"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

domingo, 6 de junio de 2010

Cataratas del Iguazú - Candidata argentina para la elección de las Siete Maravillas Naturales del Mundo


A la luz de la luna, un espectáculo diferente en la Garganta del Diablo

Foto: Andrea Knight


PUERTO IGUAZU.- "Esto es una lotería, hasta último momento no se sabe si se puede hacer o no el paseo nocturno -aclara Pedro Biton, experimentado guía del Parque Nacional Iguazú-. Sólo se sale si está completamente despejado, no hay luz artificial."

Aunque nunca fui afortunada en el juego, esa noche, frente a la inconmensurable Garganta del Diablo, alumbrada nítidamente por una inmensa luna, sentí como si hubiera ganado un premio grande, suculento.

A la mañana había llovido, la tarde estuvo muy nublada. La suspensión fue inevitable..., pero al atardecer las nubes se esfumaron y mágicamente la luna se apoderó del cielo.

No había dudas: a pesar del frío era una noche ideal para visitar las Cataratas con luna llena, uno de las excursiones más atractivas y exclusivas de Iguazú. Sobre todo porque era 25 de Mayo, el mejor festejo posible del Bicentenario.

Obviamente las Cataratas son las mismas, pero de noche se ven completamente diferentes, con un halo de misterio que las envuelve. Y sobre todo con mucha menos gente alrededor.

Un dato no menor. Habitualmente entran al parque, en promedio, por día, 2500 personas. El domingo del último fin de semana largo registraron más de 10.000 ingresos. Un mundo de gente que se agolpa para la foto con los saltos como fondo y congestiona las pasarelas como un embotellamiento de tránsito.

En cambio, cada noche de luna llena se hacen tres salidas desde las 20 con un máximo de 120 personas por visita.

"La selva se despierta de noche, más del 80% de las especies tiene hábitos nocturnos -cuenta Julia Palmeri, otra de las guías en la charla antes de comenzar-. Hay más animales nocturnos que diurnos, pero se comportan como fantasmas, nos tienen más miedo ellos a nosotros que nosotros a ellos."

La charla previa es justamente para no hablar después y dejar que cada visitante pueda despabilar sus sentidos, sobre todo el oído.

El paseo empieza con un trayecto de 20 minutos en el Tren Ecológico hasta la estación Garganta. En silencio y en la más absoluta oscuridad se descubren los sonidos de la selva. Ramas que se mueven y animales que seguramente van de aquí para allá, se intuyen, pero no se ven.
Tren y caminata

Las salidas nocturnas son sólo cinco por mes, en luna llena, cuando tiene la suficiente fuerza para alumbrar la visita. ¡Y qué fuerza! Con la oscuridad de la selva se convierte en un gran reflector que deja ver con claridad cada paso. Cuando se baja del tren, espera una caminata de 1100 metros por las pasarelas que cuelgan sobre el río hasta el mirador de la Garganta del Diablo, el destino de la aventura. El panorama cambia por completo. La selva tupida se transforma en río. Las pasarelas se internan en esas aguas a esa altura mansas y con tonos plateados por el reflejo de la luna.

A lo lejos se distingue el murmullo del agua que cae de la Garganta del Diablo, que se convierte en una explosión cuando se emprende la recta final. Desde el mirador y por efecto de la luna el agua parece que cayera a una velocidad mayor que de día, como un gran manto espumoso y blanco.

El arco iris plateado, que muchos dicen que se forma, esa noche no apareció, pero el paisaje de todas maneras era perfecto, estremecedor.

La Garganta del Diablo es, sin duda, el salto más impactante del parque, donde uno podría quedarse horas y horas contemplando el incesante paso del agua.

Habitualmente caen 1300 m2 de agua por segundo. Pero desde hace varios meses, en las Cataratas hay sobreabundancia. Ahora el caudal de la Garganta es de 2800 m2 por segundo. Por la caída de 80 metros y por efecto del viento, en el mirador llueve permanentemente. Imposible acercarse hasta el punto más próximo sin salir empapado.

Hace poco menos de un mes creció tanto el nivel del río que el agua destruyó las pasarelas más próximas al salto. La Garganta estuvo cerrada unas semanas hasta que se reconstruyeron las pasarelas. La vieja todavía se ve a un costado en el río.

Después de un buen rato de silencio y contemplación llegó el momento de la partida. Otra vez la caminata, el tren y un brindis final en el parque.

A la noche, tarde muy tarde, después de un baño caliente fui al casino del Iguazú Grand para ver si seguía con buena racha. Pero definitivamente la fortuna había quedado en la Garganta del Diablo, bajo una inolvidable luna llena.

Por Andrea Ventura

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