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Caricatura de Alfredo Sabat

viernes, 4 de febrero de 2011

Tercerizados: otra extorsión que da resultados

Editorial I / LA NACION

Es una mala señal aceptar las exigencias de quienes, por la fuerza, interrumpen los servicios públicos y perjudican a los usuarios

La tercerización de tareas laborales parece haberse convertido en un hecho que sale de la frontera de lo legal, con tono persecutorio o claramente antisocial.
De esa forma ha comenzado a tratarlo el discurso político predominante y, en particular, el gremial.
Sin embargo, la modalidad de trabajo tercerizado es usual en el mundo, como lo ha sido y lo es también en la Argentina.
Es una forma de adaptar la función de producción a requerimientos cambiantes de la demanda, de variabilizar los costos y reducir los riesgos, o de aprovechar en mayor medida la especialización laboral. Son propósitos válidos que hacen a la eficiencia de cualquier empresa sujeta a competencia.
La concesionaria del Ferrocarril Roca no es una excepción.

La condición de tercerizado parece haber dado sin embargo un fuerte respaldo a quienes la poseen para efectuar paros, impedir la circulación de trenes y reclamar bajo esa compulsión que se los pase a la planta permanente de la empresa que contrataba sus servicios.
En el caso del Ferrocarril Roca, el objetivo ha sido logrado, claro que a un altísimo costo.

Peor señal no pudo darse al ceder al chantaje de quienes han apelado a medidas de fuerza, en detrimento del servicio y de los usuarios, para conseguir un fin determinado.
Con ese criterio, cada persona que esté disconforme con su condición laboral adquiere el derecho al reclamo por la vía que crea más conveniente, incluida la violenta.

Merced a esta actitud, no inhibida a tiempo por las fuerzas del orden a raíz de la eventual ventaja política que pudo obtener este gobierno y el anterior, la paralización de los servicios produjo enormes daños al público que reaccionó de manera descontrolada causando destrozos y provocando la muerte de varias personas ajenas al conflicto.
Ya anteriormente, cuando se produjo el primer intento de los tercerizados de cortar las vías con el apoyo de activistas estudiantiles y de agrupaciones políticas de izquierda, en su enfrentamiento contra personal de la empresa y fuerzas de choque convocadas para evitar el corte, se debió lamentar la muerte de Mariano Ferreyra.

A los reclamos sin sentido se agregó la actitud policial de prescindencia, lo que dio lugar al cruento enfrentamiento.
Es probable que ese doloroso saldo haya logrado poner el reclamo de los tercerizados en un espacio que luego muy pocos se hayan animado a contradecir.
La convalidación de la exigencia designando a esas personas en planta permanente tendrá además un costo económico para la empresa, que era justamente lo que se quería evitar con la tercerización.
Por tratarse de una compañía subsidiada como consecuencia de verse obligada a aplicar tarifas inferiores a sus costos, lo que ocurrirá es que los contribuyentes deberán en adelante aportar la diferencia.

El ancho bolsillo del Estado vuelve a hacer posible encontrar una solución política sin aparentes consecuencias en el corto plazo, pero que tarde o temprano se paga.
Hemos entrado en un año electoral, y eso crea naturalmente una propensión a la demagogia y al apoyo a todo reclamo que parezca provenir de grupos supuestamente discriminados o marginados.
Este es el caso que plantean equivocadamente los llamados "tercerizados".
Resulta más fácil proponer una salida haciendo uso de dineros públicos que esclarecer la cuestión explicando la necesidad de la tercerización y de otras formas de flexibilización laboral.

Esta última denominación parece ahora pertenecer a la zona prohibida del diccionario político por estar relacionada con las reformas laborales de los 90.
Resulta arduo convencer de que la tercerización y esas otras formas son instrumentos idóneos para crear empleo, mejorar la productividad y promover genuinamente el crecimiento.
Pero debe intentárselo.

Ir por un camino equivocado cuesta siempre mucho más.

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