“No nos maravillemos. Después de la agonía
“el hado o el azar (que son la misma cosa)
“depara a cada cual esa suerte curiosa
“de ser ecos o formas que mueren cada día”
Jorge Luis Borges
La penosa imagen que están dando los opositores en estos días, sólo emulada por la chapucería con que los herederos de don Néstor se mueven en la arena política, es la expresión más acabada de la decadencia.
A fuer de ser honestos, algo debe tener que ver Europa –ese continente del cual tanto tiempo nos sentimos parte- con nuestra realidad cotidiana, toda vez que Rodríguez Zapatero, Sarkozy o Berlusconi tampoco pueden ser considerados como íconos de una cultura política mejor o, al menos, imitable.
El Gobierno, tal como nos informó Poliarquía esta semana, en su encuesta mensual, ha aprovechado muy bien la muerte de su numen, y la Presidente, con su congoja, no ha hecho más que arrimar voluntades favorables a un proceso político que, hace tres semanas, se encontraba al borde de la más absoluta derrota.
La imagen positiva de doña Cristina ya ronda el 57% -subió 21 puntos porcentuales desde la muerte de su marido-, frente a líderes de la oposición que, en ningún caso, superan el 44% de Alfonsín. La aprobación de la gestión presidencial subió 22 puntos (es ahora 67%).
Hasta el momento de su muerte, tanto don Néstor como doña Cristina tenían, sumados, 23% de intención de voto (13 y 10, respectivamente); ahora, con Kirchner muerto, 35% dice estar dispuesto a votar a su viuda.
Pero los datos más curiosos que nos aporta hoy el informe antedicho surgen de la visión retrospectiva de los argentinos.
Que el 42% de nuestros compatriotas piense hoy que la situación del país es positiva –frente a un 28% que opinaba lo mismo con don Néstor vivo- es menos original, si cabe, que decir que, mirando para atrás, 17% más que en octubre piensan el panorama mejoró. Hoy, en casi el 60% de nosotros, predomina el optimismo.
Siempre en comparación con octubre, un 7% más cree que su economía personal mejoró.
Pero donde la idiosincrasia nacional y, sobre todo, esa aura que rodea la muerte de las figuras, llega al absurdo se confirma cuando se descubre que, entre los problemas que nos afligen, consideramos que redujeron su importancia la inflación (3 puntos menos que en octubre), la pobreza (12 puntos menos), la corrupción (9 puntos menos), el desempleo (7), los bajos salarios (7), la crisis energética (6) y los servicios públicos (6); sólo la inseguridad mantuvo su nivel.
Obviamente, todo ello no es cierto, ya que el Gobierno no ha cambiado absolutamente nada en el escenario post fallecimiento de don Néstor.
El mérito, entonces, corresponde a la forma en que fue montado y transmitido el velorio del ex Presidente y en la imagen de dolor que las últimas apariciones públicas de doña Cristina trasuntan.
Frente a ese marketing oficialista, la sensación que se difunde desde el arco opositor es similar al que presentaba la costa de Indonesia después del tsunami de 2004.
Resulta claro, hoy, que gran parte de la argamasa que unía los diferentes ladrillos era, precisamente, don Néstor. Desaparecido éste, muchos políticos perdieron el eje del discurso y hasta su razón de ser opositores, y afloraron las divisiones, entre las cuales no es menor, al menos por ahora, cómo pararse frente a la viudez de la Presidente.
Otra vez, como tantas veces ocurrió desde el 25 de mayo de 2003, algunos de los políticos argentinos privilegian utilizar las reglas del marqués de Queensberry en su pelea con el Gobierno, mientras que éste se sube al ring con las normas –o la falta de ellas- de la lucha libre. El kirchnerismo lo sabe, y se sigue aprovechando de ello.
Difícilmente el episodio del debate presupuestario, y sus anomalías, llegue a mayores y, desde mi punto de vista, las únicas novedades esperables provendrán de las causas judiciales que, lenta pero inexorablemente, parecen cernirse como buitres sobre Hugo Moyano. La reacción, propia y de sus adláteres, en caso de que las complicaciones se agudicen, hoy son impredecibles.
Pero volvamos al título de esta nota. Sigo pensando que, por muy triste que resulte, en la danza de los opositores sólo se siguen barajando nombres. Continúan sin aparecer los hombres, aquéllos a los que la Historia y el futuro les exigen enunciar las ideas y los conceptos que tracen el camino que nos permita salir de esta senda de decadencia infinita, de derrumbe como nación.
Quien más, quien menos, todos manifiestan contar con “grupos de trabajo”, con “equipos”, con “think tanks”, pero ninguno ofrece una idea concreta para que pueda ser entendida como un verdadero plan para recuperar la educación, para solucionar el tema de la pobreza estructural, para proveer a la defensa nacional, para terminar con la corrupción, para brindar seguridad, para atraer las inversiones que generen empleos y crecimiento genuino.
Si continuamos de este modo, cuando el viento de cola que la soja ha aportado, como nunca antes, a la gestión kirchnerista reduzca su empuje, o la relación con Brasil cambie de signo, de la mano de una posible devaluación del real, otra vez nos habremos caído del tren. Un tren que nos hubiera debido permitir, con sólo aprovechar este momento fenomenal de la economía global para nuestros intereses, incorporarnos seriamente al crecimiento regional.
Pero, para que eso pueda ser posible, se necesitan instituciones republicanas confiables. Doña Cristina, como le dije en una carta abierta que le envié hace poco, tiene una oportunidad única de transformarse en la “mejor Presidente”, como tanto le gusta decir. Debe subirse a la ola de popularidad y beneplácito que le ha traído su reciente pérdida y, simplemente, recrear el país. Dispone del carácter y de los caudales necesarios para hacerlo. Y, sobre todo, del apoyo de todos los argentinos; pues no dudo que, tan pronto inicie ese camino, seremos muchos los que pondremos el hombro.
Si, en cambio, persiste en la rigidez y en la crispación que impuso don Néstor en vida, pronto descubrirá que, también para ella, las mieles fúnebres duran bien poco. Y que el apoyo ganado con lágrimas y sentimentalismos debe ser consolidado y sustentado en acciones que permitan concitar esa adhesión que, cuando se acaben, resultará tan necesaria para su futuro político.
Buenos Aires, 17 Noviembre 2010
Enrique Guillermo Avogadro
Abogado
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