"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

jueves, 10 de febrero de 2011

La trampa mortal

España vuelve a su esencia centrípeta, pero ahora lo hace con la hidra de las mil cabezas

PILAR RAHOLA / La vanguardia.es

Ayer fue el viaje de retorno con derecho a endeudamiento, algunas promesas etéreas en la maleta y la convicción de que este tren está parado en vía muerta desde que se creó la estación del café para todos.

A pesar de la importancia social y económica de este trozo de mundo, cuyas ansias de soberanía son tan legítimas como el peso de su historia milenaria, lo cierto es que nos trataron como lo que somos: una gran Diputación, más o menos ruidosa, pero carente de lo fundamental, el derecho a regir sus propias cuentas. Peor, ni tan sólo con el derecho a que no la empobrezcan con un exceso de expolio.
Porque, más allá de las sensibilidades del amplio cromatismo catalán, la realidad es irrefutable para todo ciudadano de este país:
Catalunya pierde competitividad, empeora su situación económica, deteriora su músculo productivo y debilita su capacidad social. 
Y ello puede ocurrir por mala gestión propia –como así parece haber sido en los últimos años– o por déficits estructurales o etcétera.
Pero sobre todo ocurre porque sufre la embestida de un Estado depredador que extrae de nuestro territorio muchos más recursos de los que Catalunya puede permitirse.
Y si la mamella de la vaca va siendo permanentemente sorbida, al final quedará seca.

Sin embargo, tenemos un Estado tan comprensivo que nos ha permitido endeudarnos un poco más, por si acaso nos íbamos definitivamente a pique y no supieran de dónde sacar el parné.

Sin embargo, el día after del dadivoso viaje, la cuestión ya no es la miserable situación en la que ha quedado, después de décadas del pacto de la transición, nuestra manida y manoseada autonomía, especialmente encharcada con la guillotina del Constitucional.

La cuestión es la versión castiza que aplican al concepto autonómico los gobiernos de tales.
Es decir, el café para todos no ha significado una pedagogía de la concepción federal del Estado, sino el trampolín para que un conjunto de reinos de taifas vigilen permanentemente al vecino periférico, consigan recursos que incluso a menudo no necesitan y alimenten el agravio catalán como eficaz discurso político.

Es decir, el mítico federalismo que algunos irreductibles galos del socialismo catalán han vendido como la panacea del futuro español se ha transmutado en un grupo de diputaciones autonómicas que no están dispuestas a que Catalunya mueva ninguna pieza.

Para ejemplo, el altavoz del despropósito populista en que se ha convertido el presidente de Cantabria, quizás el más simple de ellos, pero no el menos efectista.

Y así estamos, cargados de razón y sin nadie que nos la dé.
España vuelve a su esencia centrípeta, pero ahora lo hace con la hidra de las mil cabezas.

Nunca se movió del mismo lugar donde estuvo desde sus sueños imperiales.
Sólo nos enseñó bagatelas de cafeína, convencidos de que los indios catalanes pensaríamos que era oro.

Y así fue...

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