Fuente: Pensar en Nación
Estamos
inmersos en un serio problema económico de deuda externa, falta de crédito,
distorsión por subsidios, imposibilidad del establecimiento de tarifas justas,
difícil desenvolvimiento comercial de los productos provenientes de los propios
recursos.
En resumen un cuadro complicado que deben resolver las próximas
instancias del estado.
Pero lo
grave es que en primer lugar el Equipo Ministerial no se encuentra
personalizado y el Ministerio Público tampoco, por ejemplo no se visualiza
quien es realmente el que tiene la cartera de economía y como ejerce su
ministerio sobre el comercio, la producción, etc que serían de su incumbencia.
Es decir que con tamaña distorsión NINGÚN MINISTRO SABE QUIEN TIENE QUE LLORAR.
Pequeño
ejemplo de falta de moral, que ya resulta generalizado. HACER CLIC
http://www.perfil.com/fotogaleria/?filename=contenidos/2011/12/09/noticia_0022.html
En Italia una ministra lloró porque...
La antípoda de cualquier ministro que haya sido funcionario en el Estado argentino de las últimnas décadas
Una ministra, que sin dudas sabe su oficio, lloró ante la verdad
La
ministra no quiso llorar, pero lloró.
Y sus
lágrimas no buscadas, su gesto sincero de dolor, trazaron una frontera entre un
antes y un después.
Antes de
las lágrimas de la ministra Elsa Fornero tal vez los italianos –como los
españoles, como los franceses— no eran del todo conscientes de que, para salir
de la crisis, será necesario hacer sacrificios.
Ya sí lo
saben. Se lo ha dicho, a corazón abierto, la profesora Fornero, catedrática de
Economía Política de la Universidad de Piamonte, fundadora del CERP (un
prestigioso centro de investigación europeo en políticas de pensiones y seguridad
social), una mujer que a sus 63 años no había sentido nunca la tentación de la
política hasta que su país –al borde del precipicio—se lo pidió.
Por
tanto, no son las lágrimas de una guapa higienista dental a quien Silvio
Berlusconi encumbró a la cúpula de la política a cambio de mejor no saber qué.
Es el
dolor de alguien que, desde el conocimiento, ha vislumbrado lo oscuro del túnel
y a esa hora de la noche del domingo –después de muchas horas de trabajo— tal
vez puso rostro a uno de esos pensionistas que tan bien conoce y que, a partir
de ahora y por culpa de la maldita crisis, se les vuelve a complicar la vida.
Las
lágrimas de la ministra de Trabajo, a tenor de lo leído en la prensa italiana,
marcan también otra frontera.
La de la
credibilidad. No la de la credibilidad hacia Europa y los banqueros que fue la
que utilizó el presidente Giorgio Napolitano para descabalgar a Silvio
Berlusconi del poder y colocar en su lugar al tecnócrata Mario Monti. No.
La de la
credibilidad de los ciudadanos hacia la política, tan desprestigiada en Italia
–como en España, como en Francia— por quienes la han convertido en un modo de
vida y no de servicio.
“También los técnicos tienen un alma”, es la primera
frase del análisis de Filippo Ceccarelli en la portada de La Repubblica.
Ahí
está el descubrimiento.
Y ahí la
otra frontera:
"Además de capear el temporal de la crisis, el Gobierno de Monti
tiene la oportunidad de inocular en los políticos la necesidad de establecer
una relación más sincera con los ciudadanos, y en los ciudadanos la posibilidad
de volver a creer en la política.
Por el
momento, solo Pier Luigi Bersani, el líder del izquierdista Partido
Democrático, parece haberse dado cuenta de que se puede construir otra Italia
de estos escombros.
De que
la tierra de la política, tanto tiempo esquilmada por quienes solo la
utilizaron a su antojo, puede volver a ser fértil y útil.
Las lágrimas de la
ministra Fornero –lejos de avergonzarla a ella y a su Gobierno— vienen a regar
el futuro.
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