"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Análisis de la política de Aristóteles

Libro cinco: De la educación en la Ciudad Perfecta

Condiciones de la Educación:

El legislador debe poner mayor empeño en la educación de los jóvenes, ya que en las ciudades donde no ocurre así, el resultado es el detrimento de la estructura política, porque la educación debe adaptarse a las diversas constituciones en las cuales el carácter peculiar de cada una es lo que suele preservarla.

Puesto que en todas las ciudades es uno el fin, es manifiesto que la educación debe ser una y la misma para todos los ciudadanos, y que el cuidado debe de ella debe ser asunto de la comunidad y no de la iniciativa privada, ya que el entrenamiento para lo que es común debe ser también común. Sería erróneo pensar que el ciudadano se pertenece a sí mismo, cuando por el contrario, todos pertenecen a la ciudad desde el momento en que cada uno es parte de la ciudad, y es natural entonces que el cuidado de cada parte, deba orientarse al cuidado del todo.

Deben ensañarse aquellos conocimientos útiles que son de primera necesidad, aunque no todos; porque es manifiesto que el ciudadano debe asumir aquellas disciplinas que no envilecen al que se ocupa de ellas, considerándose envilecedoras aquellas disciplinas, trabajos y oficios que tornan al hombre incapaces, en su alma, en su cuerpo o su inteligencia para la práctica y actos de virtud, todos los oficios que deforman el cuerpo, así como los trabajos asalariados, porque privan del ocio a la muerte y la degradan.

Cuatro son las materias que se acostumbra a enseñar: lectura y escritura, gimnasia música, y a veces, en cuarto lugar dibujo.
Las primeras, escritura y dibujo, se enseñan por ser útiles en la vida y tener muchas aplicaciones; la gimnasia porque estimula el valor; en cuanto a la música, en la actualidad se lo hace sólo por placer, pero en un principio, quienes la incluyeron en la educación lo hicieron porque la naturaleza misma procura no sólo el trabajo adecuado, sino también el ocio decoroso, el cual, es el principio de todas las cosas.

El ocio es preferible al trabajo y tiene razón por fin, sobre cómo debemos emplearlo, seguramente no en jugar, porque sino, el juego sería necesariamente el fin de la vida.
Los juegos deben practicarse más bien en conexión con los trabajos, hay que introducirlos pero vigilando la oportunidad de su empleo.
La actividad del juego es un relajamiento del alma, y de este placer resulta el descanso.
El placer lo determina cada uno de acuerdo con su propia constitución moral, por lo que del mejor hombre será el mejor placer y el que procede de fuentes más nobles.

Así, sabemos que deben aprenderse y formar parte de nuestra educación ciertas cosas que nos ayudan a dirigir nuestros ocios, y estos conocimientos y disciplinas tienen un fin en sí mismas, mientras que aquellas que están orientadas al trabajo se estudian por necesidad y como medios para otros fines.

De la gimnástica como elemento de la educación:
Ha quedado en evidencia la necesidad de enseñarle a los niños algunas disciplinas útiles, como el estudio de la lectura y la escritura, no sólo por su utilidad sino porque, mediante ellas, pueden adquirirse muchos otros conocimientos.
Deben aprender a dibujar, porque el dibujo afina la contemplación de la hermosura corporal.

La educación ha de enseñarse mas por los hábitos que por la razón, y en el cuerpo antes que en la inteligencia.
Los niños deben entregarse al maestro de gimnasia y al entrenador deportivo, de los cuales, el primero le dará la debida composición corporal y el segundo hará otro tanto en lo que concierne a sus actos.

Los espartanos, embrutecen a sus niños a fuerza de fatigas, en la creencia de que esto es lo que más contribuye a la fortaleza viril, pero la función educativa, no debe atender a esta sola virtud, y ni siquiera ella como principal. Permitir a los jóvenes practicar este tipo de actividades en exceso y dejarlos sin instrucción en las disciplinas necesarias, es en realidad degradarlos y tornarlos inútiles para la función de ciudadanos.


De la música como elemento de la educación:
Hasta la pubertad deben practicarse ejercicios ligeros, evitando dietas severas y esfuerzos violentos sino hasta tres años pasada ésta, a fin de que no haya ningún impedimento en el desarrollo.
No debe fatigarse a la vez mente y cuerpo, porque en la naturaleza de una y otra clase de ejercicio está el producir un efecto contrario, siendo el trabajo del cuerpo un obstáculo al desarrollo de la mente, y el de ésta al del cuerpo.

Acerca de la música, ésta confiere al carácter ciertas cualidades, acostumbrándonos a recrearnos rectamente, contribuye en algo al entretenimiento intelectual y a la cultura moral.
La educación de los jóvenes no debe tener por fin el juego, ya que no se aprende jugando sino que el aprendizaje va con dolor.
Finalmente, se considera al a los músicos profesionales como hombres de menor condición, y su actividad como no propia de un varón, a no ser que este embriagado o jugando.

El juego tiene como fin el reposo, que es necesariamente agradable, siendo un remedio a las penas causadas por los trabajos, debiendo ser el divertimento, no sólo bello sino también placentero.
De la música todos afirman ser una de las cosas más placenteras y agradables, tanto solas como acompañadas por el canto, de aquí que pueda aceptarse que todos los jóvenes reciban educación musical. Todos los placeres inocentes contribuyen no sólo a los fines humanos, sino a la tregua del ánimo, los hombres hacen de la diversión un fin, sin duda porque el fin de la vida implica cierto placer, pero no un placer cualquiera.
El fin, en efecto, es deseable por sí mismo y no por ningún otro resultado ulterior, y los placeres de la diversión a su vez tampoco se proponen ninguna cosa futura, sino que tienen por causa las pasadas, como los trabajos y el dolor.

La música implica un placer natural, y por esto es amable, su uso en todas las edades y a todos los caracteres, la música es una de las cosas que dan placer, y la virtud por su parte consiste en gozar, amar y odiar rectamente, se impone con evidencia la necesidad de aprender y habituarse sobre todo a juzgar con rectitud y a complacerse en los caracteres virtuosos y en las bellas acciones.

En las obras musicales, hay directamente imitaciones de los estados morales, la prueba esta en la diferencia que desde luego se ofrece en la naturaleza de las melodías, de suerte que los oyentes son afectados de modo distinto y tienen diferente reacción con respecto a cada una de ellas, unas hay que los ponen más tristes, otras que relajan la mente, otras que producen un estado de moderación y compostura y otras que inspiran el entusiasmo.
En cuanto a los ritmos, unos tienen un carácter más reposado, que inducen a emociones más propias del hombre libre y otros más movido, que conllevan emociones más vulgares.

La enseñanza de la música conviene además a la naturaleza juvenil, ya que en razón de su edad, los jóvenes no toleran nada que no este endulzado por el placer, y la música es por naturaleza dulce, hay además algo en nosotros que esta emparentado con la armonía y el ritmo, y por esto dicen muchos sabios que el alma es una armonía.

No es difícil que cuando se trata de adquirir cierta cualidad, hay gran diferencia según que uno tome o no parte en la ejecución, ya que es imposible llegar a ser buenos jueces de obras que no se han practicado nunca, y puesto que el motivo de esta práctica es la formación del juicio, deberán los adolescentes, mientras están en esta edad, tomar parte de la ejecución, pero para abandonarla cuando sean mayores y poder entonces apreciar las obras bellas gozando rectamente gracias al aprendizaje que hicieron en la juventud.
Es manifiesto que el aprendizaje de la música no debe ser un obstáculo para las actividades de los años maduros, ni degradar el cuerpo ni tornarlo inútil para los ejercicios propios del ciudadano o del soldado, por lo que deberían quienes hacen este aprendizaje no esforzarse en tomar parte de certámenes profesionales.

En la educación musical no deberían introducirse instrumentos profesionales como la cítara o la flauta, quien tiene el inconveniente de impedir el uso de la palabra durante su utilización, sino aquellos instrumentos que formen buenos estudiantes, ya sea en el campo de la música o en cualquier otro campo de la educación.

Acepta la división de las melodías establecidas por algunos filósofos, que las clasifican en expresivas del carácter, de la acción y de la emoción, por su parte, afirma que la música no debe practicarse por un provecho único, sino por muchos, uno es la educación, otro la purificación y el tercero, es el divertimento, como relajamiento y cesación del esfuerzo.
Por lo tanto, debemos utilizar todas las melodías aunque no de la misma manera, sino que para la educación hay que recurrir a las que son más expresivas del carácter; y para la audición las que son expresivas de la acción y la emoción.

Como los espectadores son de dos clases, la de los hombres libres y educados, y otra clase vulgar, también a estos hay que darles certámenes y espectáculos para su recreo; y así también hay desviaciones de las armonías y melodías estridentes y de exceso colorido, con lo que cada cual recibe placer lo que es acomodado a su naturaleza.
Así, como hemos dicho, para la educación deben emplearse las melodías expresivas del carácter y las armonías de la misma clase, de esta especie es el modo Dórico, pero es aceptable también cualquier otro que haya recibido la aprobación de quienes son versados en las disciplinas filosóficas y en la educación musical.

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