- Me lo impiden las circunstancias, que son a su vez efectos de actos de ciertos señores llamados dirigentes.
- Mi pregunta va en serio.
- Bueno, mi respuesta tiene bastante de cierto, pero si lo que procura es hacerme decir si en general soy feliz, le diré que todo depende de lo que se entienda por felicidad.
Usted al hablar del tema dijo una vez, hace muchos años, que mejor que buscar la felicidad es encontrar la paz interior.
Decía un filósofo inglés que los hombres olvidan siempre que la felicidad humana es una disposición de la mente y no una condición de las circunstancias.
Y este pensamiento me recuerda lo que expresaba ese grande de las letras latinoamericanas, Constancio Vigil, tan poco recordado.
El aludía a que la persona que busca la felicidad fuera de sí es como el caracol que anda buscando su casa sin advertir que la lleva a cuesta.
Creo que hay mucho de cierto en eso de que la felicidad no depende de agentes externos, sino de disposiciones de la mente.
Digo que hay mucho de cierto, pero no todo de cierto, porque hay sucesos ajenos a nosotros que impactan de una manera positiva o negativa, que nos hacen ser o no ser felices.
Hay que tener mucho temple, por otra parte, mucho manejo psíquico y espiritual para mantener la calma, la paz interior en momentos culminantes de nuestras vidas, sean estos buenos o malos.
Alcanzar ese equilibrio, ese alto grado de desapego por las cosas del mundo que permiten mantener el sosiego en toda circunstancia, es una virtud alcanzada por pocos.
- Sí, es cierto.
Conozco algunos a los que el poder y la fama se les fue a la cabeza y no hacen más que cometer estupideces, y los que deberían ser momentos de felicidad para ellos y quienes lo rodean no son sino absurdos instantes de la vida.
- Sobre la felicidad se ha dicho mucho, de todo.
Creo que algo importante es saber advertir cuáles son los momentos felices, porque a menudo sucede que no se reconocen.
El ser humano supone que lo que ocurre cotidianamente son hechos que van de suyo, que son normales y permanentes.
Pero la verdad es que en la vida nada es regular y eterno.
No se aprecia el levantarse cada mañana y ver a ese amor que está a nuestro lado siempre;
no se regocija el ser humano porque aún puede ver un amanecer,
escuchar el canto de un pájaro,
abrazar a un hijo o tener la oportunidad de estar vivo para gozar de una reconciliación.
Cuando todas esas cosas maravillosas no están, recién entonces advertimos cuál era la felicidad.
¿Qué es pues la felicidad para mí en este momento?
Veo el sol, puedo escribir estas palabras y dos pequeños seres se me acercan y me entregan su amor sin pedirme nada a cambio...
candi@lacapital.com.ar
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