"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

sábado, 4 de septiembre de 2010

La filosofía, el supuesto saber sin supuestos

(EN BUENA PARTE TAN SÓLO UNA PSEUDOCIENCIA)

La filosofía antigua se constituye y desarrolla en relación con la religión. (Véase: Ángel González Álvarez: Manual de historia de la filosofía, Madrid, Gredos, 1964, págs. 11 y 13).
Luego, si para nosotros los escépticos, religión y mito son una misma cosa, podemos presumir que en el umbral de la filosofía griega se encuentra el mito. (Véase de Johannes Hirschberger: Historia de la filosofía, Barcelona, Herder, 1968, tomo 1, pág. 43).

La ciencia del ser ha partido siempre de peticiones de principio. Su mismo objeto de estudio: “el ser” frente a la posibilidad del “no ser”, es ya una petición de principio, porque primero habría que demostrar que el ser puede no existir.

En realidad, todo parte de una idea infantil, y para razonar al modo filosófico es necesario poseer mentalidad de niño.
Más si no se la posee, al menos es necesario retrotraerse a la niñez.
Ya lo dijo Manuel García Morente en sus Lecciones preliminares de la filosofía (Buenos Aires, Ed. Losada, 1972, pág. 17): Es absolutamente indispensable que el aspirante a filósofo se haga bien cargo de llevar a su estado (de ánimo) una disposición infantil.
El que quiere ser filósofo necesitará puerilizarse, infantilizarse, hacerse como un niño pequeño.

En efecto, ¿quién les dijo a los filósofos que puede “no haber nada” en lugar de un universo?
Únicamente la naturaleza humana sumida en el mundo humano pudo haber “insuflado” la idea del “no ser”.

Quizás alguien podría acotar que fue el mito el inductor de tal idea. (¿El que habla de una “creación de la nada”? ¡Quizás!
No obstante, si así fuera, ¿quién, en última instancia, inventa los mitos? Indudablemente lo hace la naturaleza humana.

En cuanto a la ontología, ese estudio del “ser en cuanto ser”, analizada hondamente, resulta una posición si no ridícula frente a la realidad, al menos perogrullesca, ya que hay que buscar al ser real en la esencia universal; todo lo demás son procesos, fenómenos, y no seres, y la esencia “es de suyo”, no cabe en un estudio del “porqué es”, porque es la existencia misma.

Luego, el interrogante: “¿por qué hay ente y no más bien nada?” presupone la posibilidad del no ser. ¿Es éste, entonces y en resumidas cuentas, un saber sin supuestos? (¿Según así se lo denomina?).

¡Claro! Para el filósofo, o hay ser o no hay nada. ¿De dónde nace esta idea? De las vivencias.

Desde la infancia el individuo se acostumbra a “ver algo” o a “no ver nada”. Sobre la mesa hay algo o no hay nada.
Cuando un ser está vivo hay ser, cuando muere deja de existir, no hay más ser vivo.
Esto se graba.
Luego, cuando se filosofa, puede llegarse a dudar de la perpetuidad del ser, y resulta fácil asirse a algún tipo de creacionismo, a la idea de la aparición del ser de la nada y... por ello es que la teología y la filosofía van casi siempre de la mano, cual buenos camaradas.

Los filósofos, suelen denominar seres a las formas. (La materia es una forma de la energía y esta es una forma de la materia, se dice, pero ambas son, según mi hipótesis, formas de manifestarse la esencia oculta). (Véase al respecto mi obra: La esencia del universo, Editorial Reflexión, Buenos Aires, 1991).
En esta obra citada también expreso que la nada no existe y que jamás existió, como tampoco los seres, sino que hay procesos.

Los astros, las galaxias, la Tierra, el mar, los continentes, las plantas, los animales, el hombre, las ideas, las figuras geométricas, un ángel, la raíz cuadrada de l2; y absurdos como “un triángulo ovalado” o “un metal de madera”, todos éstos “entes” no existen, sino los procesos que los “dibujan”, ya sea lo exterior a nuestra mente o lo que ésta imagina.

¿Qué son los procesos?
Constituye el devenir de la esencia del universo, una y mil veces y una vez más mi mimada “esencia o sustancia universal” citada en mis libros; relativa, indefinida, inidentificable, cambiante, casi mágica… “creadora” tanto de caos, desorden en general, como de pequeños focos de orden perecedero, instantáneos, frente a los evos anticósmicos.

En cuanto al “ser” de esa “mi sustancia universal” que menciono en mis libros, constituye el ser por excelencia, el ser auténtico, pero nunca concreto (y en esto difiero de la ontología tradicional), ni materia ni energía, ¡ni espíritu, ni partícula ni onda! Esto último es devenir y no ser.
Es el ente que no puede no ser jamás, que siempre fue desde la eternidad y siempre será en la eternidad futura, o más bien desligándonos de lo temporal que constituye un engaño mental bien humano –puesto que el tiempo no existe, sino el cambio de la esencia universal en su accionar- nos queda algo universal enlazado a un eterno presente sin pasado ni futuro. Luego la esencia del universo jamás deja de ser, no puede no ser porque es la existencia misma como lo único, sin contrapartida, como lo que es por sí mismo, que es lo que es, que nunca puede dejar de ser.

Por ello, la vieja pregunta filosófica de siempre formulada por Leibniz de este modo: “¿Por qué existe algo más bien que nada? pues la nada es más simple y fácil que algo”. (Principios de la naturaleza y de la gracia), y reiterada luego por Heidegger cuando expresa: “¿Por qué hay ente y no más bien nada?” (¿Qué es la metafísica?) ¡Es insustancial!

Aunque considero a buena parte de la filosofía como una pseudociencia, aquí hago también metafísica; ¿también ontología? ¿Quién no la hace?

Aquí ato cabos y saco conclusiones fundándome en la Ciencia Empírica, en sus ramas básicas (física, química, bioquímica, biología, astronomía, antropología y psicología), que creo envuelven todo lo demás, como por ejemplo la microfísica, la astrofísica, la química de las estrellas y del espacio, la geología, la zoología, botánica, paleontología, anatomía, fisiología, genética y otras disciplinas.

Esto en el terreno físico podríamos decir, para ponernos a tono con los conceptos actuales; y en el mundo de la psicología se encierran los mitos, las religiones y otras creencias, la teología, la sociología y la política, el arte y todas las manifestaciones humanas, y entre ellas ¡buena parte de la filosofía!

Luego, si aquí me encuentro haciendo filosofía, acepto de buen grado que estoy también suponiendo algo, ya que la filosofía es un supuesto saber sin supuestos, desde cuando presupone muchas cosas para sus especulaciones, como por ejemplo la existencia de lo espiritual, el monismo o el dualismo del ser universal, la existencia de algún ente divino, la infalibilidad de la razón, la capacidad humana para entenderlo todo al margen de la experiencia científica, el creacionismo, lo absoluto, la nada, etc.

Finalmente, la filosofía encierra una posición supersticiosa frente a la realidad del mundo que no entiende, que no puede entender apriorísticamente, que nunca entenderá si no se amalgama con la Ciencia Experimental, pues se trata de un mundo o universo detectable que en su conjunto es una epifanía del ser, esto es de la escondida esencia-que existe y se manifiesta polifacéticamente.

Los alcances de la filosofía

Estoy de acuerdo, entonces, con la filosofía cuando su tarea es coordinar o unificar los resultados de la Ciencia Experimental, cuyas ramas los filósofos denominan así a la ligera: “ciencias particulares”, y en cuanto crítica o valoración del saber y sus posibilidades y límites en su aplicación al hombre. Pero nunca la aceptaré como el único saber posible con el que deban coincidir las otras ciencias, que es lo mismo que anteponer un dogma a la Ciencia en lugar de teorizar después de los descubrimientos y experimentos científicos.

En otras palabras, niego todo valor metafísico puro que se anteponga a la Ciencia Experimental. Valoro, por otra parte, la concepción positivista de la filosofía, la que se nutre de las ciencias particulares como base para sus especulaciones, y acepto su faz crítica como juicio acerca del saber.

En efecto, la creencia de que la filosofía es el único saber posible está negada por lo antedicho acerca de la creencia en la capacidad mental sola para entenderlo todo al margen de la experiencia.

Es aquella, la del saber único, una concepción que ha dominado en la oscura antigüedad remota, y en la Edad Media, y que aún hoy perdura en algunas escuelas o tendencias filosóficas.

Según esta creencia, un conocimiento no es tal si no es filosófico. Fuera de la filosofía el saber no es perfecto, tan sólo provisional, se piensa.

Fichte, quien definió a la filosofía como “ciencia de la ciencia en general” no da lugar a que las ciencias particulares posean autonomía. Para Bergson, la intuición es la “visión directa del espíritu por parte del espíritu” y es la herramienta de la filosofía para conocer la realidad absoluta.

Según el mismo Bergson, las cosas, la materia, no poseen realidad como tales porque son sólo conciencia y tan sólo la conciencia puede conocer la conciencia.

En resumen, según mi posición frente a la filosofía, lo rescatable son los sistemas empíricos en forma parcial y los positivistas.

Con lo que concuerdo, es con esa filosofía que se nutre de las ciencias particulares para recoger los resultados y obtener con ello una visión del mundo lo más acertada posible.

Lo demás, a mi criterio, ¡es pura pseudociencia!

Ladislao Vadas

Fuente: Tribuna de Periodistas

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