"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Análisis de la política de Aristóteles

Libro séptimo: De la organización del poder en la Democracia

Dos son las causas que determinan la variedad de las democracias, siendo la primera el hecho de que los pueblos son diferentes y la segunda causa, es la que hace que ser diferentes a las democracias por el hecho de combinarse entre sí las diversas características y propiedades aparentes de dicho régimen; y así una democracia va acompañada de menos otra de más, y otra de todos esos caracteres.
Así los fundadores tratan de combinar todos los elementos propios de cada régimen y de acuerdo con su principio fundamental.

La libertad es el principio fundamental de la constitución democrática, implicando ello que sólo en este régimen político pueden los hombres participar de la libertad, y a este fin apunta.
Uno de los caracteres de la libertad, es la alternancia en la obediencia y el mando, y en efecto, la justicia democrática consiste en la igualdad por el número y no por el mérito, y siendo esto lo justo, de necesidad tiene que ser soberana la masa popular y estimarse como final y justa la decisión de la mayoría, el otro carácter es que cada cual viva como le agrade, por el simple hecho de que el esclavo no vive como quiere. De este segundo elemento surge la pretensión de no ser gobernado por nadie, lo que contribuye a la libertad igualitaria.

Pueden considerarse como instituciones democráticas las siguientes:

< La elección de los magistrados por todos y entre todos.
< El gobierno alternado.
< La elección por sorteo de las magistraturas, donde las no sea necesaria la posesión de ninguna propiedad, y donde una persona no pueda poseer un cargo dos veces.
< Que toda magistratura sea de corta duración.
< Que la función judicial la ejerzan todos los ciudadanos
< Que la asamblea sea soberana en todos los asuntos, pero que ningún magistrado lo sea en ninguno.
< El pago por los servicios públicos.
< La falta de linaje, la pobreza y la vulgaridad.
< Que ninguna magistratura sea vitalicia, y si alguna sobrevive como reliquia de una antigua revolución, hay que despojarla de su poder y hacerla sorteable en lugar de electiva.


La democracia y el gobierno popular son el resultado de aplicar el principio de justicia, que es el de la igualdad de todos en razón del número, consistiendo en que no gobiernen más los pobres que los ricos, ni que sólo ellos sean señores, sino todos por igual.
Justo es lo que parece a la mayoría, en tanto que la oligarquía es lo que parece tal a la mayor riqueza, si la minoría ha de prevalecer en todo caso, el resultado ha de ser la tiranía, pero si ha de prevalecer la mayoría numérica, éstos cometerán injusticia al confiscar los bienes de los ricos que son en número menor.
Dicen todos ellos que lo que apruebe la mayoría tendrá fuerza de ley y que deberá prevalecer el voto de aquel grupo cuya propiedad sea mayor después de sumadas las propiedades de ambas clases, porque así como los débiles están siempre buscando la igualdad y la justicia, los fuertes, por su parte, no se ocupan de estas cosas.

De las cuatro clases de democracia, la mejor es la que ocupa el primer lugar, siendo además la más antigua de todas, donde el mejor pueblo es el agricultor, ya que estos hombres están ocupados, y así, no pueden reunirse frecuentemente en asambleas, ya que pasan la vida en lo cotidiano sin codiciar lo ajeno, mayor placer encuentran en trabajar que en hacer política y desempeñar cargos de que no pueden retirar gran provecho, porque aspiran más al lucro que al honor.

Es cosa provechosa depender de otro y no poder hacer uno cuanto le parezca, porque con la licencia de hacer uno cuanto quiere nada hay que pueda contener el mal inherente en cada hombre, de este modo, vendrá como consecuencias el gobierno de los mejores.

Después del pueblo de los agricultores, el mejor es aquel cuyos miembros son pastores, quienes están especialmente ejercitados para pasar la vida a la intemperie y a causa de estar vagando por el mercado y la ciudad, acuden fácilmente a las asambleas.

La última forma de democracia, por ser aquella en que todos participan, no puede llevarla cualquier ciudad, ni es fácil que perdure a menos de concurrir a la influencia de leyes y costumbres.
Para establecer esta democracia, sus dirigentes tienen por costumbre hacer de su partido a todos cuantos pueden, y otorgar la ciudadanía no sólo a hijos legítimos, sino a bastardos y a los que tiene un solo progenitor ciudadano.
De este modo, suelen proceder los demagogos, cuando lo debido sería no incrementar la ciudadanía sino hasta el punto en que la masa popular sobrepase a las clases superior y media, y no ir más allá de ese límite, porque cuando en esto hay un exceso, en las clases superiores viene un sentimiento de irritación que les lleva a soportar difícilmente esta democracia.

La principal o única tarea del legislador no es constituir el régimen sino asegurar su conservación, ha de procurar proveer a la seguridad tomando medidas precautorias contra la disolución y promulgar aquellas leyes, tanto escritas o no, que comprendan lo más posible todos los medios tendientes a la conservación de la república, y no creer que el carácter democrático u oligárquico de la constitución consiste en extremar en la ciudad la democracia o la oligarquía, sino en que conserve estos rasgos el mayor tiempo posible.

Los que estén interesados en contrarrestar estas prácticas, deberán redactar una ley mediante la cual no se confisque ni pase al territorio público nada del patrimonio de los condenados, de este modo, por una parte, los delincuentes no serán menos cautos y el pueblo no teniendo nada que ganar estará dispuesto a condenar a los procesados.
Asimismo, deben reducirse al mínimo los procesos públicos y sancionar con graves penas a quienes intenten frívolamente la acción penal.

Donde no hay ingresos públicos, no deben tenerse muchas asambleas, y los tribunales no deben sesionar sino por pocos días.
Donde hay ingresos públicos, no debe distribuirse el excedente entre el pueblo, sino que se debe ver cómo eximir a la masa popular de la extrema pobreza, discurriéndose los medios para que la abundancia sea duradera, concentrando los productos de las rentas públicas y distribuyéndolos entre los pobres, por turnos, ente las tribus o entre los otros elementos que haya en la ciudad.
También es propio de la clase superior que sea generosa y comprensiva al cuidar por los pobres y ayudarles para que emprendan algún negocio.
Puede lograrse también ésto dividiendo los titulares de la misma magistratura entre unos nombrados por sorteo y otros por elección.


De la organización del poder en las Oligarquías
La primera y más templada forma de oligarquía guarda afinidad con la llamada república, discriminándose unas menores, dónde los titulares han de participar en las magistraturas necesarias, y mayores para los titulares de las más importantes.
En cuanto a la forma opuesta a la democracia extrema , o sea la más democrática y tiránica de las oligarquías, justo por ser la peor es la que requiere mayor vigilancia, así las peores entre las repúblicas son las que necesitan mayor cuidado, la oligarquía no puede manifiestamente alcanzar su seguridad sino por el buen orden.

Son cuatro las partes del pueblo: campesinos, artesanos, comerciantes y jornaleros; y son cuatro también los elementos necesarios en la guerra: caballería, infantería pesada, infantería ligera y fuerza naval.
Donde el territorio del país sea apropiado para cabalgar, estas condiciones favorecen al establecimiento de una oligarquía fuerte, donde el terreno es apto para una infantería pesada, esta indicada la siguiente forma de oligarquía, la infantería ligera y la fuerza naval son por el contrario elementos del todo democráticos.

La participación que la oligarquía debe dar al pueblo en el gobierno, no puede ser a favor de quienes adquieran la propiedad fijada, a los que cierto tiempo se han abstenido de los trabajos manuales o donde se hace una selección ente los hombres de mérito, tanto de la clase gobernante como de los extraños a ella. A las más altas magistraturas debe serles inherentes la prestación de costosos servicios públicos, a fin de que el pueblo se abstenga voluntariamente de participar en ellas y no tenga resentimientos hacia la clase gobernante, por esto, al tomar posesión de su cargo ofrezcan sacrificios magníficos o construyan algún edificio público, para que el pueblo vea con agrado la permanencia del régimen.
Pero no es esto lo que hacen los oligarcas, ya que buscan no menos el lujo que el honor, de aquí que puedan llamarse democracias en miniatura.


De las diversas magistraturas indispensables o útiles a la ciudad

No hay ninguna ciudad que pueda existir sin las magistraturas necesarias y ninguna que pueda administrarse bien sin aquellas que atiendan al buen orden y a la armonía.
En las ciudades pequeñas debe haber menos magistraturas y en las grandes más.

El primero entre los servicios públicos es la vigilancia del mercado, donde debe haber un magistrado que atienda a los contratos y al buen orden.
Otro es la vigilancia de los servicios públicos y privados a fin de que guarden buen aspecto y se conserven o se reparen los edificios que amenazan con la ruina, así como los caminos y se cuide que no surjan litigios por los linderos entre unos y otros.
A esta magistratura se la llama comúnmente, magistratura urbana, pero tiene varios departamentos, cada uno de los cuales esta a cargo de diferentes personas en las ciudades más populosas, como los constructores de muros, los inspectores de fuentes y los vigilantes de puertas, sólo en el campo y fuera de la ciudad se les llama a éstos vigilantes agrónomos o inspectores forestales.

La percepción de los ingresos públicos, que los magistrados guardan y distribuyen entre los diversos departamentos administrativos reciben el nombre de tesoreros.
Otro oficio es aquel que esta a cargo de las sentencias de los tribunales y el registro de los contratos privados.
La magistratura quizás más difícil de todas es la que tiene que ver con la aplicación de las penas a los condenados y la custodia de los presos, de aquí que no convendría nombrar para este oficio a sólo una persona sino, a varias nombradas por diversos tribunales, asimismo, sería conveniente que no fueran los mismos magistrados quienes ejecutaran algunas de estas sentencias, como los magistrados entrantes con los respecto a los salientes, y cuando se trate de magistrados en funciones, que sea uno el tribunal que condene y otro el que ejecute la sentencia.
Mientras menor sea el odio que se tenga por los ejecutores, tanto mejor se ejecutarán las sentencias; ahora bien, el odio es doble cuando los que dictan las sentencias y los que las ejecutan son los mismos, entonces ocurre que los ciudadanos más responsables huyan de este oficio más que algún otro, y tampoco se lo puede confiar a gente irresponsable y vil, por todo esto los jóvenes deben desempeñar este oficio alternadamente.

Hay otras magistraturas, no por eso menos necesarias, como son las establecidas para la vigilancia de la ciudad y las funciones militares, ya que es necesario que alguien se encargue de la guarda de las puertas y de los muros como de la inspección y entrenamiento de los ciudadanos.


Dado que estos magistrados manejan buena parte de los fondos públicos, es necesario que haya otra magistratura que tome razón de las cuentas y las depure, y no tenga otra cosa en que entender, a éstos se los llama auditores, contralores, revisores o procuradores fiscales.
Hay aún uno que es superior que todos ellos, al que se le encomienda la iniciativa y la ejecución o preside sobre la asamblea donde el pueblo es soberano, porque quien convoca al poder soberano necesariamente es el soberano de aquél régimen, a éstas magistraturas se las llama comisiones consultivas a causa de que deliberan previamente, pero en las democracias es más usual llamarlas consejo.

Otra especie de cargos públicos son los que se refieren al culto divino, como los sacerdotes, los encargados de la conservación de los templos y la reparación de los que amenazan en ruinas y de todo lo demás que se ordena al servicio de los dioses

Tres son las magistraturas que en algunas ciudades supervisan la elección de los magistrados supremos, a saber: la de los Guardianes de la Ley, que son una institución aristocrática, las Comisiones Consultivas, que son una institución aristocrática y el Consejo, una institución democrática.

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