"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

domingo, 30 de enero de 2011

La caída de los regímenes políticos

Se están produciendo en el mundo situaciones políticas complejas, donde el clamor popular parece no poder contener más tantos años de poder, y estalla en conflictos, asonadas y revoluciones.

Hubo y hay sistemas que se perpetúan por diversas razones, religiosas, sociales, económicas, que marcan subliminalmente una desconfianza o un descrédito a la voluntad popular.

El caudillo, el tirano, el que impera, sostiene que es el único capaz de contener la situación y que sino sigue el caos.

Nosotros hemos tenido varios casos de este criterio.

Se puede decir que a veces se llega a despreciar la voluntad popular, y los personajes públicos se repiten en sus cargos y detentan el poder porque otros no lo harían como ellos y sería nefasto.

Hay mucho de soberbia, una mal entendida teocracia, como rememorando el mandato divino de quien ejerce el poder, y una total falta de responsabilidad, ya que si no está aquí quien le dio el poder, nadie puede pedirle cuentas, y no tiene responsabilidad ante su pueblo.

Gobiernan por varios decenios, y parece que la proyección de su poder no se agota, pero en algún momento la gente sometida a tanta presión, estalla en situaciones impredecibles.

Hay un elemento más, que contribuye a complicar la situación política y social de dichas regimenes, muchas veces la revuelta tiene éxito, pero otras no, y ya no es la misma situación en la que queda tanto los que gobiernan, como los que son gobernados.

Cuando tiene éxito, por lo general, ese éxito va acompañado de otros elementos de poder que nada tienen que ver con el clamor original de la gente.

Muchas opositores, y hasta foráneos se enlazan en el movimiento, y antes de que este lleve a cabo su conquista, le dan un tinte distinto.

Una complicación más es el factor religioso de algunos movimientos, que vuelven a convertirse en poco tiempo en lo que arrojaron.

Sin contar el concepto geopolítico de las potencias que están alertas y avizoran la situación tratando de ganar países adeptos y tiñendo con sus formas y sus fórmulas la nueva situación política.

Si la lucha es ardua y dura, las fuerzas quedan exhaustan y recurren a otros medios capaces de ayudarle, muchas veces copando el movimiento.

Y el movimiento no tiene nombre, reconoce varias paternidades según quien sea el que lo promueva, y la ideología no aparece clara ni es permanente.

Solo un movimiento auténticamente popular, promovido y encabezado por la gente, con un líder carismático salido de sus entrañas, puede cambiar la historia realmente.

Fundado en la justicia y en la libertad, amante de la paz, solidario con los que sufren y los mas necesitados, sosteniendo que en todos los actos de la vida aún los políticos debe imperar la bondad, porque sin bondad no hay justicia, y buscando la evolución y el crecimiento de todos los hombres.

Y tiene razón Weber cuando dice que los líderes carismáticos siempre están, a veces pasan inadvertidos, porque necesitan un pueblo que los demande.

Y ese es el quid de la cuestión, un pueblo que demande auténticamente un líder, salido del pueblo, capaz de entenderlo, de seguir sus consignas y no prostituirlas y de no doblarse nunca.

Porque si el pueblo no demanda, otros demandaran, y lo que es peor, demandarán en su nombre, con sus consignas, con sus banderas y pretendiendo la dignidad del pueblo.

Recuerdo los días de mi juventud y una canción esperanzadora:

Para el pueblo lo que es del pueblo porque el pueblo se lo ganó.


Elías D. Galati

wolfie@speedy.com.ar

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