atención a cosas que no tienen relación con la vida concreta de la persona e impide que la atención se dirija allí dónde sería útil que lo hiciera (la capacidad de pensamiento y elaboración debería dirigirse mejor hacia la consideración de los problemas personales, hacia los temores y deseos, hacia el examen de las opciones de desarrollo personal, hacia el disfrute sensual de la realidad del mundo, hacia la producción y el goce del arte, hacia la curiosidad y el conocimiento, etc, pero se encierra en infinitos detalles de la vida y obra de los jugadores, como si estos tuvieran una importancia de la que carecen)
» se impone como tema de comunicación básico entre las personas, como motivo constante y principal, dejando de lado toda mirada más compleja e inteligente sobre la realidad de la existencia humana, estrangulando el intercambio social y promoviendo una caída de la inteligencia disponible,
» genera la ilusión de estar dedicándose al deporte cuando en realidad lo que se hace es mirar a otros deportistas sin hacer un solo movimiento (deportismo por delegación),
» produce un efecto de alienación constante de las capacidades creativas personales, subrayando la posición pasiva de espectadores del éxito de otros (las personas desconocen sus capacidades de desarrollo, y creen que su único objetivo deseable es ocupar un rol destacado en la conversación sobre el tema)
» genera identificaciones precarias con colores y camisetas, y enemistades y enfrentamientos completamente irrelevantes,
» produce una especie de endiosamiento del estado de bobez del fanático del fútbol, como si ser hincha fuera algo lindo y meritorio ("Locos por el fútbol"), cuando se trata más bien de un peligroso estado de limitación de las capacidades humanas,
» degrada la comunicación entre padres e hijos, presentándose como tema casi excluyente en esa relación tan fundamental para el desarrollo personal. Padres que hablan tanto de fútbol son padres que no saben hablar de casi nada más, y que se afirman en ese monotema para generar la ilusión de una cercanía con sus niños, cuando se trata de un contacto estrecho y limitadísimo,
» construye una experiencia de la alegría de baja calidad, ligando la satisfacción a los resultados de los encuentros entre equipos, volviéndolos relevantes más allá de toda sensatez.
Llegados a este punto, unas preguntas:
¿Está mal que se permita a los alumnos en las escuelas ver los partidos de la selección en los horarios de clase?
No...
La educación debe entender dónde está la atención de sus destinatarios y promover desde allí el crecimiento posible. Además, es sólo durante la época del mundial, y sólo los partidos de la selección. Grave sería que se hiciera esto constantemente.
Tal vez, incluso, la creación de una materia llamada "Fútbol" permitiría generar en torno a la extendida enfermedad del futbolismo algunas posibilidades de enriquecimiento del tema. La materia podría, tratando el tema del fútbol de maneras productivas, limitar la enfermedad del futbolismo.
¿Hay que limitar la presencia social del fútbol?
No...
Las sociedades deben ser libres y prestar atención a lo que deseen prestarla. Pero es un objetivo nacional para el avance cultural el tratar de limitar la obsesión con el fútbol fomentando ocupaciones mentales de mayor calidad simbólica. Sin que el hermoso fútbol desaparezca, es bueno reducir la alienación que produce.
Además, hay muchas personas para las que el fútbol es un consuelo, un entretenimiento salvador, un tema mental en el que aplicarse a falta de otras capacidades.
¿Es malo que se utilice políticamente el fútbol?
Un sistema político que incentive el fanatismo por el fútbol es un sistema pobre, pobrista, que presenta a la pobreza espiritual como cultura popular, condenando a las personas a situaciones de bajo desarrollo individual y social.
¿El autor de esta nota verá los partidos del mundial?
¡Claro!
- ¿Qué soy? ¿Un marciano?
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* Alejandro Rozitchner es escritor, filósofo y novelista, trabaja como inspirational speaker y es asesor de la Secretaría General del Gobierno de la Ciudad.
Boletín Info-RIES nº 1102
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*Ya pueden disponer del último boletín de la **Red Iberoamericana de
Estudio de las Sectas (RIES), Info-RIES**. En este caso les ofrecemos un
monográfico ...
Hace 1 mes
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