"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

jueves, 11 de agosto de 2011

Por la serenidad financiera


Editorial | La Vanguardia

FUE Alan Greenspan, el ex presidente de la Reserva Federal estadounidense, quien habló de la exuberancia irracional de los mercados financieros. Este agosto negro del 2011 es un preocupante ejemplo de ello. Ayer las bolsas volvieron a desplomarse entre un 3 y un 6 por ciento. El índice bursátil europeo ha perdido hasta un 30 por ciento de su valor desde su último máximo. Hemos retrocedido prácticamente a los mismos niveles del 2009, cuando el mundo vivía en plena recesión y cuando no se había soslayado todavía el riesgo de crisis sistémica en la banca. Pero hoy la situación es muy diferente.

El escenario económico internacional, evidentemente, presenta riesgos de diversa índole, en especial de un descenso del ritmo de crecimiento en los grandes países industrializados a causa del ajuste fiscal que han de afrontar para sanear sus déficits públicos. Pero ¿está justificada esa enorme caída de las cotizaciones o realmente corresponde a un nuevo episodio de comportamiento irracional de los mercados? La respuesta exige una reflexión serena de gobiernos y agentes económicos para intentar introducir serenidad ante el clima de terror financiero que se está dando y que, de no atajarse, puede lastrar la confianza colectiva y hacer realidad los más negros presagios.

De entrada hay que tener en cuenta que agosto es tradicionalmente un mes muy inestable. Los bajos niveles de contratación, a causa de las vacaciones, facilitan que relativamente pocas operaciones provoquen grandes oscilaciones bursátiles. En esta situación, los movimientos de los fondos especulativos, que manejan miles de millones de dólares y que son los que marcan tendencia, adquieren especial virulencia. Y es una evidencia que, desde hace unos meses, estos fondos apuestan a la baja. Paradójicamente, cuanto más caen las cotizaciones, más ganan. Y así hasta que llegan al límite. Es un mecanismo perverso de la sofisticada operativa financiera que rige las finanzas mundiales. Esto explica muchas cosas. Por ejemplo, que cualquier dato se valore siempre en la forma más negativa posible o que se dé pábulo a rumores que inciten a la baja.

Cuando el BCE ha actuado para defender a España y a Italia de los ataques especulativos contra su deuda, cuando la Reserva Federal ha asegurado dinero gratis y sin límite para salvar a Estados Unidos de una eventual recesión, curiosamente, surge el rumor de que se rebajará la calificación de la deuda de Francia y que los bancos europeos perderán más de lo previsto en la renegociación ya pactada de la deuda griega, que son dos de las nuevas causas que ayer hundieron las bolsas.

Muchos de los riesgos que temen las bolsas, sin embargo, existen, y ello exige que los gobiernos y autoridades económicas de Estados Unidos y de la UE han de dar la talla para afrontarlos con rigor y eficacia, al igual que deberían hacer ya con la necesaria regulación de los mercados financieros. Cuanto más tarden en hacerlo, más se demorará la restauración de la confianza que necesita la economía para crecer.

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