La independencia motivada por el bolsillo, y no por la bandera, es síntoma de madurez colectiva
PILAR RAHOLA
Fuente: La Vanguardia.es
Lo más interesante de los resultados de la encuesta sobre la independencia de Catalunya no radica en el 40% que, preguntado en frío, votaría a favor.
Aunque la cifra es considerable, todavía es más significativo por qué motivo querrían ser independientes.
¿Por la patria emocional?
¿Por la lengua?
¿Por el entramado de esencias que conforman el carácter simbólico de una nación?
No.
La mayoría de los catalanes que votarían sí lo haría por cuestiones económicas, convencidos de que la situación de dependencia con España resulta demoledora para nuestros intereses.
Es decir, no lo harían por la bandera, sino por el bolsillo.
Esta desgarradora conclusión puede ser analizada desde dos perspectivas confrontadas, la crítica –no en vano da la impresión que las emociones no son el motor de los pueblos– y la que lo considera una noticia positiva.
Me incluyo en la segunda opnión por diversas razones, pero la fundamental es la convicción de que esta respuesta es un síntoma de madurez colectiva.
Es decir, por mucho que un pueblo ame su lengua milenaria o se emocione con los símbolos que configuran su identidad colectiva, las grandes decisiones históricas no hay que tomarlas nunca motivados por las esencias, sino golpeados por las realidades tangibles que sacuden a los ciudadanos.
Obviamente, el primer motivo para la independencia de un país tiene que ver con la libertad, y así ha sido a lo largo de la convulsa historia de las naciones que han luchado por sobrevivir.
Es la metáfora de lord Byron muriendo por la independencia griega.
Pero cuando se vive en democracia y los agravios nacionales no se producen por la fuerza de la tiranía, sino por la inapelable fuerza de las urnas, entonces las razones nacionales se tienen que cargar de razones más terrenales.
Y el bolsillo es la fundamental.
Pongo ejemplos.
Los ciudadanos del cantón alemán de Suiza son muy alemanes.
Tanto que el simple paso de un pueblo de lengua francesa a uno de lengua teutona parece el cruce de una frontera simbólica que traspasa culturas.
Pero Suiza les va bien, tanto porque ha sabido sumar identidades sin diluirlas como porque garantiza el equilibrio económico.
Catalunya, en cambio, sufre de las dos heridas:
España no garantiza la consolidación lingüística catalana –sino al contrario, trabaja para erosionarla– y tiene una relación vampírica con nuestros recursos.
Es decir, es un Estado que nos va a la contra.
Pero en una sociedad de orígenes múltiples es difícil que las cuestiones esenciales aglutinen las voluntades mayoritarias, y en cambio las pueden aglutinar las cuestiones económicas.
Al fin y al cabo, vengamos de donde vengamos, todos sufrimos el mismo expolio que empobrece nuestra realidad colectiva.
Y este es un idioma que entiende todo el mundo, incluso cuando no habla el idioma propio.
De la bandera en el bolsillo.
Pues sí, y son buenas noticias.
Boletín Info-RIES nº 1102
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*Ya pueden disponer del último boletín de la **Red Iberoamericana de
Estudio de las Sectas (RIES), Info-RIES**. En este caso les ofrecemos un
monográfico ...
Hace 5 semanas
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