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Caricatura de Alfredo Sabat

martes, 22 de febrero de 2011

El Falcon y el poder

COLUMNAS / COSAS MÍAS

«La diferencia entre el ciudadano común y el acomodado es la que va del metro al taxi»

EDURNE URIARTE

«El avión es el poder», explica un anónimo miembro del gabinete de Sarkozy sobre la insaciable tendencia de algunos políticos franceses a gastar fortunas de las arcas públicas en el alquiler de aviones privados.

Como le pasa a Zapatero con su Falcon, los franceses tampoco escarmientan, aunque este escándalo se repita desde la época de Mitterrand.

Lo cuenta L´Expressen su último número.
Esto es una cuestión de símbolos, de los símbolos del poder.
La última pillada en un avión privado ha sido la ministra Alliot-Marie, de vacaciones por Túnez y con un amigo millonario de la familia Ben Ali.

Claro que lo suyo no costó nada a los contribuyentes franceses pues lo pagó el millonario, como si lo hizo el capricho de su inmediato antecesor en el escándalo, el secretario de Estado de Cooperación, Alain Yoyandet, que para «cooperar» con Martinica no dudó en gastarse 116.500 euros en un avión para llegar al destino de su cooperación.

Y la lista de amantes de los aviones privados es tan larga que Sarkozy se ha visto obligado a exigir que el «tren de vida» del Estado sea vigorosamente reducido y que los altos cargos viajen en avión de línea y en tren.

Pero he ahí el problema, en el avión de línea y en el tren.
Pues la diferencia entre el ciudadano común y el acomodado es la que va del metro al taxi.
Y entre el tipo simplemente rico y el riquísimo, la que va del avión de línea al jet privado.
Y, en política, las categorías son exactamente equivalentes.

La diferencia entre el militante de base y el cargo intermedio es el taxi. Y la diferencia entre el alto cargo y el poderoso de verdad, el avión privado.
O el Falcon del Ejército, en el caso de Zapatero, que cumple el mismo propósito, la exhibición de poder por parte de su ocupante.
El derecho exclusivo del hombre más importante entre todos, el presidente, a su Air Force One particular.

El efecto de tal exhibición de poder en el propio poderoso le lleva, además, a acrecentar la percepción de la magnitud de su poder.
Y a despreciar sus costos para los ciudadanos.
Pues los cientos de miles de euros gastados son entendidos como un derecho natural del poderoso.

Y si hay que explicarse, se apela a la seguridad, ese concepto tapadera lo suficientemente confuso para acallar las protestas ciudadanas o para activar la mala conciencia por «poner en peligro» al presidente.

Aunque sea bien difícil entender la inseguridad de un avión de línea y, sobre todo, la diferencia de seguridad entre un Falcon pagado por los contribuyentes y un avión privado pagado por el PSOE.

Para ir a Asturias a mitinear o a la Martinica a cooperar.

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