Editorial | La Vanguardia
¿Qué hacer cuando un país que supone el 2% del PIB pone en jaque el euro planteando un referéndum sobre su continuidad en la zona?
Quizá lo que cabría es anteponer el interés del conjunto cuando además las circunstancias económicas son muy duras para todos.
Como país soberano Grecia puede hacer lo que juzgue conveniente, y como tal atenerse a las consecuencias.
La cumbre de Bruselas del jueves resultó muy prometedora, entre otras cosas porque la banca acreedora aceptó una quita del 50% de la deuda griega y porque los bancos se comprometían con dolor a incrementar su capital en 100.000 millones de euros para cubrir el riesgo de sus tenencias de deuda soberana.
Y a su vez, se proyectaba el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) hasta proporcionarle una potencia de acción de hasta un billón de euros para asegurar las emisiones de deuda de los países más débiles, como Italia y España.
Era la base de partida –consolidar su solvencia– para permitir a la zona euro pasar luego a elaborar su estrategia de asegurar el crecimiento.
Había problemas en ese esquema, pero infundía confianza.
Esa confianza tan difícilmente lograda acaba de ser puesta en entredicho por Grecia, cuyo primer ministro, Giorgos Papandreu, ha anunciado sorpresivamente un referéndum sobre cuestiones no administrativas (que es más propio de países dictatoriales, como en la época de Franco, que democráticos), cual es el plan de ajuste europeo.
La decisión puede ser recibida de dos maneras: comprensivamente o de forma más resolutiva.
Ciertamente, Grecia es un país que ha sufrido en dos años 11 huelgas generales y donde la calle está indignada.
Pero también es un país en el que para que alguien pague impuestos se deben incluir en los recibos de la luz.
Un país donde una decisión que atañe al conjunto de Europa, como la celebración del referéndum, no se sabe si atribuirla a una apuesta unilateral del primer ministro o a las presiones del ejército.
Seguramente, ninguna de las dos,, pero incluso si el objetivo final es mejorar la posición negociadora de Atenas ante la UE y el FMI, cabe pensar que su ejemplo podría ser seguido por otros países –
Portugal acaba de pedir el replanteamiento de su plan de reformas–, de modo que la crisis del euro sería interminable.
Europa debe decidir si quiere ir por la vía principal que la lleva a una moneda común estable –que quizá la obligue en el futuro a una unión política y fiscal más estrecha– o perderse periódica y peligrosamente por los arrabales de los países poco ortodoxos.
No es una cuestión de moralina de tres al cuarto.
Ahora mismo, los bancos que aceptaron a regañadientes una quita del 50% sobre la deuda griega empiezan a negarse a transigir sobre la posibilidad de que pierdan el 75% o el 100% si sale "no" en el referéndum. También el fondo de estabilidad está en estos momentos entre paréntesis.
Ayer hubo que retirar una emisión de deuda ante las dudas de los mercados.
No se debería entrar en detalles de si al final se celebrará o no el referéndum, de si será en noviembre o en diciembre, de si se va votar sí o no a los ajustes o sí o no al euro.
No es eso.
Europa empieza a estar muy cansada de países que juegan al póquer del mentiroso con la moneda.
La zona euro debe ser un conjunto de países que acepten políticas ortodoxas, que sean competitivos, que luchen por crecer y crear empleo.
Y que no embrollen a los demás.
Boletín Info-RIES nº 1102
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*Ya pueden disponer del último boletín de la **Red Iberoamericana de
Estudio de las Sectas (RIES), Info-RIES**. En este caso les ofrecemos un
monográfico ...
Hace 1 mes
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