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Caricatura de Alfredo Sabat

miércoles, 29 de febrero de 2012

Mirar hacia otro lado


Unos tienen la mano larga y los otros la mirada corta, y la suma de ellos permite la corrupción

PILAR RAHOLA / La Vanguardia.com

Una de las cosas más chocantes del caso Millet fue la cara de plato que pusieron los que formaban parte del cotarro, con sus posaderas en los consejos de administración, sus fiestas y sus bodas y su dicharachera complicidad con quien, en los buenos tiempos, era el mandamás de la burguesía patria.
Y fue así como el día después que Millet confesara su latrocinio, todos tuvieron un ataque de amnesia.

Millet pasó de ser la compañía más deseada a ser un apestado impropio de los salones de bien.
Pero la cuestión, más allá del propio Millet, era ¿qué habían hecho todos los que durante años firmaron las actas de los consejos de administración y no supieron nada?
O eran responsables por complicidad, o lo eran por inutilidad.
Esta reflexión sirve para cualquier otro caso de este tipo, siempre generado al albur de unos responsables que ni ven, ni oyen.
Unos tienen la mano larga y los otros la mirada corta, y la suma de ellos permite la corrupción.

Ahora tenemos dos nuevos y bonitos casos, el del recién dimitido coordinador de la Diputación, señor Josep Maria Matas, y el de los sobresueldos que repartieron los ex presidentes de la misma, señores Montilla, Corbacho y Royes.
La fiscalía ha abierto diligencias, y la cuestión vuelve a ser la misma: ¿por qué se permitió?
En el caso de los sobresueldos sobra la pregunta: se permitió porque presuntamente se quiso premiar a los amigos arreglándoles el futuro.
En este caso no hubo ni disimulo, aunque sí se hizo con progresista nocturnidad.

Veremos cuál es el recorrido judicial, pero Teresa Compte no acostumbra a abrir procesos que no tengan grueso argumental.
Y el segundo caso ya es de nota. Resulta que el señor Matas tenía una empresa llamada Parés i Solé SL. Resulta que durante años fue secretario general de la Associació Catalana de Municipis.
Resulta que del 2003 al 2006 facturó 900.000 euros a dicha asociación a través de su empresa, que sólo trabajaba para la ACM.
Resulta que había meses que facturaba miles de euros en concepto de trípticos, publicidad y otras cosas de urgente necesidad.
Y resulta que, durante esos alegres años, el presidente de la ACM era su íntimo amigo Salvador Esteve, que se lo llevó a la Diputación.
Vuelta a empezar:
¿Esteve no vio nada raro cuando aceptaba esas facturas?,
¿le pareció normal pagar esas cantidades?,
¿era ético y permisible que la empresa que cobraba esos miles de euros fuera de su alto cargo?
Y podríamos seguir.
Lo cual remata en la conclusión de mi artículo: que no hay conducta irregular sin responsable que lo permita.
Ni Millet, ni amigos con sobresueldos, ni Josep Maria Matas, todos y cada uno a su nivel han formado parte de una presunta corruptela que ha sido posible porque otros han otorgado o han mirado hacia otro lado.
Y puede que estos otros no sean culpables ante los tribunales.
Pero son políticamente responsables...

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