Editorial I
Las nuevas normas deben contemplar el interés superior del niño y proteger a las mujeres embarazadas
Resulta muy positivo que las comisiones de Legislación General y de Familia, Mujer, Adolescencia y Minoridad de la Cámara de Diputados hayan comprometido sus esfuerzos para lograr una legislación superadora en materia de adopción y de derechos de la mujer embarazada
Días atrás, la diputada nacional Cynthia Hotton, junto con otras colegas de distintos bloques, convocó a un seminario realizado en el Congreso con el lema "Interés superior del niño y situación de la adopción en la Argentina"
Entre los disertantes, estuvieron los doctores Atilio Alvarez y Graciela Medina, y la titular del Registro de Aspirantes a Guarda, María Federica Otero.
La diputada Hotton propuso una serie de reformas a la ley de adopción, que aspira a compatibilizar con los numerosos proyectos en danza, con miras a lograr la mejor ley posible, que permita cerrar la brecha existente entre niños necesitados de ser adoptados y padres que desean adoptarlos, al tiempo que contemple el interés superior del niño y su derecho a tener una familia.
El testimonio de un matrimonio adoptivo de San Juan reveló algunos de los problemas de la institucionalización de menores, como la dificultad posterior de los niños para formar vínculos, y los derivados de los sucesivos traspasos, que no son sino una sucesión de abandonos para el menor, a quien luego le cuesta mucho creer que ha llegado a su hogar definitivo. El tiempo en este tema es vital.
Entre los problemas por superar, se señalaron la corriente de los que no creen en la adopción, la burocracia, la excesiva intervención del Estado, los problemas del Registro único, el rol de los jueces, el traspaso de niños provincianos hacia la Capital Federal, el tráfico de niños y el fraude para facilitarlo, la posibilidad de que argentinos adopten niños en el exterior, como el caso de Haití, el creciente número de chicos institucionalizados, y la resistencia a cambiar la tendencia, la falta de estadísticas, la edad para adoptar, entre tantos otros temas relevantes.
Otro de los inconvenientes es el mal llamado conflicto entre identidad, familia de origen y adopción.
La adopción debe ser segura.
No es posible que parejas que han adoptado regularmente tengan que llegar a la Corte Suprema de Justicia para que se les confirme la paternidad adoptiva, con todo lo que ello implica en costos emocionales, de tiempo y económicos.
La filiación adoptiva, regularmente obtenida, es tan digna de respeto como la filiación natural.
No dejó, sin embargo, de destacarse la necesidad de cortar el nudo gordiano, tantas veces denunciado en estas columnas, sobre la incongruencia entre los padres que desean adoptar, sometidos a esperas interminables y gestiones heroicas, y el gran número de niños necesitados de adopción, institucionalizados o no.
Trascendentes, en esta vocación superadora expuesta por los convocados, son los proyectos de protección a las madres embarazadas, para garantizarles no sólo un parto seguro, subsidios, atención médica y psicológica, sino que las afiancen en su derecho a ser madres y a dar en adopción a sus hijos, inclusive eligiendo los padres que mejor creen que habrán de cuidarlos. Es imprescindible respetar a la madre, asegurarle además el anonimato, y facilitarle la entrega de los niños.
Es que la adopción es un canto a la vida, un enorme acto de amor, y para que exista es necesario proteger a las madres embarazadas, y dignificar el acto generoso de la entrega en adopción del hijo gestado.
Vinculado a la entrega, a su anonimato y a las garantías, una de las panelistas propuso entregar los hijos a las iglesias de los distintos credos en las que la gente confía.
Se trata de una excelente iniciativa, superadora de falsas antinomias, que recuerda las palabras de la madre Teresa de Calcuta: "No los maten, dénmelos a mí"
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